XIII

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Capítulo 13.

Abrió sus ojos y lo único perceptible ante aquél mar esmeralda era su simple figura, delgada y compuesta por un millón de manchas, blasfemias de seda, oscuras como la tierra. Barrotes se arremolinaban a sus alrededores, como un torbellino minimalista que se dibujaba en el mismísimo aire, ondeando; implacable.

Si miraba sus pies solamente veía piel reseca y sin color, como si toda su vida se hubiera hecho un vuelco y voluntariamente se fuese dejando un oxidado esqueleto sin carne, sin vida. Solamente podía sentirse perdida, no sabía si era un recuerdo siquiera o si estaba soñando, no sabía dónde se encontraba y a su vez lo único que quería hacer era quedarse quieta, sin huir de sus ataduras de hierro que le demostraban que estaba en problemas. Sabía que se encontraba en una habitación, tan gris sin ser llamativa, tan realista y tangible y a la vez inalcanzable.

No sabía la razón por la cual su cuerpo no se movía, o en efecto, la razón por la cual le gustaba estar en aquella silla, enfrente a barrotes, sola. Y cualquiera fuera el pensamiento, se sumía en un gesto mezquino invisible, un gesto que mínimamente podía ejercer aun cuando su cerebro le decía que no debía hacerlo. Sentía que todo aquello era un sueño, o algo relacionado a un fugaz recuerdo diabólico de los maquiavélicos intentos en los que su alma había intentado volver a tocar el suelo aun cuando su cuerpo era un conjunto de migajas malogradas.

¿Estaba acaso condenada a sufrir tal desdén hasta que de nuevo la muerte le encontrara? No sabía, y no sabía siquiera si quería saber tal cosa. Si existía una maldición sobre sus hombre grises y gastados, no quería saberlo pero la curiosidad de su mente afilada rogaba que sus labios tocaran la fuente del más grande conocimiento, ese rodeado de barrotes grises y negros, barrotes que demostraba una prisión de recuerdos inestables, tal y como su figura cada noche, mecánica y sola; sola.

- Natalia.

Una simple voz fue escuchada entre susurros, una simple voz que le transmitía todo menos calma y no sabía por qué con exactitud, porque la verdad era que no le recordaba. ¿Sería otra persona tormenta que fue borrada? Había ciertos cambios en su memoria, ligeros pero graves que permanecían intactos, quemando su piel y borrando. Y no entendía realmente la razón evidente que le mantenía atada a una cama, sofocada y asfixiada, su desdén por la tranquilidad se transformaba en un intenso instinto escapista que rogaba huir sin ver atrás y a la vez quería investigar, cerrar de una forma u otra el libro de su vida con una hazaña tenebrosa que desmontara el teatro macabro tras las grandes agencias de oscuros nombres.

- ¿Puedes decirme la fecha?

Ahora había sido una pregunta, por el tono de voz que escuchaba sabía que era un hombre, pero sus habilidades no le daban para pensar tanto, solamente buscaba una salida de aquél nefasto lugar gris. Y es que le aterraba el hecho de estar cubierta de miedo, sin poder moverse siquiera, auténticamente quieta, inhumana.

Había experimentado en su vida, otra clase de secuestros, si es que siquiera tal situación podía sentirse como uno. No sabía, no sabía si podía romper todo y escapar, si podía atravesar con un grito las paredes e intentar correr con sus pies desnudos sobre las calles, sintiendo como las piedras se clavarían en su piel y comenzarían a rasgarle intensamente, insensatamente.

Pensaba en la sangre que brotaría de sus heridas, esas que representaban el invierno eterno en una piel tan cálida como su opuesto, una piel que había sido marcada para toda la vida con golpes fuertes y sensaciones de igual índole. Ilícita historia marcaban sus curvas, historia de macabra sensación de hielo en montañas fantasmas, y todo lo que sabía era que cada paso hacia atrás era una pérdida más, una pérdida que solamente le provocaban náuseas en su estómago, náuseas que no expulsaban ni segregaban ningún vómito furtivo de sentimientos amargos y fríos.

BLUE STORM─ Romanogers.Where stories live. Discover now