Capítulo 2

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Necesito un número de teléfono nuevo o no podré conseguir trabajo, así que lo primero que hago en mi segundo día es comprar una tarjeta y doy las gracias de que mi teléfono deje tener dos a la vez, así no tengo que dar la noticia a mis padres aún. Subo al tren y miro cuantas paradas hay hasta la universidad para calcular el tiempo y durante el viaje comienzo a buscar trabajo. De lo que más experiencia tengo es de cuidar niños, aunque me han quedado algunos traumas de estos últimos dos años y preferiría no repetirlo, pero necesito trabajo, por lo que comienzo a mandar solicitudes a todos los padres que buscan niñera. 

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Después de rellenar todo el papeleo y ser oficialmente estudiante del ICL, voy a una cafetería a desayunar, aunque son las doce y todo el mundo está almorzando ya, lo que para ellos es comer un sándwich. Voy a odiar esto muchísimo pero necesito comenzar a acostumbrarme, me pido uno y me obligo a aguantarme el hambre hasta la hora de la cena. 

—Perdona, ¿está ocupada? —pregunta una chica señalando a la silla vacía de mi mesa mientras yo me leía los papeles que me habían dado en la universidad. Tengo que comprar muchos libros, esto de almorzar (o lo que sea esto) en cafeterías se tiene que acabar.

—No —le respondo.

—Oh, perfecto —dice mientras se sienta en mi mesa y me sonríe, a lo que me río—. Soy Mercy, encantada. —Me da la mano y señala a mis papeles— No he podido evitar cotillear, lo siento, y he visto que vamos a la misma universidad, ¿qué carrera haces?

—No pasa nada, yo soy Clara, voy a empezar mi primer año en química, ¿y tú?

—Primer año en ingeniería ambiental, creo que compartimos algunas asignaturas —responde con una sonrisa. Tiene el pelo largo y liso recogido en una coleta y unos ojos marrones enormes.

—Eso es genial porque no conozco a nadie aún.

Mercy resulta ser muy divertida y además, vive cerca de la residencia. Volvemos juntas en el tren hablando de tonterías, intentando buscar temas en común para evitar los silencios incómodos. Al final acabamos hablando de nuestros perros. Ella me cuenta que tiene un perro enorme llamado Diesel y me da vergüenza admitir que mi perro es un yorkshire muy feo llamado Chuche, pero le traduzco el nombre de todas formas para que lo entienda. Discutimos entre bromas sobre el hecho de que llame feo a mi perro, que es como mi hijo, pero me defiendo diciendo que no todo son las apariencias. Ahora que lo pienso, puede que no sea mala persona por llamarlo feo, pero soy muy mala madre por haberme marchado sin él. Al menos tiene a mi hermano, y estoy bastante segura de que mi padre le quiere más que a mi. Si hubiera podido, lo habría traído conmigo pero en casa tiene mucho espacio para correr y jugar, mucho más del que habría tenido en mi habitación de la residencia, donde además habría tenido que estar escondido porque no permiten mascotas.

Antes de bajarme del tren nos intercambiamos números y acaba siendo la primera persona en mi nueva tarjeta ya que aún no he pasado mis contactos antiguos. 

—Yo me bajo en la siguiente parada, ha sido un placer conocerte. Tenemos que volver a quedar pronto, además, soy tu única amiga aquí así que no tienes excusas —dice entre risas mientras me levanto del asiento que había conseguido con mucho esfuerzo.

—Vaya, y yo que esperaba no volver a verte nunca más —contesto de broma y salgo del tren.

Antes de volver a la residencia, voy a comprar todo lo que necesito para vivir de ahora en adelante. Cojo la marca más barata de todo excepto de champú, hay que saber qué cosas priorizar. También necesito sábanas, anoche dormí solo con una manta de dudosa procedencia que había en el armario y que creo que voy a tirar. Quería comprar comida antes de volver pero estoy tan cargada que necesito ir a dejar las cosas antes de seguir gastando dinero. 

Cuando tengo la pequeña nevera y el armario de al lado lleno de comida, la cama hecha y una librería con la ubicación guardada para ir a comprar los libros al día siguiente decido echarme una siesta antes de cenar que acaba resultando en despertarme a las cinco de la madrugada del día siguiente. Genial

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—Ya he hecho absolutamente todo lo que tenía pendiente. Ya estoy oficialmente instalada en la ciudad y tengo dos semanas libres para ser una turista —digo a Mercy a través del teléfono en mi quinto día en Londres. Ayer me llamaron para ofrecerme un trabajo como niñera de tres niños, tenía que ir todas las mañanas a las seis y media, prepararles el desayuno y almuerzo, despertarles, vestirles y llevarlos al colegio, lo que me quitaría horas de sueño y años de vida pero tendría el resto del día para estudiar y buscar otro trabajo si lo necesitara. Sabiendo que tengo trabajo, ya me siento más tranquila y puedo disfrutar de la ciudad.

—¡Eso es genial! Quedamos en media hora en la parada donde te bajaste, saldré del tren para que me veas y más te vale estar ahí. —Cuelga sin dejarme tiempo para responder. Me miro en el espejo y comienzo a correr, ni siquiera me he duchado aún.

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Mientras espero a Mercy en la parada me llega un mensaje de mi madre, es una foto del cielo nublado desde nuestro jardín y me dice "¿Son las mismas nubes que hay por ahí?" acompañado de unas cuantas (demasiadas) caritas de risas. Le respondo con una foto del metro y le digo que aquí lo que más veo es el techo del metro. Casi no he hablado con ellos desde que vine, solo me han preguntado un par de días qué tal va, solo por comprobar si sigo viva aunque sé que lo que esperan es que sea yo la que les cuente cosas. Seguro que se les pasan las ganas de que les cuente cosas cuando descubran esto.

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