Capítulo 4

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Me despierto con la luz del sol dándome directamente en la cara. Tanto les cuesta poner persianas. Miro el móvil y solo faltaban cinco minutos para que sonara la alarma, no es para tanto, pero ya tengo un mensaje de mi padre preguntándome que a qué hora vuelvo y que si me vienen a buscar al aeropuerto.
"No hace falta, habrá mucha caravana, volveré en taxi." Ya estoy mintiendo otra vez, realmente no sé cuándo parar.

Hoy Mercy está ocupada, tiene que ir a comer con su padre y Titan y no volverá hasta tarde, lo que para el resto del mundo es como a las cinco o seis de la tarde. No suele hablar mucho de su padre, solo sé que se divorció de su madre cuando ella tenía diez años pero le adora de todas formas, así que seguro que se lo pasará bien, pero yo tengo que ir a conocer a los niños que cuidaré y a sus padres, que quieren asegurarse de que no sea una delincuente y que me llevaré bien con sus hijos, así que me mantendré ocupada y no pensaré mucho en lo que está apunto de pasar. 

~·~·~·~·~·~·~·~·~

Parece que lo que yo pensaba que iba a ser una simple prueba se acaba convirtiendo en mi primer día de trabajo. John y Eva me dejan sola con los niños a los diez minutos y me dicen que les prepare el almuerzo, que me darán una paga extra por el día de hoy. Los chicos son adorables. Birdie y Elsie, de siete y tres años, son las niñas más educadas que he conocido en mi vida y estoy segura de que Simon, de cinco, triunfará mucho con los chicos y las chicas, porque ya apunta maneras.

—Esta me gusta, es muy guapa —les había dicho a sus padres cuando yo acababa de entrar por la puerta y parece que gracias a eso he conseguido el trabajo así que no me voy a quejar.

—Veamos, ¿qué queréis comer? —dije levantándome del suelo mientras me intentaba deshacer las trenzas que Birdie me había hecho en el pelo, si es que se podían llamar trenzas.

—¡Pizza! —grita Elsie y sus hermanos aprueban la idea.

—Hmm, ¿que tal si dejamos eso más para adelante y hoy hacemos algo más sano para que vuestros padres estén contentos? 

—¿Por qué? —pregunta Birdie. Genial, si ella no lo entiende los otros menos.

—De acuerdo, pizza. —Voy a la cocina y me recojo el pelo en un moño. Ya he lidiado con esto antes, el truco es poner masa de pizza debajo y se comerán todo lo que haya encima, así que comienzo a preparar una ensalada con salsa mientras se cocinan las masas en el horno. Puede que me odien a partir de ahora.

Para mi sorpresa, la "pizza" es todo un éxito y a cambio les doy una galleta de chocolate a cada uno, de caja porque no me pagan lo suficiente para hacerles galletas caseras.
Estoy limpiando los platos cuando escucho a Simon llorar. Oh no.

—¿Qué ha pasado? —pregunto a sus hermanas que lo están mirando y Birdie se aguanta la risa, mientras, yo lo cojo en brazos y lo siento en mi regazo.

—Es muy torpe, se ha tropezado con su pie —contesta aún soltando sonrisas de las que claramente se siente mal. No era nada, como mucho un morado, pero Simon no para de llorar así que lo paseo en brazos por toda la casa intentando calmarlo. ¿Funciona eso con los niños de más de un año? Las niñas encienden la tele demasiado fuerte y mientras les pido por favor que aflojen por tercera vez, mi teléfono comienza a sonar con el nombre de mi madre en la pantalla, a lo que cuelgo sin pensarlo suficiente. Mierda, me va a matar.

A los quince minutos de llanto comienzo a pensar que Simon se está aprovechando de mi, así que cuando al fin consigo que las niñas estén viendo la tele en un volumen aceptable, lo siento a su lado en el sofá y me agacho a su altura.

—Simon, dime qué te pasa o lloraré yo también. —Había que intentarlo.

—No vas a llorar —dice entre pucheros.

—Sí que voy a llorar porque me pone muy triste verte triste. —Pongo mi mejor cara de llorar, que tiene que ser horrible, porque el niño hace una mueca y ya no parece verme tan guapa.

—Vale, no estés triste —contesta al final, dejando de llorar, y se calma viendo la tele con sus hermanas. Al rato, voy a buscarle una muñeca a su habitación y se la doy para que siga jugando en el sofá, porque ya se estaba cansando de la serie que estaban viendo sus hermanas, aunque debo admitir que era bastante entretenida para ser unos dibujos infantiles.

Cuando al fin hay calma, llegan sus padres. Al menos lo que ellos ven les da buena impresión.

—Guau. —Escucho que su padre dice al pasar por la puerta— Definitivamente contratada, empezarán las clases dentro de una semana. Te hemos hecho una copia de las llaves para que puedas entrar sin picar y así no se despierten. Gracias por haber venido hoy.

—No es nada, gracias por contratarme.

Me despido de los niños y me subo en el bus para ir a la residencia, donde consigo el último asiento libre al lado de un señor mayor y enciendo el móvil. Casi me desmayo al ver el número de llamadas y mensajes de mis padres, y eso que ni siquiera estoy en el mismo país que ellos. Si de verdad volviera hoy, estaría muerta.
No puedo seguir ignorándolos pero tampoco puedo seguir mintiendo, así que me decido por un simple e inocente "¿Qué pasa?" en el grupo de WhatsApp que tengo con mis padres. Entro corriendo en la residencia y saludo a un par de personas antes de encerrarme en mi habitación y comenzar a hiperventilar. 

Había pasado demasiado tiempo pensando en cómo les daría la noticia y nunca se me había ocurrido una manera aceptable, siempre acababa dejándolo para más adelante porque había tiempo suficiente pero se me ha gastado el tiempo.
Cometo el error de encender la pantalla para mirar la hora y veo la notificación de todos los mensajes que me han mandado mis padres en unos pocos minutos, pero por suerte ya son las cinco y media y Mercy me ha mandado un mensaje.

"Al fin libre." 

"Genial, porque te necesito." contesto lo más rápido que puedo y salgo de la aplicación antes de que mis padres me vean conectada. 

"Ven a mi casa." me responde y no me lo pienso antes de volver a salir corriendo de la residencia y subirme en otro bus.

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