Capítulo 26

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—Feliz cumpleaños, mi amor. —Escucho segundos antes de abrir los ojos, seguido por demasiados besos como para mantener la cuenta a estas horas de la mañana. Hago un ruido de queja y abrazo a Hero para seguir durmiendo, lo que le hace reír— Deberías vestirte, hay alguien esperándote en el pasillo. —Miro el reloj de mi mesita de noche con los ojos entrecerrados por la molesta luz y me doy cuenta de que es mucho más tarde de lo que esperaba, y que Hero sigue aquí a pesar de nuestro acuerdo de que se marcharía temprano cada día para que ningún trabajador se quejara. Después de considerar los pros y los contras de levantarme durante un par de minutos, hago el esfuerzo y me arrastro hasta el armario— Las he visto más rápidas —comenta mientras me sigue por mi habitación de dos metros cuadrados y elige la ropa por mi para acelerar el proceso—. Quien te vea creerá que no te dejo dormir —dice serio.

—No me dejas dormir —digo igual de seria.

—Pero nadie necesita saber eso —responde con una sonrisa cómplice que me contagia.

Hero ha estado extremadamente protector desde lo que pasó el otro día, y se lo ha contagiado a Mercy. Seguramente piense que no me he dado cuenta, pero no hay un solo minuto del día en el que esté sola. En cuanto Hero se marcha, a penas pasan unos minutos hasta que Mercy está en mi puerta, incluso si eso significa que ella tiene que hacer viajes extra. Con suerte, me dejan intimidad para ir al baño, pero no me extrañaría si un día de estos abro la puerta y me encuentro a uno de mis amigos manteniendo guardia mientras hago mis necesidades. Sorprendentemente, a pesar de lo mucho que siempre he creído apreciar la soledad, no me ha molestado para nada. De hecho, me ha parecido enternecedor que se preocupen tanto por mí. Hero decide ser optimista y elige un vestido, aunque en cuanto salga de mi habitación me arrepienta de hacerle caso por el frío que está marchándose lentamente pero sigue aquí.

—¿A qué se debe tu agradable presencia a estas horas? —pregunto cuando ya estoy vestida y un poco más despierta.

—Es tu día y quiero estar contigo —dice como si fuera obvio. Ruedo los ojos irónicamente y me dispongo a abrirle la puerta a Mercy cuando él me corta el paso—. Espera, quiero darte mi primer regalo.

—¿Primer regalo? —digo nerviosa, ya que no se me da bien recibir regalos.

—El segundo es mi compañía. —Me río mientras me hace girar, quedando de espaldas a él— Me ofende que te haga gracia —bromea en mi oído con su tono ronco que me vuelve loca y dejo de reír de golpe, inclinándome hacia las caricias que está dejando en mi nuca. Pasa una cadena por mi cuello y noto como la ata antes de volver a darme la vuelta para quedar cara a él. Puedo ver que está nervioso antes de bajar la vista para mirar el colgante que me acaba de regalar. Cuando veo al hombrecillo dorado, tengo que mirar el cuello de mi novio para asegurarme de que no tengo imaginaciones.

—Amor, pero si lo llevas tú siempre —comento refiriéndome al collar. Recuerdo una noche que le pregunté por él. Me explicó que se lo había regalado su padre cuando consiguió su primer papel con nueve años y que casi no se lo había quitado desde entonces.

—Pero quiero que lo lleves tú, así tendrás algo que te recuerde a mí siempre. —No necesita acabar la frase para que sepa a lo que se refiere, que pronto necesitaré algo que me recuerde a él porque tendrá que marcharse por trabajo— Además, yo ya lo he tenido durante muchos años.

—Me gusta mucho. —Suelto el colgante, coloco mis manos en sus hombros y me pongo de rodillas para quedar a su altura— Gracias —digo dejando un beso en sus labios y le abrazo—. Te quiero. —Nunca creí que me sentiría tan a gusto diciendo estas palabras, pero últimamente necesito decirlas a todas horas porque son ciertas.

—Yo también te quiero. —Noto sus dedos enredados en mi pelo dejando caricias antes de suspirar— Odio decir esto pero no te puedo acaparar más tiempo si no quiero que Mercy me mate. 

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