Capítulo 27

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—Estás cometiendo un error —dice mi antigua profesora desde el otro lado del teléfono. Me siento muy estúpida dentro de una de las típicas cabinas rojas de Londes cuando ya nadie las usa porque todo el mundo tiene teléfono. No es cierto, sí que las usan, pero no para lo que fueron diseñadas, pienso aguantando una arcada e ignorando la sustancia pegajosa que estoy pisando en estos momentos—. Tienes trabajo, puedes permitirte estabilidad sin depender de un chico. ¿Y si por alguna razón sale mal y te quedas en la calle?

—No llamaba para pedir consejo, solo para preguntar cómo está mi hermano —reprocho y suelto un suspiro. Sé que todas sus dudas son normales y que yo misma las tengo pero no puedo permitirme dudar en estos momentos, sobre todo cuando Hero está impacientemente esperando a que acabe de hablar fuera de la cabina mientras hace caras para intentar que me ría. Es tan sencillo con él, es todo lo que nunca me había atrevido a desear, y estoy dispuesta a arriesgarme porque, dure el tiempo que dure lo nuestro, habrá merecido la pena—. Y gracias por decírmelo. Escucha, ya no tengo mi antiguo número de teléfono, te llamaré en unos días, ¿vale? —Cuelgo el teléfono antes de darle tiempo a contestar y salgo lo más rápido posible de ese estercolero para respirar algo de aire puro.

~·~·~·~·~·~·~·~·~

—No me puedo creer que tengamos oficialmente un apartamento. Ese sitio es nuestro —digo cuando salimos del edificio en el que hemos firmado el contrato y casi tengo ganas de ponerme a saltar. Realmente no es nuestro, solo es alquilado, pero no importa. Será nuestra casa, no el escaparate intocable que mis padres crearon, ni la habitación de la residencia en la que apenas cabe una planta, sino el sitio que Hero y yo crearemos para ser felices. Donde finalmente me sentiré a salvo—. ¿Podemos ir a Ikea? Me encanta ir a Ikea —pregunto agarrando la mano de Hero y tirando de él como si fuera a llevarle arrastrando hasta la otra punta de la ciudad.

—Podemos ir a donde quieras —dice dejándose llevar por mí, pero al final es él quién de un tirón me deja entre sus brazos y deja un beso en mi pelo— Te quiero. —Levanto la vista y su mirada hace que mi estómago revolotee. Está sonriendo, no solo con sus labios sino también con sus ojos, que me dejan ver que lo que dice es verdad. Y le creo, le creo y siento lo mismo que él, y sé que mi cara es un espejo de la suya.

—Yo también te quiero. —Me pongo de puntillas para dejar un corto beso en sus labios antes de escapar de sus brazos y correr hacia el coche, diciéndole que tomo su palabra y que quiero ir a Ikea, a lo que estoy casi segura que le veo rodar los ojos. 

Sorprendentemente, conseguimos tener una visita a Ikea tranquila gracias a saltarme las clases y que todo el mundo esté trabajando. Hero resulta tener mejor gusto de lo esperado, y entre los dos llenamos fácilmente dos carritos de la compra con cosas que necesitamos y de decoración para nuestro nuevo hogar. A pesar de todo, no es algo rápido, ya que a la mínima que me despisto con unos cojines bonitos, Hero está probando una nueva cama, o un nuevo sofá, o cualquier cosa que le permita descansar durante unos instantes. 

Aún así, esa burbuja de felicidad que me estaba envolviendo no tarda en estallar cuando estamos dejando la compra en nuestro apartamento, al que no llegarán los muebles necesarios para vivir hasta dentro de un par de días, y Hero decide abrir la boca.

—Deberías venir hoy a cenar a mi casa, así podemos dar la noticia a mi familia juntos —comenta mientras coloca la nueva vajilla en el lugar que hemos decidido.

—¿Quieres decir que no saben nada? —Casi dejo caer la planta que tenía entre mis manos y me giro para mirarle seriamente, con un nudo en la garganta que ha aparecido de golpe.

—Bueno... Mercy, por supuesto, lo sabe todo. Ehm... Eso es todo —dice rascándose la nuca, como si mi preocupación de golpe le hubiera hecho darse cuenta de algo.

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