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Capítulo 11

Miro el disfraz de faraona que compré hace un par de días en una tienda de segunda mano y suspiro. El disfraz en si está bien, con su falda larga negra que me cubriría entera si no fuera por la abertura al lado que deja que se me vea una pierna y el suéter dorado y ajustado con decoraciones de falso oro, pero lo importante es el maquillaje y sé que me va a costar demasiadas horas, así que me pongo con ello demasiado pronto. Cuando acabo, después de muchos intentos fallidos y demasiada ansiedad, me pongo el disfraz y me miro en el espejo de cuerpo entero que compré también de segunda mano hace poco. Era el disfraz más tapado que encontré, porque Mercy puede ponerse esos trapitos de pirata y no resfriarse, pero yo estoy mucho más acostumbrada al calor que al frío, y esta noche hará mucho. El exagerado eyeliner me ha quedado aceptable, y las sombras azules y doradas disimulan que los dos ojos no han quedado exactamente iguales, junto con las pestañas postizas.

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Entro al vagón de siempre y ya están todos dentro aplaudiendo y dándome cumplidos. El vagón está lleno y todo el mundo me mira, con lo que me dan ganas de dar media vuelta y volver corriendo a la residencia. Por suerte hoy no llevo tacones, lo que hace que todo el mundo me saque mucha altura pero me da facilidad para huir.

—¡Ese maquillaje te queda genial con tu bronceado! —dice Lys, que va de vampiro junto con Lucy.

—No estoy bronceada, tú estás muy blanca. —Parece mentira que hayan pasado apenas dos meses del verano y algunos ya parezcan translúcidos, cosa que ha intentado resaltar con maquillaje blanco para su disfraz, como si se notara la diferencia. Le doy un abrazo para suavizar mis palabras y saludo al resto.

—Estás preciosa. —Abie me abraza y se me queda mirando. Ella lleva un disfraz de bruja pero sin verrugas ni nada que la haga terrorífica, también lleva las piernas al aire, lo que me hace dar un escalofrío solo de pensarlo, aunque el disfraz le queda genial.
Le gusto, o eso dice Mercy, aunque no me extrañaría que se lo hubiera inventado. Cuando me giro para decirle hola a la chica entrometida, me está mirando con una ceja levantada.

—Clara, ¿te puedo pedir un favor? —dice Mercy al rato. Seguimos apretados en el tren, quieren ir a algún túnel del terror muy famoso que montan todos los años por Halloween y no me hace nada de gracia porque lo paso fatal.

—Claro, dime. —He conseguido un trozo de pared en el que apoyarme para no perder el equilibrio en cada bache o curva.

—Verás, el fin de semana que viene vamos a celebrar el cumpleaños de Hero a la casa familiar pero son muchas horas en coche y no queremos estresar a Diesel, ¿podrías cuidarlo? Sé que son tus dos días de relax, pero por alguna extraña razón que no comprendo, Diesel te quiere mucho.

—Cualquiera diría que me estás pidiendo un favor —digo mirándola mal—. Me encantaría quedarme con Diesel, pero no aceptan mascotas en la residencia.

—Oh, no te preocupes, puedes quedarte en mi casa.

—¿Yo sola? —Nos hemos hecho muy amigas desde que nos conocemos, ella es probablemente la persona con la que más confianza he tenido en toda mi vida porque me apoyó desde el principio, algo que no encontraba con facilidad en España, pero de todas formas hace solo dos meses que nos conocemos como para darme las llaves de su casa.

—Sí, siempre que no robes nada. El fantasma no te hará daño mientras estés acompañada de Diesel, así que no te preocupes. —La miro con cara de asustada y se ríe mucho, burlándose con el resto de lo inocente que soy. De todas formas acepto cuidar a Diesel, él no tiene la culpa de la dueña que le ha tocado.

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Hay una cola larguísima que ocupa toda la calle y da la vuelta a la esquina. Llevamos como una hora esperando para entrar, yo temblando de nervios y de frío a partes iguales, y escuchar los gritos que vienen desde dentro del edificio negro me está poniendo muy nerviosa, así que me resisto un poco cuando nos toca entrar.