11. El inicio de una tormenta

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—Dino.

Al ser llamado, el menor se volteó enseguida. Debía admitir que últimamente estaba tan acostumbrado a que podría ser Jun volviendo hacia él; y no, era alguien que no esperó encontrar tan pronto.

SoonYoung.

No era tan temprano, ni tampoco tan tarde, pero después de lo que sucedió con Jun, la cabeza no había dejado de darle vueltas al asunto. Así que, sin ánimos de nada, pasó caminando por los pasillos del dormitorio, buscando algo en la cafetería o simplemente fingiendo concentrarse en algún libro que ya había leído. Ya rendido, optó por ir a dormir a su habitación de una vez por todas.

Y no contó con la presencia del mayor.

Dejó que su silencio bastara como un saludo incómodo entre los dos. Dino tuvo vergüenza en ese momento de la persona que era; no podía mirar a los ojos a aquel chico con el que se reunía a bailar de vez en cuando y lo protegió aún cuando no lo necesitaba.

—¿Cómo has estado? —preguntó el otro, quien pudo haberle dicho infinidad de cosas, pero no lo hizo—. ¿Has comido bien?

Dino afirmó lentamente.

—Nuestro Chan está creciendo equivocadamente —siguió con algo de tristeza en su rostro—. Pero, me alegro de que al menos ya no llores para resolver los problemas.

—Hoshi-

—No sé qué ha sucedido entre ustedes — interrumpió, refiriéndose a Jun y a él—. Pero, quisiera que puedas hablarme con la misma libertad de siempre. Nunca olvidemos que soy tu hermano mayor, ¿está bien?

Solo bastó que SoonYoung sonriera débilmente para que los ojos de Dino se aguaran y todo su cuerpo se comenzara a sentir débil. SoonYoung y él eran muy cercanos; aunque el mayor fuera algo torpe y tonto, seguía siendo ese rebelde chico que admiraba desde pequeño.

Lo abrazó con toda la fuerza del mundo, porque comprendió que en esa sonrisa estaba escondido todo lo que lo quería decirle en realidad, porque fue más que claro que se estaba engañando a sí mismo con todo lo ocurrido.

—Dino...

—Lo siento, lo siento—chilló entre los brazos del otro—. Sucedieron muchas cosas, se me acumularon los problemas y entonces asumí esto yo solo. Dejé de hablarles e incluso me alejé de todos... Estaba muy confundido.

—Está bien.

—No, no está bien —lo miró necio—. Lastimé la amistad que tenemos, rompí una de las reglas principales de los payasos sobre estar unidos; pero, todo esto es culpa de Jun.

—¿Eso crees?

—¿A qué te refieres?

SoonYoung lo apartó y comenzó a peinarlo con calma entre el pasillo de los dormitorios. Dino aún seguía siendo débil al tacto de sus mayores, así que dejó que el muchacho tocara su corto cabello. Por alguna razón, sintió que estaba siendo muy cuidadoso con sus palabras y viniendo de él, le pareció conmovedor porque SoonYoung solía ser imprudente.

Si se estaba esforzando, quizá él también debería hacerlo.

—¿Realmente crees que es culpa de Jun, que no nos hables y que te estés perdiendo a ti mismo? —preguntó—. ¿Él te está obligando a ser así?

—De alguna forma sí.

—¿Quieres que hable con él?

—No —Dino negó, olvidando la caricia del mayor—. No quiero que hables con Jun; él y yo, ya no somos nada. Realmente no lo quiero volver a ver en mi vida nunca más. Por ahora, solo quiero que me deje tranquilo.

PLEDIS SCHOOL 2: VOLVAMOS A EMPEZARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora