No lo pensé mucho, me fui lo más pronto que pude a la casa de Kathe y llegué rápido. Tenía una buena razón para que el tiempo corriera tan deprisa, que ni me diera cuenta, él me la había dado.
Hoy lo hablaríamos y eso no podía ponerme más feliz.
Estaba aguantándome a cada instante la sonrísa, pero era un intento casi nulo, se me escapaban.
Me veía en el reflejo de las pequeñas decoraciones de la casa de Kathe en la entrada, agarrada de mano con Ian.
Mis sentidos estaban a flor de piel, sé que esto no es algo que ninguna persona se esperaría y hablarlo, explicarlo, era la parte más difícil, no por dar a relucir, que obviamente, oculté ese pedazo tan importante de mi vida que es él, sino, la otra parte, la que duele en lo más profundo hasta mis entrañas.
El corazón me golpeaba y sentía cada uno de esos furiosos latidos en mi pecho.
Apreté su mano y le sonreí, tal como él lo hacía cuando sabía que estaba nerviosa.
En cuanto abrieron la puerta, me aguanté la respiración y vi a una encantadora Kathe con pijama de unicornio.
Me reí internamente por ello.
Era una chica tan linda, tan salvaje por dentro y vestida así, parecía una muñeca, con esos grandes ojos azules que tenía, que recayeron en el pequeño a mi lado.
—Oh, hola —le sonrió ampliamente.
—Hola —contestó Ian, muy seguro de sí mismo.
Kathe me mira con curiosidad y nos invita a entrar.
Como siempre, su casa está llena de sonido. Aunque sea un mínimo de ruido debía de haber.
—Estoy sola en la casa —me informa, llegando a la amplia sala color crema —Así que el ruido es bienvenido —nos sonríe —vamos, sientense, sientense —pide con entusiasmo, sin dejar de mirarlo.
—¿Jeanine va a venir? —le pregunto sentándome despreocupadamente en el mueble.
—No, ya sabes como es —se encoge de hombros —¿Quieres que haga palomitas? —me pregunta, pero sé que eso fue más para Ian.
—Sí, en verdad, tengo ganas de eso. Antes de, te presento a Ian —lo señalo con un poco de nerviosismo —Ian, ella es una de mis mejores amigad, Kathe.
Él solo la mira y asiente un poco reservado.
Los niños son así al principio, si supiera cuanto se mueve...
—¿Y es tu primo? —me pregunta curiosa.
Siento que estoy sudando frío.
—Pues, es mi sobrino —trago fuerte.
Un silencio se instala en la sala y siento que los segundos son horas. Empiezo a desesperarme por no escuchar nada de su parte. Ian me mira como si se estuviera preguntando qué carajos pasa.
—Creo que no te estoy entendiendo —se ríe con nerviosismo.
—Ian es mi sobrino, que prácticamente es mi hijo, lo crio yo —hablo segura.
Asiente lentamente con el ceño fruncido.
—Empecemos otra vez —niega —¿Desde cuándo tienes hermana?
—Desde que nací —sonrío por la ironía —nunca hablé de ella, pero la tengo.
—¿Y por qué me estás diciendo esto ahora?
—Pues... —respiro hondo —creí que era hora, no puedo tapar el sol con un dedo, mientras más crezco más responsabilidades tengo y las cosas se me ponen muy dificiles.
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El inesperado cliché
RomanceEn un instituto donde las cámaras son el motivo de alegría, las porristas son la sensación, y los futbolistas son los candidatos especiales y únicos en la lista, se crean las múltiples historias clichés que todo adolescente, en algún punto de su vid...