No era propio de mi dormir con Ian toda la noche, rara vez lo hacía, con su excusa de horrorosas pesadillas que aún culpo al hombre a cargo de su supuesto cuidado.
Flavio Giordano. El nombre causante de las múltiples pesadillas en ese lugar a lo que se debería llamar hogar .
Hace años que no existe la paz en aquella casa, dejó de ser un hogar, empezó a ser un campo de batalla.
La mayoría de mis recuerdos se reducen a peleas, maltratos, cosas que no deberían pasar en un hogar.
Toda la responsabilidad a caído en mí desde hace 4 años.
Mi hermana se cansó, se fue, dejándome a cargo a su primer hijo. ¿Quién en su sano juicio hacía semejante acción? Era una persona sin sentimientos. Me la imaginaba sin remordimiento alguno vagando por las calles felizmente sin siquiera pensar en que tiene una familia.
Desde entonces me he encargado de ese hermoso niño que ahora duerme en mis brazos. Ese niño que tiene pesadillas, aquel que no conoce el rostro de su madre.
¿Cuán roto debe de estar un corazón para hacer esto? Siempre se habla en todos los lugares sobre el amor de una madre... ¡INCONDICIONAL!
Nunca lo vi, no fui testigo en carne propia del amor de una madre, de su parte claro. Obviamente, porque nunca lo fue.
Y ya no lo será.
Me mataba sentir que no tenía bien claras mis palabras para cuando él tenía ciertas inquietudes. Cosas que sólo respondería bien una persona capacitada para eso, a lujos y detalles, como... ¿Por qué no tengo papá? ¿por qué eres mi tía y no mi madre?
No era justo para él. Intentaba evitar a toda costas esas preguntas, pero moría al escucharlas esas pocas veces.
Flavio Giordano es el hombre que me dio la vida, hasta ahí no más...porque como padre fue un caso perdido totalmente.
Desplantes, vergüenza, reproches es todo lo que una persona puede esperar de su parte.
Apenas sí conocí a mi madre, murió cuando apenas tenía 5 años.
Mi hermana era mayor que yo en ese entonces, ella tenía los recuerdos más vivos en su memoria. Recordaba esas historias que contaba por las noches antes de que fuera a dormir.
Vivía con esas historias contadas de su parte. Mi madre me había dado todo el cariño que era posible, todo lo que un niño debía de tener, y no hablaba de lo material.
Vivía ahora mi vida por y para aquel niño de ojos café. Aquel bello ángel.
La custodia pasó a ser de Flavio y mientras yo fuera menor de edad no había nada que pudiera hacer, más que esperar.
Mi hermana contaba que él no había sido un buen padre nunca, más si un buen esposo.
Me vivía preguntando, ¿Le afectaría a él saber que su esposa ya fallecida lo mira con reproche desde donde quiera que esté? Porque lo hace.
Mi hermana era mi único soporte, y también me había dejado, nos había dejado.
A estas alturas no sé nada de ella, ni quiero hacerlo. Quizás hasta muerta esté, vaya usted a saberlo... pero lo cierto era que, jamás le perdonaría lo que hizo.
No había excusa
Ese vació no lo quita nadie.
Me había levantado a preparar el desayuno de Ian, tenía que levantarme más temprano para organizarle todo.
Casi nadie sabía de su existencia, por que así se mantuvo sin acuerdo alguno.
Mi madre fue Dominicana, mientras Flavio es Italiano. Su cabello como el marrón muy distinto al rubio (que explicaba mi hermana) , tenía nuestra madre, el cual nosotras engendramos.
Mi hermana Oded siempre fue la fuerte de las dos, sabía mantener sus cosas para ella, sacaba las garras si sentía que alguien nos ofendía de cualquier manera, cómo es la vida...quien menos crees que te hará daño, es quien más dolor te causa.
Si bien Ian nació en Italia, se desarrolló en este país REP.DOM. Nunca comentó algo sobre el padre y los detalles de como pasó todo son otra historia.
Y ahí estaba yo, haciendo el desayuno a toda prisa para mi supuesto hijo.
Porque para mí lo era. Y el que diga lo contrario que venga y nos damos en la madre
—El autobús te va a dejar, Ángel, tienes que darte prisa, vamos, vamos- le apuré.
—Espélate —respondió todo calmado.
—Ya empaqué todo —miré el reloj en mi muñeca —te quiero listo en cinco minutos.
Empezó a comer tan rápido que no podía más.
Luego que pasaron esos cinco minutos, justo a tiempo para que pudiera salir sin hacer esperar al señor encargado del bus, me despedí de él con todo el cariño del mundo para poder arreglar mis cosas, las que me faltaban para ir al colegio.
En cuanto empecé a aplicarme bloqueador solar en la cara, mi celular empezó a vibrar.
Vi la pantalla y la descolgué al instante. Tragué tan fuerte que creo que me escuchó.
—Buenos días —su voz estaba muy despierta y había un poco de ruido, por el viento.
—Buenos días —contesté mas cortante de lo que me hubiera gustado.
Solo hablen bien las cosas, tranquila.
—¿Sigues...sigues enojada, Eve?- preguntó nervioso.
Me tomé mi tiempo para responder.
—Solo creo que... —respiré hondo antes de seguir —debemos de hablar las cosas.
Siempre fui sincera, y no lo cambiaría por darle gusto a nadie. Sí acepté intentarlo, no más, pero la presión estaba en el ambiente.
—Está bien —respondió rendido.
—Bien —me limité a responder.
—¿Puedo buscarte? —fue más una súplica que una pregunta.
—Claro —respondí sincera.
—Genial, estoy en diez minutos allá.
—Hmm...bueno —vi el desastre de maquillaje y cuadernos que tenía en mi cama, me tardaría más de diez minutos en total para arreglarme y ordenar todo —no estaré lista en diez.
—Te esperaré —contestó al instante.
Se notaba cuando alguien de verdad quería estar contigo.
Luego de colgar y hacerme cargo esta vez de mí sin ninguna interrupción, escuché el sonido del carro y bajé rápidamente antes de toparme con Flavio mientras me dirigía a la cocina por mi botella de agua.
Estaba recostado de la meseta bebiendo café como de costumbre.
—Mi alarma no sonó —dijo sin mirarme.
—¿Y yo que tengo que ver con eso? —le contesté abriendo el refrigerador.
—¿Por qué está apagada?
Estaba molesto, empezamos muy mal.
—Sonaba mientras no estabas, despertándome antes de tiempo, no iba a dejar que me molestaran tus cosas, incluso sin estar.
Apretó la mandíbula.
—No te quiero ver en mi recámara —me ordenó.
Me giré lentamente y lo enfrenté.
—Tú y yo no somos iguales, más te vale que bajes tu tono —no estaba hablando alto, pero él entendía.
—A mi no me hables como si me hubieras dado a luz, niñita —soltó molesto.
—No tengo tiempo para tus lloriqueos —le respondí fríamente usando sus mismas palabras, esas que me dijo anoche.
Intenté salir de aquel lugar lo más rápido posible, con la cara en alto.
La verdad era que me esperaba algo mayor... como esas cosas que pasaban antes...
Salí e intenté olvidarme rápidamente de todo, llevándolos a una esquina de mi memoria.
Los problemas de la casa, se quedan allá.
Entré y en vez de sentirme segura como antes hacía, me tensé. Alexis se giró a mi dedicándome una gran sonrisa, pero no más eso y lo agradecí.
—Buenas días, otra vez —mi sonrisa fue apenas visible.
—¿Pasa algo? —negué —oye si no querías que te buscara, podías decírmelo, no había...
—Gracias por buscarme —le interrumpí. No lo miré en ningún momento.
Tumbo sus hombros que estaban tensos y solo empezó a hacer el corto recorrido para llegar al colegio.
—Necesitamos solucionar esto —rompí el hielo.
—Perdón por todo —fue lo único que se dignó a decir.
—¿Qué pasó? —no me iría por las ramas.
—¿Estás segura que quieres hablar esto ahora?
Lo miré seria.
—Me lo merezco —solté.
Vi como respiró profundo y se incomodó un poco.
—Tienes toda mi atención que es lo más importante, ya que iba a ser lo más difícil de conseguir y lo sabes —me sinceré.
—Lo sé de sobra —intentó no mirarme —bien, empecemos por la parte de que no te engañé con ninguna chica —esta vez me miró rápidamente, viendo cada movimiento o gesto que le indicara algo, pero estaba nula.
—Hm —Solo dije mirando por la ventanilla.
—¿No me crees? —sonó dolido.
—Dame razones —respondí rápidamente.
—Que siempre he sido sincero contigo.
—Desde pasó lo que pasó todo lo que me hayas dicho carece de verdad, hasta que se diga lo contrario.
—Mierda, Eve —soltó desesperándose.
—Me pediste una oportunidad; intentarlo, y eso es lo que haremos, intentar, Alexis.
—Me conoces, nunca te haría algo así. Me conoces más que nadie, Eve.
—Eso no me basta —solté un poco dolida por aceptarlo.
—¿Y qué quieres que te diga?
—La verdad.
—Esa es la verdad —soltó de pronto.
Esta vez lo miré sin disimulo alguno. Él paró el auto y se dirigió a hacía mí.
—¿Qué haces? ¿Llegaremos tarde?
—No te engañé con esa chica, ni con ninguna chica, ninguna —no sé por qué razón especificaba tanto un punto.
—Algo anda mal —dije sin pensarlo con el ceño fruncido.
-¿el qué? Te estoy siendo sincero.
—Tienes razón, te conozco... —dije aún con muchas cosas en la cabeza saltando de un lado a otro, lo miré detenidamente a los ojos, esa mirada... ya la conocía. Nos quedamos un buen rato así sin mediar palabras, como si intentáramos adivinar lo que el otro piensa- tanto así, que sé que no estás mintiendo, y tanto así —hice una pausa escudriñando su mirada- que sé que hay algo que no me estás contando. Conozco esa mirada.
Se quedó callado, y esta vez apartó la mirada.
—Tengo secretos, Eve, como tú, como todos —se recostó del asiento rendido.
—Si tienen que ver con nuestra relación es mejor que los saques, porque eso me pone en el medio.
Tragó fuerte y sentía que le estaba doliendo el solo pensar lo que fuese que le estuviera en su mente en aquel momento. Le apreté el hombro y me miró. Sus ojos se suavizaron y me estudiaron con detenimiento.
—Te amo —soltó agarrándome desprevenida.
Asentí.
-y yo- respondí sincera.
-no me lo digas así, no me gusta, siento que solo lo dices por que sí, para salir del paso.
Toqué su cabello, así como tanto le gustaba que hiciera.
-te amo, Alexis- le dediqué una media sonrisa y vi como se tranquilizó.
Me apretó la mano y se la llevó a los labios, dejando ahí un suave beso.
-puedes quedarte a mi lado, ¿por favor?
Negué lentamente y sentí que me dolía estar en aquella posición.
-¿cómo estar con una persona que no confía en mi? Pones en riesgo mi cordura, mis sentimientos.
-te juro, que intentaré todo para hacerte feliz, lo prometo, pero dame la oportunidad, solo una más, nunca te di razones para alejarte de mí.
Que él supiera.
Suspiré.
-¿me contarás algún día lo qué pasa?- lo miré con duda.
-no...no lo sé- su mirada era de dolor. Teníamos confianza entre nosotros, y si él no quería contarme, es porque el asunto es muy personal, algo grande, así que decidí dejarlo, decidí que no iba a torturarlo por querer mantener su vida para él de alguna manera.
—No sé tampoco que decirte — aparté la mano pero él fue mas rápido y la agarró suavemente.
—Dame la oportunidad, una, solo te pido una —ladeó la cabeza y su mirada me suavizó el alma.
Muchas piezas no encajaban, pero me arriesgaría, lo amo, y lo haría, pero si algo fallaba, si eso tan grande que no me puede contar de veras me rompe, pues solo me tocaría empezar desde cero, pero siempre fui de arriesgarme, esta vez no sería distinto.
Asentí.
No tenía voz en ese momento.
Su mano enroló un mechón de mi cabello hasta hacerle rizos.
—Tde extrañé —su voz tan sincera me tranquilizaba y me hacía sentir más en casa.
Le sonreí quitándome el peso de encima.
Llegamos rápidamente al colegio, temprano como siempre y en cuanto salimos del auto todo el mundo nos miraba. Algunos tiraban fotos, el chisme de la semana. Otros eran de la parte universitaria.
GREYS estaba formada por diferentes edificios. Era una universidad, cada edificio era una carrera. Dentro estaba el colegio, que compartía ciertos lugares como el área de gimnasia, el teatro, la gran biblioteca etc.
Algunas personas que estudiaban en la universidad pasaban a hacer sus exámenes al colegio, siendo profesores por un día o simplemente exponiendo, dando alguna información al instituto.
En la parte del periódico escolar es distinto. El 50% estaba conformado por los estudiantes del colegio y el otro restante, de la universidad, así las noticias eran básicamente de todo el recinto. Ahí estaba Ashton, ya que era mayor que yo.
Alexis entrelazó su mano apenas salir y eso por loco que sonara, me dio un respiro, me sentí aliviada. Vestía una falda corta blanca y una camisa azul mangas largas. Algo simple.
—Hoy nos miran como si fuésemos fantasmas —me susurra y sonrío por las cosquillas que me provoca.
—Siempre somos el centro —lo miró y me río al instante por mi humildad.
Obviamente lo decía a broma, pero no estaba lejos de la realidad.
El novio de Jeanine se acercó a nosotros, me saludó rápidamente y apartó un poco a Alexis, necesitaba platicarle algo a solas.
No mentiré, me sentí incómoda, luego de platicar el asunto, quería su total atención, y que se apartara solo me traía malos recuerdos.
Vi a lo lejos como se recostó de un auto y se cruzó de brazos. Se rio de algo que él le decía y luego paró. Repasó el lugar y se fijó en mi. Giré avergonzada mi vista y luego escuché como gritaba mi nombre.
Con un gesto, me decía que me acercara y aunque sentí que sería impertinente de mí parte, lo hice aunque aun con un poco de vergüenza, no quería molestar al novio de Jeanine.
Una vez más cerca, me paré a una distancia considerable.
—Amor —me extendió la mano y la tomé con una media sonrisa plasmada en mí rostro.
Me haló hacia él y me abrazó con tanta dulzura que me estremecí.
Nunca me había tratado así, y me sentía bastante bien la verdad.
Amaba a este Alexis.
Aspiré su aroma y aunque esa colonia no era una de mis favoritas, la amé en ese momento.
A pesar de tener tres años con este chico, esta sensación era distinta, no se sentía él, así que no me hacía sentir ese nosotros tan lejano que éramos.
Nunca olvidaría ese momento, y no precisamente por lo bien que me sentía. Mi sonrisa se redujo a una fina línea y sentí mis nervios disparados. Ashton apenas llegaba con su cámara colgando de su cuello, en cuanto nuestras miradas se cruzaron, me sonrió de lado, una que por supuesto no me tragué, ¿Estaba incómodo quizás? No lo sé, ni lo sabré. Parecía como si no quisiera ni hablarme...
En cuanto se acercaba, pasó casi arrastrando sus pies a toda marcha, como si no quisiera ni que le mirara, en verdad no quería que le dirigiera la palabra pero en cuanto levantó su vista al sentir que Ashton lo miró supe que... él no estaba en ese estado de molestia conmigo, no...
Los miré a los dos, y podía jurar que había algo...
Alexis lo miraba por encima del hombro, como si él fuera menos. No sé si apostar por que tenía una medía sonrisa dibujada en su rostro que intentaba ocultar. Ashton se limitaba a mirarlo y solo pude identificar un sentimiento: molestia.
Mientras su mirada decía: no te soporto.
¡Pero no! claro que no se podía quedar ahí.
Alexis lo llamó como si de un perro faldero se tratara y se me paralizó el corazón. Intenté alejarme de su agarre pero no me lo permitió. Lo miré con el ceño fruncido.
Me empezaba a preguntar qué pecado estaba pagando yo en aquel momento. Maldecía a quien escribía la historia de mi vida, sería alguien con algún problema o no sé, la botó el novio ( o la novia ) que se la quiere desquitar conmigo.
Creo que la persona que escribe mi vida, le gusta el melodrama, ¡pero quédense! Que esto se está poniendo bueno...
Un melodrama digno de admirar.
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El inesperado cliché
RomanceEn un instituto donde las cámaras son el motivo de alegría, las porristas son la sensación, y los futbolistas son los candidatos especiales y únicos en la lista, se crean las múltiples historias clichés que todo adolescente, en algún punto de su vid...