Capítulo 27 (Capítulo final)

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—¡Quiero más!

–Ángel no grites —le dije riendo.

Me extiende el plato con entusiasmo.

—Quielo más —intentó no gritar y miré a Ashton con reproche.

Lo agarré riéndose y en cuanto sus ojos conectaron con los míos carraspeó.

—Creo que fueron demasiados panqueques por hoy, Ian —intentó no sonreir.

—Es que, quelo de esos que haces —empieza a hacer puchero y ruedo los ojos.

—Te has comido...

—Otro día, lo prometo —me interrumpe como si no quisiera que él escuchara un no rotundo.

—Estás volviéndolo más ñoño.

Me mira con un atisbo de sarcasmo.

—¿Ilemos al palque? —su carita se ilumina más si eso es posible.

—Claro, pero antes, hay que bañarse —no sé por qué, pero cada vez que los veo hablar el corazón me explota. Una sonrisa se me escapa de los labios. Ashton le manda a lavarse las manos luego de coger los panqueques con las manos y hacerse un desastre. Una vez solos, se acerca sin premura a mí y me roba un pequeño beso. Su agarre en mi cintura me hace sentir segura, los sentimientos que él despierta en mí nunca tienen palabras. Era la primera vez que podía admitir: estaba locamente enamorada.

—¿Por qué la sonrisa? —empezó a trazar suaves caricias en mi espalda. Su mirada caía en mí como si yo fuera un milagro y eso no hacía más que llenarme de un sentimiento tan inquietantemente satisfactorio.

Me encogí de hombros. Empecé a acariciarle el cabello y sin pensarlo, ya tenía la punta de mi nariz rozando la suya con deleite.

Suspiró.

—Me encantas—me susurró.

—Repítelo —le pedí, queriendo escucharlo una vez más, con esa voz tan característica de él, tan llena de sueños, de vida.

Una sonrisa escapó de sus labios, y me mató.

—Eve Giordano, Capitana de porristas, la rubia más hermosa del instituto. Me encantas —era como si me estuviera profesando un amor inmerso y yo me estaba sintiendo tan completa, como nunca pensé estarlo.

Que bien me sabía nuestro ahora.

Escuché las patitas de Ian  corriendo como si el mundo acabara mañana y me aparté de Ashton antes de que llegara.

—¡Bu! —Ian parecía un peluche, lo más tierno en esta vida.

Hoy teníamos un itinerario muy interesante.

Ir al parque.

De camino, sentí la intensa necesidad de agarrar la mano de Ashton, pero me abstuve, y él tampoco lo hizo.

Cuando llegamos, se sintió tan bien. Salir allí frente a todo el mundo, junto al otro.

Habían unas chicas con sus mascotas del otro lado del parque, y daba la "rara" casualidad de que se estaban fijando más de lo normal en mi chico.

Ashton le compró un algodón de azúcar y un globo a Ian. Estaba haciendo cola y yo, mientras, me quedé sentada en uno de los bancos, frente a los juegos.

Ian tenía amigos aquí, así que se distraería. No se quedó quieto y se fue a jugar con ellos.

Cuando Ashton llegó hacia mí, me quedé callada. Revisé si tenía alguna llamada perdida de Kathe, pero no, lo cual me produjo un sabor amargo. Aún habían muchas cosas sin terminar, muchas pendientes, y no sabía cómo empezar a darles cara con seguridad y calma.

El inesperado clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora