No sé como pasó pero desperté en mera madrugada en mi habitación. Le di vueltas a mi mente mientras pensaba en cómo carajos llegué a mi casa. Tenía la misma ropa y eso ya era un alivio para mí. Respiré con dificultad al verme en un pequeño trance, despistada. Sentí un peso encima de mi vientre y me sobresalté. Era Ian.
Sonreí al verlo ahí pegado junto a mí. No hay sensación más satisfactoria que ver a tu pequeño junto a tí en un plácido sueño.
Estaba muy dormido, su respiración pesada lo decía todo.
Le acaricié la mejilla con suma delicadeza para no despertarlo. Su piel era tan suave, tan tierna. Dan ganas de comérselo. Esa cara de ángel, ¿Como no amarlo?
Me quedé luego mirando el oscuro techo en medio de la noche, las hojas hacían siluetas dentro de ma habitación, se movían constantemente, solo podía escuchar el fuerte viento golpeando la ventana.
Me paré sin rumbo alguno, no tenía sueño. Buscaría por si las moscas a alguien en la casa que explicara mi presencia en ella.
No podía ser Ashton porque no tiene llave.
Palpé las paredes lentamente para ir guiándome y cuando salí del espacio en donde Ian dormía a gusto, vislumbré una tenue luz al fondo del largo pasillo.
Miré extrañada aquella guía hacia esa habitación.
¿Alguien estaría ahí?
Entré viendo de extremo a extremo buscando alguna silueta, algo...
Pero solo vi objetos tirados.
La habitación no era un desorden, más sin embargo, con algunos juguetes tirados, se veía arreglada.
Lo más lógico es que Ian haya jugado el día de hoy aquí, después de todo, era su habitación de "relajación" como le llamaba él.
Me recosté del marco imaginándome cada paso de aquellas cortas patitas merodeando de un lado para otro con cada juguete.
Me adentré para arreglarlo todo, para poner cada cosa en su lugar; Juguetes que nunca había visto estaban en ese cuarto. Le preguntaría por ellos después. Si un niño trae algo que no es suyo, hay que prestar atención, ¿Quién sabe?
Acerqué hacia mí las cajas para almacenarlos todo como estaban antes de que aquel terremoto llegara. Habían pinceles en algunos rincones ¿Desde cuándo teníamos pinceles?
Gateé hasta ellos y los analicé, por si tenían nombres. Estaban nuevos.
Había pintura de diferentes tipos, pero no pinceles, por lo menos, no así, Ian los rompía.
Cogí una caja especialmente para ellos. Vi las grandes hojas de dibujar frente a la pequeña cama que habían en aquel espacio. Analicé cada detalle que plasmó sobre aquel objeto y un sentimiento de amor me golpeó de lleno. Para ser un niño de su edad, estaba hermoso. Él tendría arte para pintar.
Debería comprarle pinceles aunque luego los descuide, no puedo privarlo de algo que le gusta.
Miré las hojas detalladamente, como si me estuvieran hablando. Recordé a Ashton al decirme que hiciera un poco de arte para él y por alguna extraña razón ese fue el arranque, el impulso para hacerlo. Me preguntaba, que sería si me explicara por medio de las pinturas, de las tonalidades, de algo propio. En mi mente habían una soga halando hacia dos lados, el sí y el no. Después de quedarme ahí parada, pensando si valía la pena y los momentos de mi vida, me decidí.
Busqué aquellas pinturas especiales y las acerqué. Sentía que aquello me llamaba, que quería plasmar todo lo que tenía dentro por el momento. Sí, me sentía inspirada.
Quería hacer todo y a la vez nada. Inhalé profundo. Tracé pequeñas líneas, empecé a usar distintas tonalidades, me planté ahí aunque me doliera estar sentada en aquella posición.
Sentía que podía desperdiciar una hoja por un momento y luego ...
Luego hacía un destello de colores, una galaxia de sentimientos tintandos en aquel papel blanco.
Hojas iban de aquí a allá. Me desesperaba sentir que tenía que darme prisa o sino, la idea se me escaparía como agua entre las manos.
Sentía relajarme con cada toque del pincel. Respirar hasta los mismísimos detalles y sentimientos con que me disponía a trazar cada pequeño detalle. Muchas hojas, demasiadas a decir verdad. No había podido parar. Y solo me di cuenta que ya era hora cuando sentí ese olor a cigarrillo, cuando la luz destacó todo a su máxima potencia.
Él había llegado.
—¿No crees que es muy temprano para esto?
—No es de tu incumbencia —No lo solté de mala gana, solo respondí de la manera que estaba acostumbrada.
Sentí sus pasos adentrarse, acercándose a mí.
—No te atrevas a tocar nada —esta vez hablé con un tono amenazante, sabiendo de antemano que él sería capaz de romper cada dibujo solamente por lastimarme.
Escuché el sonido de una hoja y me giré rápidamente.
–¿Quién es?
—¡Que no toques nada! —me sobresalté y corrí hacia él, arrebatándole el dibujo de las manos.
Resopló.
—¿Sabes qué hora es? –Se cruzó de brazos con ese horrible olor.
—Vete, no quiero que Ian te vea así.
Su gestó se endureció.
—No me importa que me vea como soy.
Sí, como una mierda.
—Eso lo sé de sobra.
—Tu madre hubiera querido ver en lo que te has convertido.
Me acerqué a él con ese dolor punzante en el pecho. Él sabía en lo que se estaba metiendo.
—No metas a mi madre en esto —susurré apretando los dientes.
Me retaba con la mirada.
Era una estúpida guerra de poder en estos momentos, de esa que le encantaba hacer por tiempos. Sin duda estaba en esa etapa de rebeldía una vez más.
—Ya estás a tal punto de perder la cabeza –afirmé -por eso estás buscando joderme la existencia. Pero soy más inteligente que esto —lo miré de arriba a abajo con desagrado.
Me agarró de la mandíbula, apretándola con fuerza. Sentí como si mi cabeza estuviera al explotar.
—Cuidado con lo que dices. Tú a mi no me vas a controlar con tu puta existencia, que te quede claro.
Me quedé inmóvil, esperando por algo, algún golpe, alguna señal y él lo sabía. No era bueno forcejear con una persona en el modo en que estaba. Pero mí boca soltó otras cosas en el peor momento:
—¿Quién diablos en su vida ha podido gobernarte? Estás jodido hasta lo profundo y quieres llevarnos contigo por ello, no puedes ahogarte en tu miseria como un hombre. Pero te aseguro, que seremos libres, y no podrás vernos, porque estarás tras las rejas. Cobarde. -escupí con odio.
Recibí una bofetada de su parte pero no me inmuté.
¿Dolió como un infierno? Sí, mucho, pero no le daría el gusto. Acabaría con él, eso lo daba por hecho, y cuando lo hiciera, lo disfrutaría como nunca.
—Es una promesa —le dediqué una pequeña sonrisa desafiante. Pasé por su lado chocando su hombro y me dirigí a la cocina, busqué una funda de hielo para ponérmelo en la mejilla y me quedé ahí hasta que llegó la hora de hacer el desayuno.
No podía dejar a Ian hoy en casa, no podíamos ninguno de los dos. Buscaría donde ir mientras pase su tiempo de maníaco.
Me preguntaba como diablos la muerte de alguien podía crear un ser de "Luz" como decía mi hermana, en este, bueno...ni una persona era.
Arreglé todo, el uniforme de Ian, el mío, nuestros desayunos.
No preguntó por la inflamación en mi rostro del lado derecho, más sin embargo me ayudó con ello, crema, más hielo, más crema y ...¿dije hielo? Bueno, sí, es que lo hizo repetidas veces sin saber que hacer.
Muchas personas dirán, wao, tan fácil como llamar a la policía, es estúpida...
Bueno, pues...nunca has sentido que tu vida podría estar en peligro de extinción.
Competir en la sociedad con una persona de poder es tener el juego perdido. ¿Y como iba a exponer de tal forma a Ian? Nunca, jamás. Hacía todo lo posible por evitar cualquier contacto con ellos dos, mayormente su ira iba hacia mí. Ian sabía lo que era él y aún ese, ese pedazo de persona, intentaba buscar una miseria de luz en su interior, algo que le diga que aún hay un corazón.
Ian es tan buena persona, que se destruiría por buscar siempre lo bueno en los demás, aún cuando demuestran constantemente que no lo son.
Y yo estaré ahí cuando el caiga, y lo defenderé con garras si es posible,
Pero nunca será como yo, no pasará por esta carga.
Partí de casa como siempre, a altas horas de la mañana para llegar temprano.
Había prácticas de todos los equipos, pues la próxima semana tendríamos otro partido en el que presentarnos.
Por una parte estaba entusiasmada por sentir de nuevo esa emoción corriendo por mis venas, pero por otro, solo quería quedarme acostada con Ian.
Pronto lo conocerían, he tratado de que pasara su niñez sin ser muy visible para la sociedad, ni para mis amigos incluso. La única persona que le conoce es Alexis, ya que él iba a mi casa diariamente y era imposible ocultar a un pequeño en una casa, la energía no les deja estar tranquilos. Para mala suerte, ellos dos no se llevan. Alexis no soporta a los niños y Ian, pues, simplemente no conecta con él aunque lo intente.
Entré al área de prácticas y me integré de inmediato, Kathe solo hablaba de lo bien que la pasamos ayer, y yo me limitaba a reír por sus comentarios. Me confirmó que Ashton me había cargado hasta mi habitación y que ella cogió mis llaves para abrir, lo explicó de una manera graciosa ya que, estaban a oscuras y tropezaban con todo.
Me preguntaba si habían visto a Ian, pero no quería arriesgarme a preguntar.
Miré hacia un lado, viendo donde estaba ubicado el chico espontáneo. Al parecer él pensó lo mismo que yo, ya que desde antes me estaba viendo.
Le devolví el gesto una vez que me sonrío. Uno de sus amigos le topó el hombro, llamando su atención y me reí más por ello.
—¿Te gusta mucho, cierto? -fue más una afirmación de parte de Jeanine, mirándonos a los dos.
-Solo somos amigos -aclaré.
—Eso no fue lo que pregunté, pero bueno, no necesito confirmación —soltó divertida.
—Él es un encanto, te aseguro que se merece que lo veas dos veces —habla Kathe esta vez.
—Lo veo hasta tres veces si es posible –digo divertida y nos reímos.
—Me alegra que todo marche bien —comenta Jeanine.
Me quedé muda ante ello. Nada, absolutamente nada estaba bien.
—¿Cuándo saldremos todos juntos?, hablo de integrar a Jeanine. -se interesa la ojos azules.
—Les avisaré.
—Te va a gastar la presencia de mirarte tanto —Jeanine no se pierde ningún detalle de Ashton.
—¿Puedes disimular, por favor? —le pido.
—Esa palabra no existe en mi vocabulario –sigue estirándose.
—Siento que no dormí nada —Kathe suelta un suspiro cansado.
—Ni que lo digas -recuerdo en qué me la pase toda la madrugada y me muerdo el labio. Quería quedarme en aquel cuarto, palpando el pincel y esa corriente, ese imán que me exigía plasmar cualquier cosa que llegara a mi mente.
—Kathe, me gusta ese maquillaje —Jeanine se interesa de pronto y se le acerca como si fuera a besarle.
—¿Ah, sí? Te lo presto —responde divertida. Lo cierto es que mis amigas se maquillaban excelentemente bien. Kathe ha estado arreglándose más de la cuenta, me empezaba a preguntar porqué razón.
—Todo lo tuyo es mío, no me lo tienes que decir.
—Entonces...una puerta, ¿Eh? —comienza Jeanine viendo un poco inflamado ese lado de mi rostro. Aunque ya estaba disimulado, ella era muy observadora.
Asentí lentamente encogiéndome de hombros. Dudaba que una de las dos me creyera, pero sabían que si no hablaba tenía mis motivos.
—Oh, tengo que ir a comprarme ropa, necesito la tarjeta de Papi.
—Enserio debes de hacer algo con tu vida, Kathe. -De las tres ella era la más "hija de Papi y Mami" como la llamaba Jeanine.
Me reí porque entraron en una mini pelea de que cada ser en este universo es libre de hacer lo que quiera y Kathe quería ser una mantenida, caso que Jeanine no aceptaba por ningún motivo, era muy independiente de cierta forma.
—Eve...
Esa voz que tanto conozco me provocó un escalofrío en toda la espina dorsal. No giro el rostro, porque no me siento preparada aún para enfrentarlo.
—¿Será que tienes cinco minutos? —pregunta con un tono cortante.
—¿Quieres que te ayudemos? —Jeanine susurra intentando respaldarme.
Niego lentamente y respirando hondo.
Me levanto intentando no alterarme y lo sigo bajo las miradas y flash de muchas personas alrededor.
Descuida, es tu novio, hablen con calma.
Entramos a un aula vacía, donde todos los asientos están dispersos, como si acabaran de irse.
Cierra la puerta y se acerca a mí con toda esa magnitud de personalidad. No me permito sentirme pequeña delante de él.
¡Jah! Vamos, estamos hablando de mí. Si hay unas palabras que no me definen es baja autoestima y si de poder hablamos, puedo con él.
—¿Me explicas? —Suelta con brusquedad.
—¿Qué quieres que te explique? —suelto monótona, tono que le irrita en demasía.
—No vengas a comportarte de esa manera. ¿Dime a qué diablos vas con ese tipito de las cámaras? ¿Tienes una idea de lo que puede representar eso? ¡¿La tienes?!
—Primero, ve bajándome el tono, tú y yo no somos iguales —le corrijo —segundo, si me pagaran por como se ve cada acción que tomo, fuera rica, aunque... —hago una pausa como si estuviera pensándolo -ya lo soy. Por si no te quedó claro, no fui solamente con él, pero obviamente, solo vas a hablar de lo que te conviene. Y en tal caso de que fuera con él -me acerqué a centímetros de él, retándolo —¿Qué?
—¿Es enserio? ¿A ver quién diablos es tu novio, Eve? Empiezas a tomar una actitud de mierda conmigo, sin yo merecerla. ¿Acaso no he hecho todo lo que me has pedido? ¡Todo!
—Me estás tratando como si en algún momento te he dado razones para desconfiar de mí, ¿Y aún así preguntas?
Empieza a respirar con una rapidez que puede asustar a cualquiera... menos a mí. Su pecho sube y baja a gran velocidad. Está alterado, mucho, muy molesto, pero no daré mi brazo a torcer.
Su rostro se endurece.
—No te pedí que volviéramos a ser novios para que actuaras como una cual...
No dejé que sus palabras salieran de su boca. Dejó todo a media oración cuando plasmé mi mano en su rostro, con toda la fuerza que tenía.
Un gran silencio se hizo presente, sintiendo una gran opresión en el pecho.
—En tu vida me vuelves a hablar de esa manera —le ordené señalándolo.
Sentía mi corazón golpeándome el pecho con tanta ferocidad que dolía.
Nos debatimos en una guerra de miradas. Apretaba los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos y yo, pues... mi mirada lo decía todo.
—Tienes mucho que construir en tu vida, te sugiero que vayas empezando por tí. No pienses que obtendrás ni una miseria de mí —le susurré con un remolino de sentimientos.
Salí antes de romperme allí mismo delante de él.
Cuando abrí la puerta, habían muchas personas alrededor, con cámaras y micrófonos pequeños. Gente del periódico.
Era una plaga totalmente.
Salí con mi cara en alto sin decir ni una sola palabra.
Me dirigí con un silencio abrumador hacia la sala de entrenamientos, pero llegando a la puerta, me recosté en la pared, inhalando con fuerza.
Tranquila, tranquila, no ahora...
Los recuerdos con Alexis me pasaron como una película, hasta con las canciones que más escuchábamos. Todo se veía tan doloroso que sentí ese dolor punzante una y otra vez.
No salgo de una, porque me meto en otra. Mi vida se ha vuelto una constante guerra.
Si esto es parte de la maldita historia de mi vida, ¿por qué diablos no me da el tiempo de recomponerme? Necesito un respiro de todo esto.
Por favor, dame un respiro de todo. Es lo que pensaba una y otra vez. ¿Habría escrito ya mi destino? Si era así, solo esperaba que no me dejara ahogarme.
No, de ninguna manera... No iba a quedarme a embarrarme de lodo en el suelo. Me iba a recomponer de todo, absolutamente todo. Lo que ahoga a las personas no es caer al agua, sino quedarse sumergidas en el. Yo no me quedaría ahí, iba a moverme, iba a continuar de la mejor manera.
Me sequé las lágrimas que empezaban a escaparse de mis ojos. Sentí un leve movimiento en mi cabello y me sobresalté.
Era Ashton.
Sentí romperme más al verlo ahí de frente a mí. Es como si me diera más razones para llorar.
—¿Por qué siempre estás en estos momentos? —Mi tono sonó molesto.
—¿Prefieres que no esté cuando lo necesites? —su voz tan tierna me endulzaba el oído.
—Prefiero que no me veas cuando estoy tan destrozada -corregí.
—No eres débil por llorar, tienes que permitírtelo —se colocó frente a mí ladeando su rostro como un cachorro.
Me mordí en labio pero no fue suficiente para evitar que soltara un gemido doloroso.
—Fueron muchos años con él —me tapé los ojos.
—Lo sé —me susurró.
—No sé cómo llegamos a esto, ¿Qué diablos hicimos mal? —lloré como una nena frente a él.
—Tu no puedes evitar estas cosas, Eve. Te aseguro que por una buena razón pasó. Negué frenéticamente.
—Hey, mírame, rubia.
Se aceró más a mí, levantándome la mirada. Su mirada lo decía todo. Es como si supiera por lo que estaba pasando en esos momentos.
—Es necesario que ocurran cosas que no nos gustan para poder abrir otras puertas. No te culpes por las decisiones que no te corresponde tomar. Tu puedes cambiar muchas cosas, pero no destinos. Y estarás bien —dijo con sus ojos llenos de dolor y a la vez tan cálidos, llenos de un sentimiento refrescante, tranquilizador.
—Te lo juro —susurró, alentándome.
Asentí levemente con los ojos inyectados en sangre y el labio cortado de tanto ejercer fuerza en el para no soltar ningún sonido doloroso.
—Vas a salir de esto, te compraré mucho helado de chocolate —dijo con una sonrisa de lado.
Asentí imitando su gesto.
Me abrazó acariciando mi cabello lentamente. Me sentía asfixiada, pero podía, todo iba a mejorar. Lo tenía a mi lado, tenía a mis amigas, muchas personas alrededor. Esto solo sería un golpe más. Me quedé en sus brazos, aspirando su aroma tan destacado y me perdí en él.
Un sonido molesto interrumpió el momento llevándome otra vez a la pesadez de querer seguir con mi vida. Lo cogí de mala gana.
—Sí... —dije seca.
—Buenas ¿Habla la señorita Eve?
Mis alarmas se activaron, porque ya conocía ese tono de voz, era la secretaria del colegio de Ian.
—¿Qué pasó? —me permitir dejar una brecha de tranquilidad, pensando en que no toda mi calma se iría a la mierda.
-Solo era para informarle que el tutor legal del niño Ian, ya lo ha recogido. El transporte ha venido a quejarse en dirección porque no le habían avisado, y se había pasado un largo rato buscándolo.
Mi corazón dejó de hacer su función. Mi juicio se fue la mierda en cuanto escuché aquellas palabras.
Él tenía a Ian. Eso fue todo lo que pude entender.
Empecé a temblar. La calma con que la señora hablaba me daban ganas de decirle unas cuantas palabras poco propias de mí. Empecé a sentirme mareada.
Me había olvidado de la existencia de Ashton que se quedaba mirándome con una cara de preocupación máxima al mirar el estado en que me volví.
—Hey, hey, ¿Qué pasa?
¿Qué pasa? Que iba a armar la segunda guerra mundial hoy mismo si no encontraba a ese niño.
Colgué el teléfono y salí como alma que lleva el diablo.
Ashton no me perdió de vista.
—¡Eve, tranquilízate! —me evitó el paso.
—¿Tienes el auto? —fue lo primero que pensé.
Dudó en responder, pero asintió.
—Necesito que me lleves pero ya —le exigí.
Asintió sin rechistar y nos dispusimos a ir a caminar a paso rápido.
El dolor de cabeza incrementó. Ese tipo se estaba metiendo en la boca del lobo. Iba a mover mar y tierra hasta encontrarlo.
¿Dónde diablos lo iba a buscar? Él paraba en todos lados y en ninguno a la vez. No tenía control de nada en esos momentos.
—¿Hacia donde nos dirigimos? —preguntó cauteloso.
Y como si sus palabras fueran un bombillo encima de mi cabeza. La mente se me aclaró.
Claro, ¿Dónde más iba a estar sino con sus estúpidos amigos?
Él estaba en esos días donde no tenía ni siquiera control de él mismo. Había que tener cautela en todo momento. Él sabía lo que iba a provocar con esto, pero se estaba saliendo de control. A Ian nadie lo tocaba, y mucho menos él.
Iba a encontrar el caos que pensaba provocar.**********
No saben lo doloroso que fue reescribir este capítulo, pero espero que lo hayan disfrutado. Nos leemos la próxima semana ❤
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El inesperado cliché
RomanceEn un instituto donde las cámaras son el motivo de alegría, las porristas son la sensación, y los futbolistas son los candidatos especiales y únicos en la lista, se crean las múltiples historias clichés que todo adolescente, en algún punto de su vid...