El único reloj del comedor lucía como si estuviera a punto de caer sobre la cabeza de alguien en cualquier momento. Ayer mismo había sido colocado. Se comentó que fue debido a que algunos reos enloquecieron por simplemente no saber la hora exacta. A esos sujetos no se los volvió a ver rondando en nuestro pabellón.
La desesperación de vivir en la ignorancia de la precisión quizás les derritió el cerebro lentamente.Aseguro que otros probablemente sufrirán lo mismo debido al nuevo reloj. Con tan sólo saber la hora exacta la cordura también puede llegar a perderse. Estar al tanto del tiempo que pasas encerrado perdiéndote del exterior también es frustrante como no estar pendiente de él.
Una solución que traería otro problema.Cualquiera que se siente en la mesa debajo de reloj, seguro que termina golpeado por él.
Flojo y salido de ese pobre clavo apenas bien colocado desde el principio por los guardias. Sí que ellos no le ponían esmero al trabajo que seguramente habían elegido ejercer sólo por el bono que se recibía. ¿Acaso tan buena es la paga por vigilarnos y jodernos?Despejando mi mente de las mismas quejas, me digné a concentrarme. Entrecerré los ojos para ver la hora que las agujas decían, pues su altura y distancia de donde yo estaba parado no me era beneficiosa, me quedé quieto un momento. Ese tipo de reloj y yo nunca nos llevamos bien ni cuando estaba afuera.
El hombre de atrás me empujó de una manera muy brusca; indicándome que debía avanzar con la fila. Casi empujé también al hombre delante mío por su golpe. Eso de seguro habría empezado otra de esas absurdas peleas donde cada uno de los de alrededor empiezan a gritar como salvajes, alentando a la violencia entre los conflictivos, hasta inducir a una pelea grupal.
Giré mi cabeza, viendo con desprecio al tipo incluso sin saber con qué me toparía al decidir echarle un vistazo.
La barba del bestia ese desvelaba la falta de cuidado personal que tenía; despeinada, larga, canosa como el poco cabello en la cabeza del tipo y tan enredada que un solo vistazo era suficiente para sacar tal conclusión: no tuvo la fortuna de visitar las duchas del fondo que tienen espejo.Lo miré mal pero no dije nada, ni me disculpé con él por haberme distraído. En este lugar nadie merece una disculpa ni aunque tú seas el culpable. Caminé unos pasos hacia adelante, los de atrás avanzaron conmigo.
Esta vez, intentando seguir el paso de la fila y no enojar a Santa Claus detrás mío; volví a dirigir mi vista al reloj de la pared. Escuché un gruñido salido del hombre. Tosí como respuesta.
Y entonces al fin pude ver bien los números que señalaban las agujas. E intentando recordar cuál era el sistema de esa cosa, deduje la hora.
Indicaba que eran las doce y cuarto, pleno mediodía. O algo así, más o menos minutos.El muchacho latino delante mío se fue de la fila con su bandeja en manos. Observé los platos que hoy nos daban, otra asquerosidad visual pero seguro muy nutritiva. La comida chatarra sí que se añora aquí dentro. A menos que tú o alguien más la consiga de contrabando no puedes volver a sentir su aceitoso sabor recorriendo tu paladar hasta terminar en algún lugar que más tarde se hinchará. Nosotros extrañamos la sensación, o al menos yo lo hago.
La mujer que me entregó mi bandeja de comida era Betty, también una prisionera pero del pabellón de mujeres, conocida por ser una influyente en su grupo. Ella y algunas más de su sección nos hacían la comida. Incluso en estos años y aquí se sigue manteniendo esa costumbre ya retrógrada de la mujer sirviendo al hombre cuando de labor doméstica se trata.
Agradecí, pocos lo habían hecho, siendo honesto. Ella sonrió y me pidió que circulara. Adiviné la expresión molesta del canoso detrás.
Me marché de la fila. Fui a sentarme en una de las tantas mesas. Lo triste era que muchas opciones de asiento no tenía. A menos que sea parte de un grupo, una pandilla o sea considerado la puta de alguien, no puedo tocar la mesa de ciertos tipos.
Me senté cerca de la puerta del comedor en una mesa que estaba vacía, ventaja de ser uno de los primeros en recibir la comida.Esta costumbre de sentarme solo durante el almuerzo transmite la nostalgia de la secundaria. La época en la que me tocaba decidir si dividirme en grupos determinados ajenos a otra gente, o vivir mi vida escolar sin muchas amistades, las pocas siendo frágiles y temporales.
Opté por lo segundo. Sinceramente, todos los de la escuela eran una mierda.
Plásticos, falsos, presumidos, dando vergüenza su actuar, ñoños y estúpidos queriendo llamar la atención con payasadas.Mis quejas son casi las mismas ahora con mis compañeros de encierro. No me sorprendería encontrar a alguno de la secundaria rondando por aquí.
Volví a echar un vistazo al reloj, tenía presente el morbo y la gracia de querer ver cómo golpeaba a alguien en la cabeza.
Pero fue que desde mi posición cercana escuché antes que nadie unos gritos. Los mismos que todos conocíamos muy bien, los de negación a ser traídos aquí.
-¡No, por favor! ¡Soy inocente! -Los mismos aullidos de dolor que hicimos cuando el martillo el juez sonó en la sala. El mismo lamento que tuvimos de haber cometido lo que cometimos para caer en el abismo.
Las puertas del comedor se abrieron casi de un feroz golpe que el guardia dio. Traía a otro sujeto, lo tenía del brazo con demasiada fuerza al parecer, el chico estaba al borde del llanto. Su vestimenta naranja como las de otros decía que él y su crimen no eran graves. La mía tenía la desfortuna de ser beige, lo que significaba lo contrario.
-¡Cállate y entra! Llegas a tiempo para el almuerzo, no te quejes -dijo el de más autoridad del cuarto. El nuevo chilló, fue lanzado al suelo dos segundos después. Tuve el impulso de ir ayudarlo, pero debía esperar a que el guardia se fuera. Ir a levantarlo del piso en su presencia sería una paliza para mí.
Él recorrió el comedor con la mirada, la mayoría había volteado a ver la escena que se manejaba con el recién llegado. Hizo una mueca amenazadora, asustando y no a algunos que le veían. Se dio la vuelta y volvió a abrir las puertas por las que entró, desapareció del otro lado.
-¡E-espere! -gritó el hombre aún en el suelo. Estaba tan cerca que escuché su penar, quizás tenía su rostro oculto entre sus rodillas pero era obvio que lloraba.
Los demás regresaron a lo suyo, les importaba poco ver a otro sufrir. A los que llevaban meses o años ya era una total costumbre estar presente en el sufrimiento de los que recién llegaban. Y a los que no, no les interesaba sentir pena por otro idiota que fue atrapado. Alguien como ellos.Y sin pensar mi propia situación como lo hice con el resto, me levanté dejando sin protección mi lugar. Me acerqué al chico, esperaba que no me grite como el asiático de hace una semana que rechazó mi ayuda.
Oí sus sollozos. Intenté no espantarlo con un acercamiento repentino y saludé. Entonces noté lo peculiar que él era cuando volteó a verme.
Su rostro quedó grabado en mi cabeza.Esta historia es muy especial porque le pondré mucho empeño a esto y de por si es la primera historia que está narrada en primera persona. No se sorprendan si tardo en actualizar.
Agradecería que voten o comenten, no quisiera borrar esto, por favor.Y si notan referencias a The orange is the new black, es porque de ahí viene esta idea. Lástima que no me dejaron verla completa, vi pedacitos nada más 8(
Adiós y gracias por leer ♡~
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❝Let Us Out!❞ 2doc/Studoc
Fanfictionᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᵗʰᵉʳᵉ'ˢ ᵃ ᶜʰᵃᶰᶜᵉ ᶠᵒʳ ᵐᵉ ᵗᵒ ᵐᵃᵏᵉ ᶤᵗ ᵒᶠᶠ ᵗʰᵉ ˢᵗʳᵉᵉᵗˢ ᵀᵉˡˡ ᵐᵉ ᵗʰᵃᵗ ᴵ ʷᵒᶰ'ᵗ ᵈᶤᵉ ᵃᵗ ᵗʰᵉ ʰᵃᶰᵈˢ ᵒᶠ ᵗʰᵉ ᵖᵒˡᶤᶜᵉ Las experiencias aquí narradas son contadas desde el punto de vista de Murdoc Niccals. Nos narra su vida como preso durante la llegada de...