Hey, you, blue

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Quizás era mi imaginación pero sentía más miradas sobre mí de lo usual.

A Murdoc Niccals no le molesta un poco de atención, cuando todos voltean a verte sabes que hiciste algo como para que esos malnacidos te dirijan la mirada como señoras chismosas mirando a la nueva y joven vecina. Sea malo o bueno lo que hayas hecho, debes sentirse recocijado. Porque eres tú el que recibe la fijación, eres tú el que ha hecho algo interesante que fue lo suficiente importante como para ocupar un poco de tiempo en las miserables vidas del resto. Debes sentirte asombroso, el rey del mundo. Eres tú el que ha tenido la emoción y la adrenalina de hacer lo que sea que hayas hecho para terminar así, rodeado de atención exclusiva para ti.
Y si hiciste algo sumamente malo, es mejor sentirte pleno que culpable...

Pero aquella mañana no pude sentirme como el amo del Universo. A diferencia de cómo me sentí cuando me atraparon robando mi primera tienda, de cuando entré por primera vez a una patrulla rumbo a una comisaría frente a todo el vecindario. Fue diferente de cuando pasaba frente a mis subordinados sabiendo que me odiaban, y sabiendo que ellos sabían pero que algo más allá del odio mudo significaría su acribillamiento.
Se pareció más a cuando me arrestaron para traerme aquí, con mis inocentes bolsas de papel llenas de lo que se convertiría en mi cena aquella noche. Pagué todo eso y terminó en el pavimento, y yo terminé con esposas en las muñecas, camino a la sucursal del infierno. Las miradas de los que entraban y salían del supermercado eran vergüenza pura. Que me hayan arrestado, a mí, y así fue un completo desastre...

Tras vestirnos a espaldas del otro—como jóvenes avergonzados saliendo de un encuentro que sólo se dio por copas de más—, y tras esperar que la reja se abra automáticamente, salimos de nuestra celda, camino al comedor como todas las mañanas. Los funcionarios nos echaban el ojo, como fastidiosos halcones.

Pero más fastidioso que esos uniformados era la sensación que me daba el resto, de que todos los demás probablemente escucharon mi absurda confesión al recién llegado. Era una puta paranoia que me empezó a carcomer las ideas, me miraban con asco, con burla, como si tuviera uno de esos chistes malos que te salen en los chicles pegado en la frente. Daba pena, pero risa a la vez.

"Amor" le había dicho a Stuart, no podía creerlo...

El jefe de uno de los más peligrosos grupos de Inglaterra que funcionó bajo las sombras por tanto tiempo, se le declara a su compañero de celda de la forma más cursi y estúpida, tras haberle hecho una felación, además.

¡Qué patético! Y su respuesta, que me hizo caer en cuenta de lo dramático que me escuché fue la cerecita del pastel: "¿M-me amas? No esperaba eso... Vaya". Cuando apenas contestó me di la vuelta, avergonzado como la puta madre, y dejé inconclusa esa confesión. Empecé a ponerme mi ropa y él me imitó, ahí quedó.

Nos llevaron, como toda mañana, cual ganado, al comedor a través de un pasillo mientras iban saliendo en filita de sus celdas. Era un desfile matutino.
Detrás nuestros habían hombres y adelante también, marchábamos con un paso apurado por los guardias, y con el hambre como motor, a pesar de que no era la mejor comida que podríamos desear.

Stuart iba a mi lado, muy pegado a diferencia de las otras veces. Supuse que ya se había sumergido en el papel de novio tímido, y, feliz y con toda la puta confianza del mundo; tomé su mano. Se enderezó, y me miró de reojo, no se opuso al agarre, pero sí noté su incomodidad. Yo lo solté, muy arrepentido de haberme acercado así.

Un tipo detrás se acercó demasiado, y antes de que pudiera quejarme, habló: —Eh, azulito, ¿ya te lo andas cogiendo a éste? Menuda suerte —comentó uno que iba detrás, su voz me pareció haberla oído antes y cuando volteé vi a un hombre vulgar y con pocas arrugas, tanto en la cara como en la ropa.
Recordé que él fue el que me dio tremenda bienvenida a la cárcel, y el que nos pidió cerrar el hocico en plena madrugada. Vaya mañana.

❝Let Us Out!❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora