His past

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Había nacido en 1978, el 23 de mayo en el hospital de su pequeña ciudad. Fue recibido de inmediato en una familia funcional, padres cariñosos que a partir de su existencia cumplieron siempre con su deber parental. Su rol como hijo no le exigía mucho, vivió su infancia con bastas comodidades.
A muy temprana edad desarrolló un profundo interés por la música. Aprendió, gracias al apoyo de sus tutores, a tocar lo básico de varios instrumentos. Más tarde, se introdujo por completo en dicho mundo, ganando más y más experiencia.

Incluso tras accidentarse cayendo de la copa de un árbol y sufrir lesiones graves; su talento y conocimiento en crecimiento se mantuvo.
Ni quisiera el haber experimentado la total caída de su cabello lo detuvo en su aprendimiento.
Tampoco los problemas que después se generaron alrededor de aquel hecho apuraron en detenerlo en el desarrollo de su talento: La preocupación de sus padres había sido tanta que se culparon el uno al otro por lo sucedido, afirmando que la seguridad de su hijo valía el costo de la próxima problemática que su relación empezó a tomar. Ya no sólo por el hecho de Harold, sino por problemas maritales que dejaban de tener que ver con el pequeño. Stuart fue espectador de la brecha que entre Rachel y David Pot se empezó a formar.

Cuando dijo aquello no evité empatizar con él, vivir en un hogar donde los adultos de él se la pasan discutiendo no es lo que en los cuentos plantean sobre la familia. Le dije que lamentaba lo de sus padres, que los míos habían pasado por la misma mierda, claro, antes de que mi madre muriese a manos de su propio esposo. Lo último no se lo mencioné, fue un pensamiento.
Él dijo que no me preocupara, en su momento eso no le afectó demasiado. Vivió en su burbuja por su propio bien.

Pasó de todo eso, de las disputas que de a poco ocurrían con más frecuencia. Sus clases de canto y piano tuvieron más importancia que el resto de lo que debió ser su interés, como el nuevo tono que fue apareciendo en su cabeza bajo ese gorrito de lana, el cual portó hasta que su nueva cabellera azul alcanzó un largo promedio...

En ese momento, miré extrañado a Stuart. Y haciendo repaso de las últimas palabras que dijo me vi obligado a interrumpir su relato, le pregunté: —Espera, ¿no es tinte azul el que tienes? ¿Es real? ¿Cómo?

Él soltó una risita. Me miró divertido. Al parecer, no fui el primero en preguntar de manera tan boba y asombrada sobre el verdadero color de su cabello.

—Es natural. Ni yo sé cómo explicar por qué volvió a crecer así. Aunque he aprendido a amarlo, es un lindo tono —me contestó. Lo suyo era como otro fenómeno irrelevante en la historia de la humanidad que le sucedió.

Tosió, como si quisiera regresar la atención a lo que narraba. Hizo una pausa junto un gesto molesto, supuse que había olvidado por qué parte se quedó. Retomó la palabra justo antes de que estornude, es horrible que te interrumpan a mitad de ello.

Vivió su adolescencia con la normalidad que un hijo de divorciados debía pasar, aún metido en el mundo de la música. Había llegado a escribir y a componer canciones que se negaba a enseñar a otro ser humano. Privaba a la gente de su arte. No porque dudara de la calidad de su trabajo, años de estudio y práctica jamás atribuirían dicha falta de confianza. Sino que estaba unido a la idea de que las personas rodeándole no entenderían la letra que fue escrita con todo el sentimiento de su autor. Sabía que sus compañeros, vecinos y familiares no merecían el derecho de escuchar sus melodías ni su voz quebrándose de un dolor incomprensible relatado en metáforas.
Porque claro, luego de encerrarse en su propio planeta rodeado de mierda pura que se originó a su torpeza, en algún momento tuvo que haber escupido la verdad que estuvo atrapada en su pecho por años.

—Debí publicar mi trabajo. De haberlo hecho no estaría aquí... —susurró. Llevó su mano a su frente y pasó sus cabellos en ella hacia atrás.

—¿Qué habría cambiado? —pregunté curioso.

—Quizás hubiera ganado dinero, y no habría tenido problemas con esos tipos...

Cuando sus padres se divorciaron se negaron a seguir pagando sus clases de música que definirían su salida laboral en el ámbito, recién había iniciado el curso y tan pronto como entró tuvo que despedirse. Fue devastador para Stuart, que por más que rogó ni su madre ni su padre querían tener que ver con el otro nunca más, aunque tuvieran la custodia compartida del muchacho hasta que cumpliera la total mayoría de edad. Le faltaba demasiado hasta llegar a tener veintiuno. Cuatro años exactamente.
Tener que aceptar que dejaría de involucrarse con lo que más le apasionaba lo destrozó.

Intentó conseguir una beca con el talento que adquirió. Pero sus padres dejaron de apoyarlo en sus metas, no les generó ningún bien invertir plata e interés en las aspiraciones de su hijo. Lo último en lo que coincidieron Rachel y David fue que darle todo ese privilegio a Stuart, en vez de empujarlo a tomar otra carrera, fue un total error. La familia amorosa con la que llegó a parar al mundo dejó de existir.
Sin las firmas de sus tutores en los papeles sus sueños estaban lejos de hacerse realidad. Muchos institutos intentaron ayudarlo porque era un prodigio, pero no podían hacer mucho si el muchacho aún era menor de edad.

Stu no tuvo opción más que esperar su vigésimo primer cumpleaños para encargarse de llevar las riendas de su propia vida. Continuó con los estudios normales, en un aburrido y típico colegio.
Consiguió a penas trabajo en la tienda de instrumentos de su tío. Juntaba dinero para su futuro alejado de los traidores que aún debía llamar padres. La paga no fue mucha en los primeros tiempos, pero era el empleo más fiable que en esa época podría hallar. Incluso tras cinco años, le tomó cariño al lugar y a su dueño, el único que pareció comprender las letras de sus canciones. Su tío fue el único de la familia que no lo había traicionado.

Sonrió cuando habló de él. Luego de contar tantas tragedias juntas fue bueno verlo con una sonrisa en la cara. Pero cuando tuvo que seguir hablando esa alegría melancólica de retiró de su lista de emociones.

Con veintidós años, ya inmerso en la carrera con la que siempre soñó involucrarse gracias a la beca que ganó, y con una hermosa novia que desde hace dos años hacía frente a todo con él, logró sentirse en la cima del mundo.

Pero durante uno de sus últimos días en la tienda de su tío, de camino a ella sintió manos tomarle y cubrirle la boca con bastante fuerza. Lo arrastraron a un callejón donde de inmediato fue rodeado por unos tipos que escondían su rostro.
Entró en pánico, gritando bajo esa palma presionada en su piel.
Le dijeron que su tío les debía dinero, y que dejarían de tenerle paciencia a esa deuda.

Dejó de hablar un momento. No adiviné a qué podía deberse su silencio, pero posé una mano en su hombro como leve consuelo. Me rodeó con esa mirada oscura y resopló. Sentí que se dijo a sí mismo que ese hecho debería dejar de perturbarle de tal modo.

—M-me amenazaron. Dijeron que si no entraba por mi cuenta a la tienda, y robaba el dinero de la caja fuerte me matarían, a él y a mí... ¡Nos matarían!

Su voz se quebró, como en la cafetería pasó. Si estaba al borde al llanto no podría consolarlo, sólo decirle que lo peor ya había pasado, aunque sería otra mentira en mi lista de fechorías.

oh boi 8(

❝Let Us Out!❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora