Our space

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A él y a mí nos escoltaban a través de un pasillo pintado de gris en su totalidad como el resto. Paredes y techo, todo era tan apagado que la sensación se contagiaba.

Recién salíamos de una charla emocional con el oficial Benson —nos había llevado hasta un cuarto, donde se interrogaba a los criminales—
, en la que procedí a explicarle rápidamente que yo no me busqué recibir una patada en la espalda. Que esa bestia llamada Kiddo me atacó por el simple impulso de demostrar su dominio sobre otros que veía como débiles. Tenía el objetivo de plantear la misma cadena alimenticia y colocarse en un punto inalcanzable para otros. Sólo creerse más fuerte. Claro que lo es, pero no es quién para declarar que una persona es mía para encima luego querer quitármela de la manera más tosca y primitiva posible.

El hombre de leyes; nos preguntó si nosotros compartíamos o compartimos alguna vez lazos profundos antes de ingresar aquí. Cuando el ataque sucedió notó la atención y preocupación que Harold posó en mí. El chico peliazul se puso colorado.

Y antes de que él contestara pude adivinar la consecuencia que la verdad podría provocar: separarnos. Alejarnos tras saber que de verdad nunca fuimos cercanos, y que todo en el comedor fue sólo otra disputa entre extraños queriendo reclamar algo. Hablé antes, alzando el tono de mi voz siendo capaz de opacar cualquier palabra saliente de Pot. ¡De niños fuimos buenos amigos! Exclamé en el rostro de Benson. Stu mostró confusión a través de la mirada que me dio, agradecí que fuera capaz de seguirme la corriente. El tercer hombre de la habitación dijo que no tendría muchos inconvenientes con cambiar la ubicación de nuestras celdas, que si estábamos de acuerdo podría ponernos en una misma sin necesidad de rellenarla con otros dos más reclusos. Sólo nosotros.

Para mentir, uno debe decir falsedades, y otro creer cada una de ellas. Victorioso pensé.

—Ya ganaron demasiados enemigos, al menos pueden quedarse juntos y proteger sus espaldas, hasta que sean liberados. ¿Qué dicen? —dijo, sonriendo y poniendo sus manos sobre la mesa. Nos miró a ambos.

Sin pensarlo, sin meditarlo ni repasarlo dijimos que sí a la oferta que nos daba.

Le agradecimos fuertemente, en especial yo que jamás creí en la posibilidad de hallar un guardia con sentimientos y empatía. Él río. Prometió usar el poder de su posición para solicitar un traslado inmediato.

Nos hizo ponernos de pie, gracias a Satán; esas sillas sólo para el uso de reos estaban bastante destrozadas. El metal de los asientos pinchó mi piel, fue una suerte no encontrar huecos en la tela de mi uniforme.

Ahora, caminamos hasta un nuevo cuarto para mí y el primero y único para Stu. El guardia detrás nuestro tose violentamente, qué ruidoso.

—¿Cómo te sientes?

—Tengo náuseas... —contestó viendo el suelo—. ¿Y tú? Debiste aceptar que te hagan un chequeo.

—Fue sólo un golpe, dejará un moretón pero no una infección. Al menos no una grave.

Reí un poco, lo vi tan afligido que no evité querer hacerme el gracioso. No hubo efecto en él con mis palabras de poca gracia.

—Lamento haberte metido en tantos problemas. Ese hombre me amenazó, prácticamente. ¿No tienes miedo?

En algún momento lo iba a mencionar, lo sabía.

—No tanto. Nos protejerán los barrotes cada noche, y en el día tendremos a Benson y a nosotros mismos para defendernos. Tuve que lidiar con tipos así en el pasado, la diferencia es que tenía una pistola... —Dato inncesario realmente—. P-pero aún tengo mis puños, ¿de qué me sirven si no es para defenderme?

—Tienes razón —sólo dice.

Cuando me di cuenta; ya estábamos aquí. Parados frente a la celda ofrecida a nosotros. El guardia la abrió con las llaves sacadas de su bolsillo. Las puertas estaban abiertas, nos pidió ingresar a ella. Yo fui el primero en hacerlo. Stuart dudó.

—Es raro entrar por primera vez a una celda, le agarrarás costumbre. Vamos, hombre —comenté, aletándolo a entrar.

—Sabes que no busco acostumbrarme.

Dio unos pasos al frente, incluso tras haber dicho lo que dijo. Vi algo de bronca en sus ojos cubiertos de oscuridad.

El de uniforme cerró la puerta pero no con las llaves. Si deseábamos, podríamos salir al pabellón, un toque de libertad en nuestras almas enjauladas. Se despidió y se fue.

Volteamos a ver nuestro lugar. Era la misma aburrida habitación que todas las demás, con la diferencia de que se veía apta para sólo dos personas en vez de cuatro: la típica litera donde sábanas finas y almohadas sin relleno reposan, un pequeño mueble donde una lámpara se apoyaba y un inodoro. Ni siquiera una ventana, la única luz entrante sería artificial.

Lo miro y sólo se me ocurre preguntarle: —¿Arriba o abajo?

—Eh, prefiero estar abajo. Estando arriba podría caer.

Se acercó a la cama y procedió a sentarse sobre ella. Yo seguía parado al lado de la puerta. Apresuró en resaltar la incomodidad que la forma del colchón daba. No tardó en quejarse de lo inútil que era una almohada plana. Y que el inodoro puesto en la misma habitación era algo realmente desagradable. Cosas a las que mi infernal mes me sometió a ver como rutina.

Sonreí, sus reclamos me animaban un tanto. Su rostro molesto y el agitar de sus piernas y brazos con su cuerpo tendido sobre la cama era simplemente chistoso. Pegué una carcajada, me miró, rió conmigo, quizás como reconforte a sí mismo. Oir su risa... Su felicidad expresada en algo capaz de ser escuchado por una escoria como yo... Todo un espectáculo convertido en una agradable sensación que al menos en ese momento sólo yo fui capaz de disfrutar.

Aunque, sabía claramente que esa alegría que sus actos provocaban en mí no sería eterna.

Espero que seas inocente, Stu Pot. No me perdonaría a mí mismo si supiera que tu felicidad se va esfumando poco a poco. No soportaría que este lugar vaya drenando tu esencia.

—¿Ahora qué, amigo de la infancia? —me pregunta, con ese obvio tono sarcástico. Cierto que mentí acerca de ser amigos íntimos...

—No lo sé —Tomé asiento sobre el colchón donde él intentaba reposar—. Cuéntame, ¿cuál es tu historia?

—¿M-mi historia?

—Sí, ¿quién es Stuart Pot?

Se quedó pensando un rato, quizás repasando todos los acontecimientos importantes de su vida que serían interesantes relatar. Debía admitir que estaba ansioso por conocer la historia del muchacho. Por supuesto que luego me tocaría a mí revelar mi pasado, disfruté que por el momento no fuera mi turno.

—¡Ya lo tengo! —exclamó emocionado.

Me mantuve tento a cada palabra que su garganta se atrevía a soltar. Desde el inicio hasta el final. Absolutamente todo se filtró en mi cerebro listo para pasar a ser archivado. Su voz soltando palabra por palabra sedujo mi atención, cautivó mi interés, se apoderó de mí hasta que calló.

Tengo sueño ):

❝Let Us Out!❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora