Trust me

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Mis manos estaban libres pero podía sentir el claro peso de unas esposas metálicas en mis muñecas. La culpa me estaba haciendo imaginar cosas, pero algo que no formó mi mente fue la punzada en el pecho y la bola de saliva que se había atascado en mi garganta.
Aún así miré a los ojos a Benson, y al director, sudor caía por mi nuca, mis labios temblaban como gelatina sobre las vías de un tren que se aproxima, y mis dedos tiritaban como hojas siendo azotadas por el viento de otoño.
Me estaba tomando mi tiempo, estuve en silencio un rato y realmente volví incómodo el ambiente entre todos los que estábamos ahí, al menos para mí, tanto silencio me resultaba mortal. Si tardaba más pensarían que alguna palabra salida de mi boca sería puro invento mío y que en ese tiempo que demoré; estaba acomodando mi cuento. Sus expresiones impacientes me decían que si no abría el pico todo se iría al caño. No esperaba que fuera así, ¡era entrar y salir pero... pero... ! Era tan difícil hablar. Mientras caminaba por el pasillo estaba pensando en vomitar la verdad e irme para dejarlo en sus manos. Y aunque nunca confié en la seguridad ni en la justicia que moran sobre nuestras cabezas —aún estando del lado que debería ser juzgado por la misma ley— tenía expectativas de que esta gente haría algo para ayudar a Stuart tras creer en mi palabra. Sólo debía confesar...

Controlé mi pulso, cerré los puños y atrapé a mis tambaleantes dedos. Tomé aire y junto a la saliva de mi boca, los transformé en palabras:

—Él no robó la tienda porque quiso. Yo tuve que ver con el caso. Interferí desde el principio.

Relamí mis labios, el aire se me había ido pero sabía que tenía que proseguir y soltar la lengua para que cada frase llegue a ser escuchada. Lo que me provocaba tanto terror era lo que al mismo tiempo me daba valor: Stuart, desde que me amenacé al doctor desde que miré a los ojos a Hawk, el director él siempre fue mi razón para portarme mal y bien.

—Espera, ¿crees que hablar a estas alturas te quitará condena? —intervino uno de los funcionarios de la puerta.

—No, sé que será todo lo contrario —Me valía una mierda.

—Entiendo, pues ¿eran cómplices? —retoma Benson.

—¡N-no! —Se me vino a la cabeza la idea de nosotros, robando y huyendo como Bonnie y Clyde. Por más maravillosa que sea la imagen, debía volver a la confesión—. Yo era el jefe de los tipos que amenazaron a Stuart en ese callejón. Les di la orden cuando vi que su tío no pagó la deuda con mi grupo, ni siquiera vi el nombre de al que mandé a amenazar, sólo sabía que eran parientes —Suspiré, hablaba muy alterado—. Stuart Pot es inocente, robó la tienda porque de lo contrario, mis hombres lo matarían a él y a su tío. Él no mentía en el juicio.

—No creo que retomen el caso con tan poca evidencia —comentó el director.

—Espero que no estés mintiendo, ¿cómo podemos fiarnos? Sabes que hay muchos hijos de puta que nos mentirían en la cara —Benson tenía razón, ¿cómo poder confiar en la palabra de un criminal que ya fue condenado? Por suerte traía un truco bajo la manga.

—Les daré los nombres de los hombres que envié, podrán investigarlos y Stuart podrá reconocer sus rostros. Además esos sujetos tienen otros crímenes y andan libres, ¿quieren oírlos o creen que tengo mala memoria? —Sonreí pero esa sonrisa era invisible para ellos, eran mi corazón y mente quienes se hallaban contentos de tener una defensa tan buena. Recordaba los nombres de los tipos, se los dejé escritos antes de irme. Nunca me agradaron y siempre los enviaba a asuntos aburridos y simples. Quién diría que serían los que mandarían a mi ángel azul a mis brazos, y los mismos que me harían el favor de liberarlo.

—Sería sorprendente que puedas decirnos quiénes son, pero tengo una pregunta.

—Adelante, Benson —dije con toda confianza.

—¿Qué esperas ganar contando esto? Te estás volviendo un soplón y conozco tu orgullo. Esto sólo beneficia a Stuart, ¿vas a jugártela por él? Sí que son amigos —Debo admitir que esperaba esa pregunta pero no el impacto que me daría. Mi pecho tuvo un vuelco y sentí esa tristeza, esa melancolía, esa impotencia.

A ellos les importaba un carajo mi vida personal pero aún así no dudé en dejarles bien claro todo lo que sentía por Harold. Hablé, eufórico.

—¿Recuerda que le dije que somos amigos desde niños? —Él asintió—. Pues en eso sí le mentí, no quería que se lo llevaran lejos de mí. ¡Jamás mandaría a la cárcel a mi amigo de la infancia ni siendo un mafioso de mierda! Iría desnudo al Polo Norte si fuera por él. Gracias a él descubrí el amor, y no voy a dejar que se pudra en este hoyo. Ahí está su repuesta.

Hay mucha gente que se hace homosexual en estas prisiones, se te fuerza a estar con los de tu mismo sexo y muchas veces no tienes opción. A mí nunca me gustó nadie, siquiera dudaba de ser heterosexual. Sabía que no serlo me traería mucha humillación, varios insultos y más hechos que juzgar de mí. No fue hasta que lo conocí que logré sentirme humano por amarlo. ¿Cómo no jugarme la vida por él? Si debíamos separarnos para que al menos uno sea feliz y libre, que así sea. Lloraremos, sufriremos pero sabremos que caundo las cosas mejoren volveremos a encontrarnos. En la calle, en Internet. Dónde sea, sé que mi camino volverá a juntarse con el de él, al menos un rato, pero lo hará. Conmigo en la cárcel será difícil tener una relación, lo sé, él lo entenderá. La distancia es una enemiga del amor.

—L-lo hablaré con el Inspector Evans, él llevaba el caso de Pot —dijo Benson.
El director le dio su permiso y pidió que me devolvieran a mi celda. Los funcionarios acataron un poco tarde y torpemente me sacaron de ahí.

Quería llorar de la risa. Todos se habían puesto incómodos y sentimentales con lo que solté. ¡Qué divertido!

Cuando volvimos a mi módulo todo estaba oscuro, ellos encendieron sus linternas. Y mientras caminábamos hasta mi celda sentía más y más ganas de estrujar en un abrazo a mi peliazul favorito, pensaba que seguro no se había dormido, me esperaba.

—No creí que fueras tan blando, Niccals —musitó el de mi izquierda.

—Cosas que hace el amor, deberías intentarlo —contesté, sonriente.

Unos pasos más y quedamos frente a la puerta de mi celda, se abrió cuando uno dio la orden por su radio. Stuart se levantó violentamente de la cama y me recibió casi entre lágrimas. Entré y la reja se volvió a sellar, aquellos funcionarios que vieron la parte más cursi y expuesta de mí; se fueron a cumplir con su ronda nocturna.

—¿Dónde estabas? ¿Qué pasó? —Me estaba llenado de preguntas pero no tenía pensado responder alguna.
Esa noche sería para festejar lo que un poco de valentía y locura pueden hacer.

—Estoy bien, tranquilo, era un control, querían saber si sé algo del tráfico aquí dentro, lo hacen muy a menudo. No tengo ni puta idea y me dejaron ir —Mentir es uno de mis orgullos, pero cuando lo vi suspirar aliviado sentí culpa, en un algún momento debía decirle que confesé y que su caso volvería a ser abierto. Aunque, no quería arruinar el encanto de esa velada.

Le di un abrazo, hundí mi cabeza entre su hombro y cuello, él se sorprendió pero me abrazó igualmente.

—No tengo sueño —Claro que lo tenía, pero mis ganas de hacer algo con Stuart oprimían toda pizca de cansancio.

—¿Qué quieres ha--

Apoyé mi boca en su cuello y succioné. Había visto tantas veces cómo hacer un chupón pero nunca llegué a hacer la práctica. Un hombre mío, Ace, era un experto en ello y siempre me lo hacía saber. Esa fue la primera vez que marqué la piel de alguien.

—¡Murdoc! —gimió con algo de dolor. Me disculpé rápidamente pero le hice saber que estaba dispuesto a llegar a otros niveles.

Se sonrojó, y no lo culpo, nuestras pieles ya se habían tocado bajo nuestra poca cordura pero todo ese rollo de pareja lo hacía diferente.

Al ser una noche donde la verdad se liberó, no dudé en pensar volverme uno con él una y otra vez.

dorime.

❝Let Us Out!❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora