Into the sheets

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Estábamos compartiendo la cama, el mismo colchón. La misma sábana, el mismo espacio.

No dormimos con el uniforme, debemos quitárnoslo antes. Así que estábamos en nuestras míseras prendas interiores, más una camiseta blanca sin mangas. Eso sí lo volvía todo un escándalo.

Era seguro que mi corazón bombeaba como desquiciado, sentía el golpeteo en mi pecho. Estar a su lado, en medio de tanta tranquilidad me hacía sentir pleno. Feliz, de algún modo. Y tonto, por estar pasando por todo ese estúpido proceso que sólo los adolecentes se ponen a narrar.

—No me sé ningún cuento.

—Bueno, cuéntame tu historia entonces.

—¿Disculpa?

—Tu historia, tu pasado. No has sido muy claro respecto a eso. Cuéntame.

—Pues prepara esos oídos, que Murdoc Niccals está por hablar —Oí su pequeña risa, pegada a mi oreja. Provocó un cosquilleo que se extendió y se volvió un escalofrío. Los pelos se me habían puesto de punta.

Ah, ¿era esa la sensación que dicen sentir los enamorados? En las películas se describe como un hermoso revoloteo propio de mariposas en tu estómago. Pero al lado de Stuart, tan cerca de su respiración y todo lo demás; me sentía con náuseas y realmente estúpido.

El amor fue algo que nunca tocó mi puerta. A diferencia de los vendedores, el amor no estaba interesado en buscarme. Y siendo sincero, yo tampoco a él. Mi legado criminal me tuvo atado desde antes que mi madre muriera, y cuando lo hizo, todo fue peor.
Jamás hallé ese tiempo libre que un soltero como yo debía invertir. Estaba rodeado de mujeres todo el tiempo, pero ellas eran compañía de una noche, sin nada de respeto propio. Y los hombres que andaban a mis alrededores eran fríos como el hielo. Para ellos, yo era toda la definición que la palabra patrón abarca. Nada de salidas casuales o un simple trago invitado por mí. Su obligación era acatar toda orden mía relacionada al trabajo, o morir a causa de su anarquía.

Nunca conocí al amor. Ni el maternal. Mi vida estuvo carente de esa  agridulce emoción que describen con tanta pasión. Pero tenerlo a él, contento de que haya accedido a dormir a su lado, me vuelve el hombre más feliz de Inglaterra.

—Había una vez, un niño que nació en un barrio importante, en Stoke-on-Trent. Los edificios eran bellos y la gente era buena. Él, era el segundo hijo que esa familia tenía. Pero a pesar de eso, sus padres no demostraban el amor y cariño que una familia convencional debería portar. Ellos discutían muy a menudo.

—¿Y-y el niño, él estaba bien? —Amé cómo me siguió el rollo...

—Sí, más o menos. Él se escondía cuando ellos discutían, o cuando su padre decidía ser un poco más rudo. Podía quedarse en el armario todo un día, le hacía sentirse seguro. Pero un día el niño se equivocó, y ella pagó las consecuencias... —No me di cuenta, me había ido completamente por las ramas. Se me hizo un nudo en la garganta. Recordar las escenas que había narrado con tanta naturalidad me causó un terror. Como si volviera a vivirlas a cómo fue, en carne propia.

—Murdoc, para. No tienes que contarlo si no quieres —Ya esperaba una respuesta así, seguro se habrá puesto incómodo—. ¿Estás bien?

Suspiré, acomodé mi cabeza en la mugre almohada que tenía y respondí: —Tú me haces sentir bien.

Sabía que aquello no venía al caso pero necesitaba decirle una de las verdades que le escondía: Él me hacía sentirme bien. Esa voz podría sacarme del pozo más profundo, sería mi faro en la tormenta, mi linterna en la oscuridad...

—No digas cosas así...

—¿Por? Es la verdad. Eres maravilloso —Con mi dedo empecé a enrollar su cabello en él, le habrá provocado cosquillas porque se sacudió.

❝Let Us Out!❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora