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03. vergüenza.

Estaba en la cocina mirando el celular cada dos por tres por si me entraban mensajes de Máximo, el chico con el que últimamente me estaba viendo, pero el mismo me había avisado que iba a salir de joda y por si fuera poco había visto un par de historias de sus amigos, en las que el salía bailando con una morocha. Obviamente, al ver aquello no dude en entrar a la cocina, a bajarme todo lo que encontrara por allí, sin importarme el dolor de panza que tendría después, ni en los kilos que subiría.

Estaba sentada como un indio en la mesada mientras comida un paquete de doritos y tomaba el fernet que me había preparado Valentín minutos atrás.

Estaba de los nervios y necesitaba relajarme.

Y para completar la noche, la presencia de alguien en la cocina hizo que se me cayeran los doritos al piso, me di la vuelta asustada y con el corazón en la boca al ver a Daniel mirándome con el ceño fruncido.

¿Por qué tenía que venir en este momento tan importante? ¿No veía que quería bajonear tranquila?

—Las tres veces que te vi en toda la noche tuviste problemas. Sos vueltera eh—soltó el morocho acercándose para agacharse y agarrar la bolsa de doritos, de la cual sacó un puñado y después me extendió la bolsa.

¿Que le pasaba?

Primero me decía que era de mala educación comer sin esperar a los demás, después me miraba mal y me dejaba su campera y ahora me decía que era vueltera.

¿Quien lo entendía?

El nivel de intensidad que manejaba no era normal, o capaz yo era la loca que la estaba flashando y era lo más normal del mundo ser así.

Sinceramente no sabía que responderle a eso, porque siempre me dejaba sin palabras o terminaba el tema de conversación dejándome más aturdida que nunca.

Su mirada se mantuvo en mí por un par de segundos y juré por Dios que lo vi sonreír un poco, o capaz era una mueca pero yo ya interpretaba esas cosas como algo bueno, por lo menos por parte de Daniel. Me ponía nerviosa el hecho de que me estuviera mirando fijamente, como si me estuviera analizando, pero finalmente dirigió sus ojos a los míos y se quedó ahí un rato.

Mirándome haciendome sentir más chiquita de lo que era.

Tosí un poco para aclararme la garganta, más que nada para disponerme a hablar, pero las palabras no me salían y tenía miedo de trabarme y que se riera por mí torpeza. Así que simplemente me acomodé la campera que tenía puesta, que en este caso era de el. Cómo su hubiese sido por arte de magia, mí celular sonó haciendome escapar de la situación incómoda que estaba manejando, cosa que agradecí internamente.

Miré por arriba de la barra de notificaciones, y era un mensaje de mí mamá diciéndome que ya era hora de volver, porque mañana tenia que hacer cosas a la tarde y nos necesitaba a mí hermana y a mí ahí para ayudarla, sabía que me había dicho eso para que pudiéramos descansar bien y después la pudiéramos ayudar sin estar con cara de fisura. Mí mamá nos conocía mejor que nadie, y sabía que si nos dejaba éramos capaz de llegar a las doce del medio día, pero como no estaba tampoco Nala y además, estaba toda la situación de Máximo y de Daniel, no era capaz de llegar a la hora de siempre a mí casa.

—Perdón—me excusé para después levantarme y dejar al enano solo. Salí de la cocina para dirigirme hasta el living a buscar a Valentín, quién estaba hablando con un par de pibes mientras tomaba una birra—Tín, ya nos vamos.

El castaño se dio la vuelta al escuchar mí voz y le hizo una seña a los pibes que se encontraban con el para que esperasen un momento.

—¿Cómo que ya se van? ¿Vos no te fuiste con Agus y Lola?—preguntó un poco confundido el ojiazul, fruncí el ceño sin entender y después cerré los ojos con fuerza y me pase una mano por la cara.

—Pendejas de mierda—solté entre dientes y me mordí el labio con frustración para después mirar al castaño:—¿Se fueron hace mucho?

—Una hora ponele.

Cerré los ojos y conté hasta diez para intentar relajarme y no ir hasta donde fuera que estuvieran para cagarlas a piñas. Finalmente asentí y me acerque hasta Valentín para darle un beso en el cachete en forma de despedida y empezar a salir de la casa.

—Pará Mori, no vayas sola boluda, mirá si te pasa algo. Pará que me pongo una campera y te...

—La acompaño yo, no te hagas problema—acotó una voz de atrás haciendo que me diera la vuelta y se me salieran los ojos de las órbitas.

Daniel.

Le estaba dando unos toques en el hombro a Valentín y luego de eso habló un par de cosas con el, provocando que el castaño me mirase con una sonrisa tierna y después me lanzó un beso y supuse que era de despedida. Un par de segundos después, Daniel le dio otro toque en el hombro y se acercó en mí dirección.

Estaba asombrada por su comportamiento, realmente me impresionaba y lo que menos me iba a esperar es que el se ofreciera a acompañarme, pero después de todo lo que había pasado a lo largo de la noche, ya no me sorprendía nada.

Ni siquiera se paró a mirarme, sino que me pasó por al lado para salir directamente de la casa, sin esperarme.

Sacudí la cabeza un par de veces y me di la vuelta para empezar a seguirlo y tuve que apurar mí paso para poder ir acorde con el.

Estaba nerviosa, nuevamente estaba sola con el y más por el hecho de que era muy neutro y bastante serio, pero eso no quitaba que me encantará.

—Acomodate bien el corpiño porque se te ve el pezón—comentó después de un rato con la mirada hacia el frente. Apreté mí mandíbula y no tardé en ponerme colorada para después rápidamente subirme el corpiño y cubrirme la parte que se me veía—Te queda lindo el piercing.

Y creo que no pude sentir más vergüenza en ese momento y no sabía si vergüenza porque capaz hacia mucho tiempo que estaba así o porque justamente Daniel hubiera visto el piercing y me hubiera dicho que me quedaba lindo.



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che no es por nada pero me encanta escribir esta novela❤️

distinto ; daniel ribbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora