Jugando a Cupido: Parte 1

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Resumen: Ni Harry ni Draco podrán admitir lo que sienten el uno por el otro, así que son sus amigos quienes deberán tomar las riendas de la situación e intentar unirlos.

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En clase de pociones, como era de esperarse, un silencio sepulcral estaba en el aire mientras el profesor Snape iba de banco en banco viendo las pociones calmantes de sus alumnos para saber si debía decirles lo terribles que eran o sólo echarles una mirada y seguir caminando por el placer de ver cómo los mocosos se retorcían en sus asientos, incómodos y aterrorizados por lo que el hombre podía decirles.

Mientras Hermione la hacía con Ron, a la vez que trataban de no reírse por sus miradas pícaras, Harry había tenido la suerte y desgracia de haber sido puesto con Draco Malfoy, su enemigo y la persona que más detestaba, además de Severus Snape. Suerte porque, al ser «el consentido del profesor por su apellido», corría menos riesgo de que los castigaran o quitaran puntos. Desgracia porque... Bueno, por estar con él. Nunca habría más explicación que esa.

Para nadie fue una sorpresa las miradas cargadas de burla que el rubio le lanzaba cuando tomaba cualquier muestra para su poción. Debido a ello, Harry nunca estaba seguro de si era verdad o si sólo lo hacía para molestarlo. Al final, al arriesgarse y echar la roca volcánica para concluir con el trabajo, pasó lo que nunca creyó que le pasaría: el caldero no explotó y el resultado pareció ser el correcto; la piedra comenzó a flotar en el líquido. Miró a la mesa de al lado y vio a Hermione lanzarle una mirada rápida de satisfacción, lo que significaba que realmente lo había hecho bien. Vio a Ron ponerle una mano en el hombro a su novia y susurrarle un «gracias, eres brillante», cosa que la hizo sonrojar. Harry sólo rodó los ojos, aunque estaba feliz por sus amigos. A pesar de que estaban juntos, nunca lo dejaban de lado si estaban los tres, cosa que el moreno agradecía. Aún así, si a veces notaba que hacía mal tercio, optaba por darles espacio, ignorando los pedidos de los dos porque se quedase con ellos.

Detrás de los amigos, Snape estaba viendo la poción de un aterrorizado Neville con más cara de enojado que antes. Al parecer, el joven había mejorado medianamente en otras materias, pero pociones, definitivamente, no era aún su fuerte.

Pobre Neville, pensaron Harry, Ron y Hermione al ver lo pálido que estaba su amigo.

— ¿Y bien, Potter? ¿Le dirás a Snape que terminamos o vas a quedarte ahí sentado?—espetó Draco, notando que el moreno seguía teniendo una «conversación telepática» con Weasley y Granger.

—Prefiero esperar. Pensará que hicimos algo mal—contestó, rodando los ojos.

— ¿Por qué pensaría eso?—siguió el rubio, mirándolo como si fuese idiota.

—Me odia—fue la única respuesta de Harry.

Draco suspiró y se levantó de su asiento para llamar a Snape. Si estaba bien, no iba a perder una buena calificación por los problemas de Potter con su profesor; ese no era su problema, por lo que no podía importarle menos.

Cuando sólo dio dos pasos para dirigirse hasta la mesa en la que Snape estaba, oyó un grito aterrorizado de Granger:

— ¡Harry! ¡Tu poción!

Antes de poder entender qué rayos estaba sucediendo, Harry sintió que su mano estaba ardiendo. Ni siquiera tuvo tiempo de girar la cabeza cuando se llevó la mano al pecho y la apretó con fuerza, aullando de dolor. Por el impacto, Hermione dio un paso hacia atrás, tropezando al sentir sus piernas temblorosas y al intentar atraparla, Ron golpeó su propio caldero.

La escena fue casi es cámara lenta para el resto de alumnos. En un momento, vieron a Harry con la mano quemada y a Ron y Hermione tirando su caldero, y en el siguiente, Snape estaba usando Evanesco para desaparecer todo lo que estaba en las mesas de los tres y conjurando una toalla mojada para poner en la mano de Harry.

Harry Potter y las historias de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora