Viendo la realidad: Parte 3

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Severus:

Me sorprendió bastante recibir tu carta y he de decir que más me sorprendió el que me estés pidiendo ayuda para algo relacionado con los Muggles, incluso si no me puedo hacer una sola idea de lo que puedes pedirme. Realmente puedes ser una caja de sorpresas, amigo mío.

Sin embargo, dado que llegaste a escribirme para ello, tendré la consideración de ir a verte en la tarde para que me cuentes bien lo que piensas. Si al final logras convencerme, me gustaría ayudarte. De todas formas, Narcissa me reprochó que hace mucho no nos vemos, así que también podría ser la ocasión perfecta para organizar una salida los tres, como en los viejos tiempos.

Como sea, te veré esta tarde o en la noche, cuando me digas.

Lucius Malfoy.

Severus dobló la carta que le había enviado Lucius y soltó un suspiro. Al menos había aceptado. Ahora sólo le quedaba ver cómo convencerlo de acompañarlo a él hasta la casa de los peores Muggles que pudo haber conocido. Sabía que los Malfoy se caracterizaban por su disgusto con ellos, así que quizás no iba a ser muy difícil. Por otro lado, si tenía en cuenta que se trataba de los familiares de Harry Potter, podía resultar en algo negativo. Lucius podía ser completamente impredecible a veces, algo que él le había enseñado muy bien cuando le habló de la Oclumancia. Sería por eso que era tan respetado en el Ministerio.

¿Cuántas posibilidades había que de quisiera participar en el tema de «ajustar cuentas con los Muggles que maltrataron a "El-niño-que-vivió"?». Si realmente existían, podían ser completamente mínimas. Y si no, siempre habría algo del otro lado. Lucius podía ser capaz de hacer el clásico «un favor por un favor». Bueno, ambos lo habían hecho desde que se conocieron, pero con el paso del tiempo, Severus optó por hacer las cosas por su cuenta en completa soledad, mientras que Malfoy optaba por manipular a los del Ministerio para conseguir sus objetivos.

Claro, porque no es él el doble agente y el malvado murciélago de las mazmorras, pensó, exasperado.

En realidad, llegar a ser nombrado así fue algo que tenía previsto, pero aún así, nunca dejaba preguntarse si había alguien en todo el castillo, incluyendo a los mismos profesores, que no le pusiera un apodo como ese. Hasta la fecha, desde que empezó a trabajar en Hogwarts, no había alumno que no se pusiera tenso en sus clases o que pudiese mirarlo a los ojos sin temblar de terror. Apenas unos pocos de sus Slytherin podían hablar con él sin perder la compostura.

De acuerdo, él nunca les había mostrado precisamente una faceta agradable, así que sabía que preguntarse por qué el miedo sería uno de las cosas más estúpidas del mundo. A fin de cuentas, era algo que hacía a consciencia.

Y de golpe, su mente lo llevó a pensar en Harry y en el abrazo que le había dado en la enfermería ese mismo día. Lo había hecho sentir algo que no había sentido desde que conoció a Lily. Después de que perdiese la amistad de la mujer, aquel hombre solitario terminó encontrando cierto consuelo en la investigación y elaboración de pociones avanzadas y, al final, en una secta de Mortífagos enfermos de fanatismo por el Señor Oscuro. Bellatrix era el ejemplo perfecto para ello. Él jamás llegaría a eso, porque tener que reverenciar al hombre que mató a la persona que más amaba después de su madre no merecía sus respetos. Quedaba perfecto que fuese el mejor en Oclumancia, porque eso evitaba que hiciese algo estúpido como intentar atacar al Señor Oscuro por la espalda. Aún así, eso también le había permitido hacer una doble vida como Mortífago y profesor de pociones y el terror de los niños.

De hecho, a pesar de su desconcierto inicial, no estaba sorprendido de su propia reacción por el abrazo del niño, porque él mismo sabía que unas simples palabras amables y/o una simple muestra de afecto podían alterar completamente todo su entorno. Incluso si Dumbledore o Minerva decían que sólo necesitaba algo de afecto para compensar tantos años de abandono y soledad y él lo negaba rotundamente-siempre viendo las emociones como signos de debilidad-, debía ser tan brutalmente honesto consigo mismo como lo era siempre con los demás: en lo más profundo de su ser, había un niño pequeño buscando desesperadamente el amor y afecto humano que tanto le faltó.

Harry Potter y las historias de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora