2. Cuestión de Cariño

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Día 2. Fantasma

Sus padres.

Uno.

Lyla.

Mary Ann.

Xadhoom.

De un modo u otro, la tragedia parecía perseguir a Donald como un fantasma iracundo, como un alma en pena que se divertía alimentándose de las personas en las que mayormente tenía aprecio y se entretenía con su sufrimiento cuando finalmente no tenía alimento del cual abastecerse.

¿Había sufrido? Claro que sí. A pesar de su temperamento y lo difícil que le era aceptar a la gente en su precioso espacio personal, incluso con su propia familia, no iba a mentir: todos ellos habían adquirido su confianza y cariño de alguna forma que ni siquiera él podía explicar.

Pero había ocurrido, y cuando finalmente lo aceptaba el destino era cruel y algo ocurría. La Supernova, una desactivación, el seguimiento de una orden que él desconocía y el distanciamiento gracias a la Policía del Tiempo cuando anunció el retiro de Paperinik. Nuevamente quedaba solo.

La única persona con la que contaba era Della Duck, aquella hermana con la que había cargado desde que eclosionaron del mismo cascarón y habían sido lo suficientemente afortunados para sobrevivir para haber llegado un viernes 13, aquella hermana con la que había crecido durante más de 20 años y se había jurado proteger como el gemelo mayor.

Pero ella también lo había dejado. Lo había dejado para ir en búsqueda de algo que ni siquiera podía alcanzar, algo tan ridículo como ir a traer las estrellas a unos polluelos que ni siquiera habían roto el huevo. Lo había dejado a pesar de su insistencia en que Jet, Turbo y Rebel no necesitaban las estrellas, sino a alguien con quién verlas.

Que su Tío Scrooge la apoyara, y que además construyera la Lanza de Selene no hacía más que echar sal sobre la herida.

Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras recorría la marina, sus manos temblorosas apretaban con tensión el moisés en la cual tres huevos reposaban. Donald tuvo que detenerse por un momento para asegurar por décima ocasión los cobertores que los cubrían para evitar que enfermaran, aunque desconocía si eso era biológicamente posible al estar protegidos por el cascarón. De todos modos, no hacía ningún daño estar seguro mientras fuera por el bienestar de sus sobrinos.

Suspiro pesadamente al ver nuevamente a las indefensas crías. Cubiertos por cobijas roja, azul y verde para diferenciarlos, el pato no estaba completamente seguro de poder cuidarlos. Con su suerte apenas podía criarse solo, apenas iba a poder con tres polluelos. Podría llamar a Panchito y José, las únicas personas en las cuales podía confiar ahora; las experiencias de niñero de Panch con sus primos y las de Zé con sus sobrinos podrían ayudarlo.

Pero mientras no aceptará abiertamente el amor que les tenía no tenía de que preocuparse. Así, el fantasma que tanto jugaba con él no tendría nuevos peones con los cuales jugar y alimentarse.

No estaba seguro cómo, pero lo lograría.

Protegería a esos niños, para que tuvieran estrellas que observar ahora que Della se unió a ellas.

Ya había fracasado como hermano mayor, y aunque era una adición más a su lista de interminables fracasos, no fallaría como el tutor legal de esos patitos. Ni aunque le costará la vida.

Pero primero tendría que hacer algo con sus problemas de ira, y ya sabía qué.

Multicolor ┋ Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora