3. Odio Maternal

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3. Odio

—Tío Donald, ¿mami no nos quería?

Donald dejó de mecerse de forma brusca sobresaltando a los pequeños patitos que sentaban en su regazo. Bajó la mirada para encontrarse con unos grandes ojos, brillando con curiosidad e indicios de lágrimas. Sus picos temblaban ante la posibilidad, jugueteando con sus pijamas de tonos rojizos, verduscos y azulados respectivos, y el nudo en la garganta del marinero se había formado enormemente, haciendo sus manos temblar contra los cuerpos de los trillizos.

Si ellos lo percibieron, callaron.

Pero él sabía que tarde o temprano tendría que abordar el tema. Claro, se había asegurado de contarles todo lo que necesitaban de saber de Della: que era su hermana gemela, cómo era, cómo había sido crecer con ella, Gladstone y Fethry, evitando en lo más mínimo mencionar su pasión por las aventuras y por consecuente a Scrooge. Pero eso no quería decir que fuera fácil.

¿Pero pensar que podría no querer a sus hijos, por no pensar en un término más fuerte? Ni bromeando. Es más, no quería ni saber dónde habrían podido escuchar eso.

—¿Qué? No, no. Niños, por favor no vuelvan a pensarlo —tomó gentilmente a los niños de cinco años y los acomodó entre sus brazos, permitiéndoles sentir su corazón acelerado. Años de experiencia cuidando niños no lo habían preparado psicólogicamente para aquel momento—. Della los quería mucho. Nunca la había visto tan feliz desde que supo que sería madre, incluso solía presumirlos cada que podía.

El pato sonrió nostálgicamente, rememorando cómo su hermana básicamente gritaba a los cuatro vientos que sería madre y sonaba cornetas, lo sordo que esto lo había dejado durante días y lo mucho que lloró con ella cuando le dio la noticia. Pronto, había olvidado que su novio la había abandonado en el momento que compró la prueba de embarazo y él la acompañó en todo momento.

—Entonces, ¿por qué nos abandonó? —cuestionó Dewey nuevamente. Y honestamente, eso había sido algo que él también se preguntó desde que comenzó a vivir en la casa flotante: ¿qué había hecho mal? Simplemente había hecho lo que cualquier tío haría por el deseo de una familia unida, ¿en qué momento se había equivocado para que Della considerara siquiera irse al espacio?

Lamentablemente, las discusiones que esto había generado no le habían permitido saber las verdaderas intenciones de su hermana más que traer las estrellas.

—No lo sé, mi niño. No lo sé, un día simplemente desapareció —no podía permitirse excusarse, no se consideraba capaz de hacerle eso a sus niños.

Louie jugó con el botón de su camisa con nerviosismo.

—¿Crees que algún día logremos conocerla?

La esperanza se había asomado en la voz del patito, ocultando su rostro en el pecho de su tío. Donald se permitió sonreír con ternura sobre la inocencia de la pregunta.

¿Reencontrarse con Della? Lo ha esperado durante cinco largos y dolorosos años, pero tampoco podía transmitir esa inseguridad a los trillizos.

—Algún día, volveremos a ser una familia.

Multicolor ┋ Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora