21. Palabra de Olivine

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Día 22. Promesa

—Necesito que me prometas esto, Peridot. No puedes decirle a nadie de esto, de lo contrario su vida podría correr riesgo —ellos seguían recordando esas palabras como si hubieran sido dichas hace unos minutos; la voz potente de su madre mientras le ayudaba a acomodarse el potenciador.

A pesar de no demostrarlo abiertamente, y aún sabiendo que podría negarlo si decidían preguntar, vislumbraron la fuerza con la que los ojos avellana de su progenitora brillaban en potencia, como si sintieran miedo de que ellos estuvieran involucrados, lo que era poco probable al ser ella la persona con menos miedos que conocían.

—Tranquila madre, estaré bien —realizando unos movimientos de hombro, sintió el frío metal de su prótesis en su piel antes de ponerse la camisa mientras movía sus muñecas.

—Esto es serio —repitió la mujer, ayudándole con la prenda—. Incluso si no realizas misiones de campo, quién sabe qué o quién  podría hacerte daño si te descubren, o para qué podrían usar los conocimientos que posees.

Para enfatizar, había tocado el centro de su frente, donde tres puntos rojos formaban un triángulo isósceles, a lo que Peridot rodó sus ojos.

A veces su madre solía ser muy sobreprotectora, o estricta, para su gusto.

—Relájate, estaré bien —con un ademán, resopló confiadamente, aunque después de ello no pudo evitar sonreír con calidez, esperando demostrar que podían confiar en ellos—. Lo prometo, nadie lo sabrá.

—¿Palabra de Olivine? —y ahí estaba, el juramento que había inventado de infante, y que su madre utilizaba aún cuando había madurado.

—Palabra de Olivine —y nunca habían estado más seguros en su vida.

Aunque no necesitará hacerle una promesa vaga a su madre para saber que mantendrían el secreto.

—¿Seguros que están bien? Es el tercer café que beben —Amethyst jugueteó con un mechón de cabello antes de darle un mordisco a su manzana.

A su lado, Steven comía una dona de chocolate silenciosamente, aunque la expresión preocupada seguía ahí, mientras Spinel dibujaba en una servilleta a la espera del resto, quienes hacían fila en el bufé de la cafetería.

—Sí —Peridot bostezo, cubriendo su boca con el dorso de su mano, antes de dar otro sorbo al termo—, estuve realizando una tarea y no pude dormir muy bien, pero no es nada grave. Mañana estaré bien.

Pero la verdad era que se ocupó en Homeworld, investigando y colaborando en la detención de algunos criminales que acechaban la ciudad, que apenas sí pudo cerrar los ojos.

—Deberías tener más cuidado —y Steven, el siempre cariñoso Steven, le sonrió con gentileza tomando su mano—, no es la primera vez que te duermes tarde y podrías hacerte daño.

Para ese punto, las mejillas de Peridot habían tomado un tenue color carmesí, e hizo un puchero cuando escuchó la risilla de Spinel y a Amethyst resoplar.

—Como sea —alejó su mano para cruzarse de brazos, ignorando el emparedado a medio comer frente a ellos, frunciendo el ceño sobre su rostro colorado—, pero gracias por… preocuparte.

Se había colado una sonrisa ladina, pero ninguno dijo nada cuando volvió a tomar de su café.

Palabra de Olivine.

Multicolor ┋ Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora