24. Estoy Contigo

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Día 26: Luto / Día 27: Armario

Si bien Peridot había visitado la residencia Universe en más de una ocasión desde que su amistad con Steven había comenzado hace años, nunca había sentido un ambiente tan tenso invadiendo la pequeña casa. Decir que estaba lloviendo sería un rotundo cliché, el clima estaba tan despejado que sentía que se burlaban no sólo de ellos, sino que también de la pequeña familia que se encontraba visitando.

Había dudado durante unos instantes, hasta que finalmente se decidieron a alzar la mano y tocar tímidamente el timbre. Ciertamente, y aunque Steven los había invitado voluntariamente, no se sentían con la confianza suficiente para atender o siquiera considerarse parte de la familia del chico.

-Oh, Peridot, me alegra que hayas podido venir -alzaron la mirada y ahí estaba Rose, la madre de Steven con su peculiar cabello con difuminado rosado. Podían identificar la sonrisa forzada y el escaso brillo en su mirada-, Steven me dijo que vendrían algunos amigos, eres la primera persona en llegar.

Sin embargo, lo que más percibían era lo diferente que lucía cuando no vestía de prendas blancas y rosadas como acostumbraba, usando colores opacos y sin vida en su lugar.

-Era lo menos que podía hacer; Steven siempre ha estado para mí, ahora debo estar para él -con una sutileza impropia de ella, le extendió el ramo que sentía temblaba en su agarre mientras sonreía de la misma forma que Rose-, mi más sentido pésame.

La mirada de la mujer se había iluminado por un momento. A pesar de vestir con colores negros y verdes oscuros y haber recogido su cabello en una pequeña coleta, la timidez y nerviosismo con la que actuaban le recordaba a los inicios de su amistad con su hijo, cuando todo era más brillante que el sol que ahora estaba en el cielo.

-Gracias, cariño -aceptando el gesto, sonrió dulcemente antes de terminar de abrir la puerta y hacerse a un lado para cederles el paso-. Pasa, Steven está en su habitación.

-Wow, gracias, señora Universe -sonrió apenada antes de entrar a la casa, viendo de reojo a integrantes de la familia que sólo había visto en una ocasión y al señor Greg hablando con alguien que no conocía.

No obstante, subió las escaleras antes de llamar la atención. Sobraba decir que su prisa casi la hizo tropezar atrayendo consigo el llamado de Rose.

-¡Estoy bien! -exclamó riendo nerviosa, delatando para Steven sobre su llegada.

Pero el muchacho no había salido aún cuando se acercó tocando tímidamente la puerta, el metal chocando con la madera con un ruido sordo.

-¿Steven? Soy yo, Peridot, ¿puedo pasar? -siendo respondidos con un realmente incómodo silencio, siendo lo suficientemente amable para mantenerse callados cuando escucharon sollozos del otro lado.

Suspiraron pesado. Si bien el chico era realmente sensible, ellos no eran exactamente perfectos para consolar, lo que no restaba su incomodidad.

-Entraré -murmuraron tomando el picaporte, vacilando unos segundos al momento de girarlo y abrir temblorosos la puerta.

Y sobraba decir que era la sombra de la habitación de un adolescente responsable. Si bien había cerrado las cortinas, los rayos del sol seguían colándose por su ventana; había ropa tanto en el suelo como en la desarreglada cama, las camisas con la estrella característica destacando; y lo último pero no menos importante: una rosa rosa en su almohada, cuyos pétalos comenzaban a caer.

No había rastro de Steven por ningún lado, estando la puerta del baño semiabierta cuando él la cerraba completamente cuando lo ocupaba; pero ellos, siendo amigos de aquel joven sensible desde que las flores comenzaban a florecer, sabían perfectamente dónde solía esconderse en los momentos de angustia.

-¿Quieres hablar? -sus nudillos rozaron la puerta del armario, aún sabiendo que su sombra la delataría bajo la puerta.

Steven volvió a sollozar, llorando no tan silenciosamente y Peridot tragó saliva apoyándose en una de las puertas mirando al suelo.

Bueno, de todos modos no sabría qué decir. Él quería mucho a su abuela, que se había mantenido fuerte durante años a pesar de su condición, y ellos se habían encariñado con ella a través de las limitaciones de ambos.

-If I could begin to be... -sin darse cuenta, había comenzado a cantar la canción que ella solía cuando él o alguna amistad dé tenían un mal día. Su voz no era exactamente la mejor al ser rasposa y nasal, pero era inteligible.

No había pasado mucho antes de que no pudiera evitarlo y comenzará a llorar con él.

Agradecía no haber atendido la misión de Homeworld. Era reemplazable, cualquiera podría cubrirla, pero nadie podía reemplazar el lugar que tenía en la vida de Steven.

Multicolor ┋ Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora