10. ¿Estás bien?

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Día 10. Perturbado

Si le hubieran dicho a Donald que al regresar a la mansión se encontraría en la misma habitación que su hermana, almorzando de verdad en el comedor en compañía de su tío y cuadro encantadores patitos, seguramente se habría burlado de ese positivismo.

Y seguramente ahora estaría más que arrepentido.

Claro, él prácticamente devoraba su comida, deleitado con retirar totalmente el sabor y textura de la arena y agua de mar de su boca—que aún se mantenía días después de la invasión, habiéndose agotado completamente un tubo de dentífrico, a pesar de la insistencia de su tío en que podría atragantarse si seguía comiendo así, sintiéndose involuntariamente como un patito de nuevo.

Lo único que había logrado saciar dicho sabor fue el desayuno que apareció días antes en su comedor mientras veía Ansiedades y otras telenovelas baratas de antaño.

A su lado, los trillizos habían comenzado una guerra de comida con Della, ocasionando que la comida volará y alguna le aterrizará en el rostro y ropa, pero actualmente estaba tan concentrado en comer y en que sus niños—los de su hermana—pasarán tiempo de calidad con ella que no estaba en el ánimo de quejarse.

Webby, por el otro lado, se unía ocasionalmente a la batalla cuando algún alimento caía cerca de ella, lanzándolo con un grito de guerra que sobresaltaba a la pobre víctima.

Pero en ese momento, un golpe a la puerta, tres exactamente, se escuchó, tomando desprevenida a la familia Duck.

Dejó de escucharse la aspiradora, indicando que Beakley atendería.

—¿Estaban esperando a alguien? —cuestionó Scrooge, bajando su taza de té extrañado. Sabía que el círculo de conocidos de sus sobrinos y sobrinas era relativamente pequeño fuera del señorío, pero siempre le era avisado cuando llevarían a algún invitado.

Todos negaron lentamente, Donald incluso dejando de comer y limpiando su pico.

—Penny no suele ser tan educada, o silenciosa —aseguró Della, tan extrañada como su tío y esquivando la masa beige que le fue lanzada—. Además, Launchpad dijo que saldrían a tomar un café y le seguiría mostrando la ciudad, o algo así.

—Lena y Violet salieron de la ciudad el fin de semana pasado, sus padres querían tomarse unas pequeñas vacaciones para celebrar la victoria sobre la invasión. No regresan hasta mañana —Webby retiró un guisante de su cabello, lanzándolo perezosamente a Dewey.

—Las reuniones de los Junior Woodchucks suelen ser al aire libre, y no teníamos ninguna programada para hoy —aseguró Huey, sacando su pulcra guía de la gorra manchada de comida y hojeándola, analizando en la organizada agenda las fechas de las próximas juntadas de los jóvenes exploradores. En la silla vecina, Louie simplemente se encogió de hombros mientras comía con aire ausente, con la mirada pegada a la pantalla de su celular e inasistiendo a la guerra improvisada de sus hermanos.

Pero antes de que Donald pudiera asegurar que José y Panchito le avisarían previamente sobre alguna visita—después de que una visita sorpresa no sólo pospuso una aventura, sino que además le costó el vestíbulo a su tío—, Beakley se asomó por la puerta del comedor.

—Siento interrumpir, señor McDuck, pero un tal profesor Lairduck busca a Donald —asegurando, previó que la incertidumbre se asomara bajo la monotonía de su voz, aunque su ceja arqueada mostró lo contrario.

Siendo así como seis miradas, mostrando distintos niveles de inquisición, se enfocaran en el marinero, quien solamente se extrañó aún más.

¿Profesor Lairduck? Bien, no era tan casquivano como quería creer, pero estaba casi seguro de haber escuchado ese falso nombre hace más de once años, pero era para referirse a un sujeto tácito. Y Everett, quien desconocía del supuesto apellido, seguía en Tiber haciendo quién sabe qué.

Multicolor ┋ Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora