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Las lágrimas bajaban con la misma intensidad que lo hacían las gotas de lluvia al bajar por mi ventana. Una vez más le lloraba a la luna mientras susurraba su nombre, no importaba la hora, siempre lo hacía; ella era mi cita. Mis manos jugaban traviesas con pequeñas hojas que yacían en las puntas de mis pies y, una corriente de frío pasó muy cerca de mi oreja, alguien estaba detrás mío. Levanté mi vista y la vi, sonreí y sin decir palabra alguna tomó asiento al lado mío. Con algo de timidez entrelazó su mano con la mía y puso su cabeza sobre mi cuello, mis ojos siempre estuvieron conectados con sus actos y, pese a que no podía ver bien, estando frente a mí todo lo malo desaparecía. 

Su calidez jamás se había ido, seguía con ella y eso me hacía feliz. Su piel al igual que la mía indicaba el frío que sentía, sin embargo no le importaba si moría por ello. A medida que pasaba el tiempo, la lluvia incrementaba al igual que mi llanto y aunque no preguntara, porque sabía que no lo haría, prefería ver como me comía lentamente frente a sus ojos, el dolor en carne propia, lo agradecía. 

—¿Piensas quedarte toda la noche así? —mi estado era deplorable y quien me viera sentiría lastima. —Debes dormir. 

—Sólo un poco más —apreté su mano indicándole que no se fuera de mi lado y que siguiera así por mucho tiempo, posiblemente toda una vida. —La luna aún no se esconde. 

—Eres tan raro —río para ambos y dejó un casto beso sobre mis labios para luego después refugiarse en mi cuello, aprovechando la zona para dar un sin fin de besos. 

—Y tú tan hermosa —acaricié su melena y la oí suspirar en alto. —Te amo —mi voz quebró al final y sin darme cuenta sus brazos enrollaban todo mi cuello y me susurraba palabras al oído que ni yo mismo podía entender. 

Todo estaba listo, como debía ser y como se quedaría. Las maletas al fondo de la habitación y la cama daban el sentimiento espantoso sobre la tierra, porque por alguna extraña razón me hablaban y me decían que no habría vuelta atrás, que tendría que dejar todo para luego arrepentirme y comenzar o seguir viviendo la miseria que hace unos años dejé en algún lugar del mundo. Cuando las nubes taparon la luna y su brillo tan hermoso y característico no se veía supe que era hora de dormir, de tratar de conseguir el sueño que no he podido tener durante meses. 

—Iremos juntos a Italia —abrí mis ojos al escuchar sus palabras. ¿Cómo debería sentirme? ¿Acaso eso no era lo qué quería desde un principio? Permanecí en silencio y me dediqué a contemplar su belleza y la sonrisa que junto con un leve parpadeo me ofrecía. 

—Es una pena que por mi culpa no hayas podido despedir a Taehyung —el rostro alegre que podía ver y disfrutar desapareció en cuanto nombré a esa persona. 

Había recibido una llamada en la tarde, donde le mencionaba que hoy partiría a Alemania y comenzaría la vida que alguna vez quiso, probando nuevas cosas y olvidar a un amor el cual no fue ni será correspondido, pero más sin embargo éste le adora infinitamente. Sooyoung caminó hasta llegar a la cama para dejarse caer boca arriba sobre ella y desde allí elevó sus piernas al igual que sus manos insinuando tocar el techo, fingiendo que era el cielo. 

—Entonces, ¿me dirás el porqué lloras? —su voz era coqueta, pero detrás de ella se escondía algo que trataba de descifrar. 

—Le pedía a la luna que no me alejara de tu lado, al parecer ha escuchado mi suplica —me senté a su lado apoyando una mano al costado de su cabeza. —No sólo a la luna, las estrellas también escucharon mis palabras; "no permitan que Sooyoung me abandone, no ahora cuando más la necesito." —cité mis propias palabras las cuales había meditado. 

—Incluso si muero, no te abandonaría —jugó un rato con el anillo que adornaba mi dedo anular y prosiguió. —Si llego a morir, recuérdame como el amor de tu vida y cuando veas a la mariposa golpeando tu ventana invítala a seguir y cuéntale cómo te has sentido, dale el amor que hoy mismo me estás dando. 

Sin más, la besé. 

No había un pasado, un presente y un futuro. No existía el tiempo, los minutos, segundos ni horas. No existía la nada entre la nada. Éramos sólo dos, ella y yo, en algún lugar que no tenía principio ni fin. Sooyoung y Jeongguk. La abracé con fuerza, besé cada parte de su cuerpo y me sentía feliz, era afortunado de estar enamorado, de ser correspondido, era simplemente muy afortunado. Teniendo miedo ante sus palabras, me aferré a su cuerpo y devoré sus labios como si no hubiese un mañana y, como era de esperarse, la lluvia nuevamente nos acompañaba con algo de llanto. 

Era, es y será la mujer de mis ojos, la única en mi vida por la cual daría mi vida. 

Todo en ella era perfecto, verla desnuda era arte, no importaba la hora ni el día, para mí siempre lucía esplendida, porque era mi musa, mi vida, mi alma; mi mundo. Nuestros labios se movían con rapidez y no medíamos el tiempo, tampoco es que lo tuviésemos en cuenta, en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos desnudos, como siempre acostumbramos a hacer las noches cuando más nos necesitamos, la montaba como de costumbre con fuerza, porque adoraba ver sus mejillas rojizas y que susurrara mi nombre muy cerca a mis labios mientras con sus manos hacía de mí lo que quisiera. Yo era suyo y ella mía. 

Apreté con fuerza uno de sus senos mientras el otro lo saboreaba a mi manera, mordía su labio inferior tras sentir mi lengua sobre su pezón y, con una de sus manos tiraba fuertemente de mi cabello mientras con la otra se tocaba a ella misma, deseando conocer lugares en su cuerpo que sólo yo he podido apreciar. 

Nuestras miradas se conectaron por segundos y lo sentí, lo necesitaba y hablé. 

—Si llego a morir, recuérdame como el amor de tu vida y cuando veas a la mariposa golpeando tu ventana invítala a seguir y cuéntale cómo te has sentido, dale el amor que hoy mismo me estás dando —di la primera estocada y proseguí. —Te amo más que ayer, pero menos que mañana. 

Porque si ella llegaba a morir, no podría verla crecer.  

papi, papi ©jeon jeongguk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora