papi, papi ©jeon jeongguk.

042.

Nunca antes había tenido tanta adoración por un amanecer, los colores que se mezclaban con las nubes en lo más alto del cielo me hacían sentir de alguna manera especial, podía olvidar los pesares que tenía y lo miserable que ha sido mi vida con el pasar de los años. Por un momento olvidaba lo que era un hogar, una familia y una persona a la cual amar, para mí no existía nada de eso. Cerré los ojos y dejé que la brisa acariciara mi cabello, no importaba lo empapado que estuviera, tampoco importaba sino llegaba a casa, deseaba nacer y vivir la vida que siempre quise, a la cual siempre estuve cohibido. 

Mi corazón dolía, estaba sintiendo como moría lentamente y nadie era capaz de ayudarme, veía ante mis ojos la vida pasar que el destino no me daba la oportunidad de detenerme en el momento exacto, quería gritarle al mundo lo mal que me sentía, lo mucho que la quise, la falta tan inmensa que me hace. El aire empezaba a faltarme, los bellos colores del amanecer desaparecían lentamente y comprendí que no todo es para siempre. 

Observé mis manos, las elevé lo más alto posible para contemplar todo en ellas, claramente podía ver como pequeñas cicatrices yacían en mi palma, olvidaba que la auto lesión fue lo mejor para mí durante una semana. Mis antebrazos también dejaban mucho qué decir, mi cuerpo había sufrido cambios tan extremos por gente que no valía la pena, que hoy en día no extraño y no desearía volver a ver. Tarareaba una canción que días antes había escuchado en la radio, me recordaba a mi niñez, una niñez cruda, sin vida, un niño como lo era yo no merecía vivir para ese entonces; nadie merece sufrir. 

Siempre me pregunté el porqué ninguna familia quería adoptarme, nunca supe la respuesta a ella y creo que nunca la sabré. Nadie mostraba interés en mí, tampoco tuve muchos amigos en el orfanato, había llegado solo y quizá moriré solo. Mis ojos rápidamente se inundaban de lágrimas, lágrimas las cuales eran comprimidas por muchos años y hasta hoy tuve el valor de liberar todo lo que sentía. Alguien como yo no merece sufrir. 

De repente no era un chico de veintiséis años, volvía a ser un niño de cinco años, quien siempre soñó con conocer a sus padres, jugar con ellos, tener una vida pero aún así se sentía solo, sin motivos a la vez de vivir. No sabía sí era lo correcto vivir de los recuerdos, nunca supe el verdadero significado del amor, quizá nunca me di cuenta de ello. La gente dice a veces que es bueno vivir del pasado, el problema era mi pasado, no tenía nada para poder sentirme feliz. 

—¿Por qué eres tan tonto? —la voz de YoungSoo retumbó en todo el lugar haciéndome salir de mi burbuja. 

—¿Qué haces aquí? Pensé que habías entendido que no quería verte —sin verla al rostro le dije las más duras palabras que nunca antes imaginé decirle. —Vete, YoungSoo. 

—Tu amiga me llamó, ella tampoco quiere verte, no después de lo que le hiciste —me levanté a la velocidad de la luz y abrí ligeramente mi boca al darme cuenta de sus ojos, no brillaban como siempre lo hacían, había llorado toda la madrugada y seguramente por mi culpa. 

—No me lo recuerdes —tomé la toalla y sequé mi cabello. —¿Por qué estabas llorando? 

—Pensé que ya no volvería a verte —susurró. 

—Creo que fui bastante claro, ¿no es así? —tiré la toalla sobre sus pies y me encogí de hombros para luego hablar. —No quiero verte más, YooungSoo. 

—¿Así tratabas a tu otra chica? —su voz quebró tras preguntar, reí en bajo y negué varias veces con la cabeza. 

—¿Por qué siempre sacas ese tema? —la verdad estaba cansado de nuestras peleas, de que siempre fuera lo mismo todo gracias a algo que no tenía importancia. 

—¡Porque te cuesta admitir lo que eres, idiota! —se acercó a mí y me pegó con toda la fuerza almacenada sobre mi pecho mientras lloraba descontroladamente. No comenté nada, simplemente dejé que descargara toda su ira contra mí, lo merecía. 

—¿Terminaste? —pregunté entre risas. Tomé su rostro y lo acerqué al mio, lo suficiente para poder admirar aquellas pecas que me hacían delirar. —Te ves fea cuando lloras.

—¿Qué pasará con tus padres? —preguntó angustiada. 

—Estarán bien sin mí —sonreí para ella aunque aquello no logró calmarla, estaba tan desesperada como yo lo estaba. —Volveré para año nuevo. 

Su rostro no había cambiado nada, seguía siendo el de una muñeca de porcelana el cual por más que quisiera destruir no podía, se había ganado mi corazón y me dejé robar mi alma, era dueña de todo mi ser y yo no podía reclamar nada. Besé sus parpados y sonreí nuevamente, no me pareció raro que respondiera a mi gesto, sabía que en algún momento lo haría, sus manos eran tan suaves que sus caricias que me hacían dormir. 

La vi crecer cada día, vi sus cambios hormonales, sus cambios de ánimos y otras cosas las cuales prefiero no decir. Era cómplice de su vida y ella de la mía, me dio el privilegio de abusar de su mente y eso hice, mi pequeña YoungSoo había dejado a la niña risueña en el pasado para ser alguien más madura y cerrada, pero aún así seguía siendo tan dulce como la miel ante mis ojos. La abracé como si mi vida dependiera de ella, no importaba mi ropa, su llanto y el mío, había tanto sentimiento que ambos queríamos ese abrazo, lo necesitábamos.  

Escondió su rostro en mi pecho y allí susurró las palabras más dulces que jamás me había dicho, era tan especial que no me atrevería a hacerle daño, jamás lo haría. Nos separamos lentamente y sus ojos seguían delatando el gran vacío que empezaba a sentir. 

—Llámame todos los días, quiero saber todo de ti. 

—Te lo prometo, mi pequeña YoungSoo —besé su mejilla. —Sé que serás feliz aunque no esté, recuerdame todas las noches antes de dormir y cuando llegue nuevamente, invítame a bailar.

Esta vez quien lloraba era yo, no podía fingir que no dolía cuando era todo lo contrario. 

—Sei l'amore della mia vita, Jeongguk. 

—Sono l'amore della tua vita, YoungSoo.

Nunca entenderé el porqué YoungSoo está enamorada de mí, pero agradezco que me haya dado sus alas para poder volar, sin ellas estaría estancado. De haber sido yo, la dejaría tropezar un par de veces hasta verla morir, YoungSoo me ha dado una razón más para vivir. 

Mi estadía en Vernazza ha terminado.