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Todo era oscuridad y no había rastro alguno de una luz, de una esperanza, de una persona que me sacara de este vacío, que me ayudara, nadie se dignaba a mirarme, a velar por mí, perdía las fuerzas y comenzaba a creer que se trataba de un juego, en donde te dan oportunidades pero hay un fallo y por alguna extraña razón te quitan todo lo que tienes, privándote de la libertad que llegaste a considerar un día, arrebatan las cosas más importantes y como si fuera el colmo tratan de borrar tu memoria para que así no puedas recordar nada, pero existen en tu mente escasos recuerdos de lo que has vivido, el sonido de tu voz, el de tu llanto, el de los doctores susurrando y otros sonidos ajenos y no conocidos para ti. 

Pero cuando crees que todo ha llegado a su fin, que nunca pasarás el nivel final el cual te llevará a la victoria, cuando crees que ya nada tiene sentido, es ahí cuando todo cambia. Aquella habitación en donde reinaba la oscuridad comienza a haber luz, pequeños rastros, sombras desconocidas, nuevos sonidos y es ahí cuando logras ver a lo lejos un color, el único para ti y el que sólo conoces, el azul de cielo y a su lado un poco de blanco, pero existe melancolía y miles de sensaciones que no podrás explicar con tus propias palabras. Existe una nueva esperanza, un nuevo vivir. 

Naces, creces, te reproduces y mueres. 

Podría decirse que había cumplido con cada una, haciendo una excepción en reproducirse. Nací, crecí y morí al instante, no había, no existía una motivación para mí, llegué al mundo solo, sin que alguien me mostrara lo bello que dicen tener la vida, sin que me dijeran las cosas buenas y malas del mundo, alguien el cual respondiera todas mis dudas, que me dijera mis verdades y abriera mi corazón. Estaba sin cuidado alguno, porque cuando tratas de pasar de nivel, queriendo rescatar a la reina, es ahí cuando más se complica porque salen objetos de la nada, acabando con tu vida, con aquella esperanza que lograste creer y hacer. 

Sin darme cuenta había cerrad mis ojos por un largo tiempo y cuando decidí abrirlos, querer ver ante mí el paisaje que me esperaba, quedé sin palabras. Era hermosa, vaya que lo era, su cabello era largo y fino, su mirada encantadora, con una voz dulce, aquellas que te hacen dormir con sólo un suspiro, con tan sólo escuchar una simple palabra salir de su boca, era magnifica, como una princesa, como aquella reina a la cual debía rescatar, pero yo era un aldeano el cual buscaba su amor, la mano, el perdón de los pecados, la aceptación. No importaba que fuese mayor, que tuviera unos años más que yo, pero quería hacerla mi mujer, la mujer de mis hijos y encontrar en ella el amor que tanto había deseado. 

Vamos, no era tan difícil poder cumplir eso, necesitaba lo que ella buscaba en un hombre, cosa que para mi mala suerte no pude y tuve que ver como llegaba un rey, un chico encantador para ella y arrebataba frente a mis ojos lo más bello que hasta ahora existía para mí, tuve que contemplar como mi primer amor se iba de mis brazos y yo con una sonrisa prometí amarla y pensarla día y noche, porque jamás podría borrar de mi mente su bello rostro, era un ángel y juraba haber visto la perfección. 

A veces me pongo a pensar cómo sería mi vida si no hubiese llegado esa persona, si estuviera con ella en este instante cambiaría y daría un giro totalmente inesperado, pero el destino existe y la promesa que juntos nos hicimos un día se hizo realidad; logramos cumplirla. Pero no era necesario decirle con palabras que mi amor había terminado, que mis ojos estaban hechizados por otra doncella, una nueva reina y su princesa me hacían perder la cabeza, pero al saber que dejaría este mundo para siempre y que no la volvería a ver durante mucho tiempo hasta que yo decida dejar el mundo de los vivos, mi alma quebró en dos y ahí supe que debía decirle adiós. 

Sonreí mirando al cielo y los ojos se me llenaron de lágrimas, hacía bastante frío y mis pies estaban cubiertos por la arena y agua salada que volvía al gran estanque; había tomado la costumbre de ir al mar cada madrugada para contemplar el amanecer. Suspiré con fuerza y de mi boca salió humo indicando que en mi interior era una caldera, me deshice de mi abrigo y me metí por completo al agua, no importaba si estaba desnudo o con ropa pero al hacer eso me unía, éramos sólo uno y nadie más. Cerré mis ojos y estando boca arriba me dejé flotar y que la corriente me llevara a donde ella quisiera. 

papi, papi ©jeon jeongguk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora