Capítulo 2

35 3 0
                                    


Sangre y más sangre aparece en mi visión, estoy en un baño y no dejo de lavar la sangre en mis manos. Me siento desesperado, mi pecho se aprieta en mucho dolor y vacío.

—¡Frank! —grita con puro pánico.

La veo, ella en la cera llena de sangre, intento correr y ayudarla, quitarle ese dolor que refleja en su dulce y hermoso rostro, pero de repente estoy encerrado en el baño golpeando en todos lados, gritando histérico por no poder hacer nada.

¡Frank!

Mi garganta duele y raspa, mis nudillos están rotos.

Oh mierda ¡Frank!, despierta hijo me estoy desmayando.

¡FRANK!

Me despierto empujando al que me sostiene por los hombros, helado, asustado y con un dolor horrible en mi pecho.

Oh mierda, hijo estabas teniendo otro ataque pensé que...

Estoy bien, puedes irte lo interrumpo en un suspiro.

Me cuesta respirar.

No da batalla y me ve preocupado por ultima vez antes de caminar a la puerta. Detiene su salida.

No, nada está bien Frank, ¿qué mierda pasa contigo? Pensé que estabas mejor —se pasa ambas palmas por el rostro en frustración —. Ve que hiciste anoche, observa tus nudillos hijo.

Su cansina mirada viaja por el ventanal a mi costado y después con un gran pesar en mis manos.

Por unos segundos miro el vidrio, manchado y solo con una pequeña grieta, instantáneamente recuerdo la pesadilla que acabo de tener.

Mi primera pesadilla en esta casa, de muchas.

Ignoro por un momento el ardor en mis nudillos.

¿Qué si lo hice? No te importa me pongo de pie, con la expresión absolutamente seria.

Por el amor de Dios, Frank eres mi hijo claro que mi importa —sus facciones denotan preocupación y tristeza.

No te importó traer a esa a esta casa doy por terminada la pequeña conversación.

Me encierro en el baño lo más rápido posible. Escucho como maldice y después nada.

—No me iré estaré contigo hijo —su rostro se notaba más avejentado.

—Gracias pa — dije en un susurro.

Me abrazaba tan fuerte que me deje ir, lloré todo lo que había contenido, paso tan rápido que apenas pude procesarlo.

—¿Quién es esta señora papá? — pregunte sentándome en la silla del comedor.

Mire a las personas en el lugar en espera de su respuesta.

—Uhm...es Samanta hijo —tragó duro para continuar, había notado días atrás su nerviosismo —. Nos mudaremos no tardando y ella nos ayudará con las cosas —pauso pensativo antes de continuar —. Es muy linda ¿no?, y es apenas una señorita no señora —corrigió embelesado, sabía por dónde iba eso.

—¡¿Qué?! No me iré de aquí sin ellas.

—Ellas siempre estarán contigo hijo —tomó mi mano, pero la aleje con brusquedad.

—Así como siempre lo estarías tú, eso fue unas semanas —levante la voz, tumbando la silla donde me encontraba para atrás, susurre lo siguiente —. Te has alejado.

Culpable o inocente | En curso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora