Capítulo 22

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Hacerla enojar es mi único don en esta vida y en este punto me doy cuenta de que no es lo peor.

Las mentiras son lo peor, y ¿entonces? Como le dije, voy a ser sincero, en cada palabra. Desde que entra en mi visión soy un verdadero monstruo de la verdad.

Me es muy fácil serlo, eso me caracteriza, decir verdades a las personas, ahora más que nunca no perderé ese toque. La última decisión es de ella, no tengo poderes para cambiar los sentimientos de la persona que me gusta.

Me gusta.

Miro su perfil, estamos sentados en el borde de la terraza, los pies nos cuelgan, en largos y extensos minutos nadie ha dicho nada, la verdad es que, estoy demasiado triste y lo demuestro siendo frío y sobrio.

Y sé que está mal mi comportamiento.

Hace un año murió mi madre. Perder a un ser querido deja una marca por el resto de tus días.

¿Por qué elegí este día para hablar con Vallolet?

Los días malos, ¿por qué se tienen que quedar como días malos? ¿O cómo meses o años malos?

Hay que hacer algo ese día, lo suficientemente bueno para tu persona, recordar lo bueno y no lo malo, por ese motivo, la cité hoy. Si nos damos o no la oportunidad, me ayudará a siempre expresar lo que siento, porque puedes ganar una genial compañera, pero ¿perder qué?

En mi caso, no puedo perder más.

Y se gana la experiencia.

Me cuesta expresar lo que siento, soy muy malo relacionándome, mi sinceridad siempre lo arruina. Mi temperamento no es el más bueno, nadie lleva mi ritmo, tengo altibajos, me gusta ir rápido y lento en la vida.

Todos somos diferentes, yo soy un chico muy, muy diferente.

—¿Te vas a quedar mirando? —linda boquita es adornada por una sonrisa nerviosa.

Asiento. Mala idea. Niego rápidamente al ver su cara como un tomate.

—Me gustaría hacer muchas cosas contigo. Pero hoy, estamos para hablar —pongo atención a mis botas —. ¿Qué quieres que te diga?

Silencio.

La miro de nuevo, su mirada perdida en la calle con autos transitando.

—La verdad —sus ojos se encuentran con los míos, lamo mis labios. ¿Qué me pasa con ella? —. Di todo lo que tengas que decir y haré lo mismo.

Asiento sin dejar de mirarla.

—Lo que te dije en la calle ayer, es cierto.

—¿Por qué llegaste casi llorando?

Desvío la mirada, esto va a ser muy difícil, pero prometí decir la verdad, la forma en la que me presenté todavía me avergüenza.

—Recordé a mi madre. Su consejo me ayudó a enfrentar lo que siento —sigo sin mirarla —. Ella es alguien muy especial para mí.

Lo sigue siendo hasta después de la muerte, eso no quita todos los años que me dio de amor, cariño, abrazos, consejos y regaños. Todo eso fue por mi bien y siempre se lo agradeceré.

Me duele demasiado que no esté a mi lado, llegar a pensar que cada día envejezco y en un futuro puedo olvidarla.

—Mi madre también lo es, mi familia entera.

—¿Tú padre? —me tenso al recordar a aquel maldito.

Suspira triste, la observo de reojo, esos bellos ojos se están cristalizando.

Culpable o inocente | En curso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora