Capítulo 12

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¡Frank!

Sufrimiento, pesar y dolor.

¡Frank! gritó con puro pánico.

Su hermoso rostro lleno de lágrimas.

Hijo, eres especial, no lo olvides.

Sus dulces abrazos enrollando mi cuerpo.

¿Y ahora qué hay?

No existe nada de eso para mí, ya no hay nada que la vida pueda ofrecerme para cesar el dolor. Sólo más dolor a los bultos llenos que colecciono dentro de mí. Si dejará de existir se calmaría esta profunda pena.

Eso es lo que creo yo.

Pero puede que vaya al infierno y reviva una y otra vez mi patética historia.

Salgo de la tina en la que me encontraba sumergido sin preocuparme por el frío o si debo secarme, escurro tanta agua que he creado charcos. Me veo al espejo y solo me da rabia. Esa noche me faltó, me faltó toda esa rabia que siempre traía conmigo, la misma que siento ahora, para atrapar al hijo de perra que las apartó de mi lado.

Aunque alguien este pagando en la cárcel no es suficiente para mí.

—¡Tonto! Eres un maldito imbécil. Todo iba bien contigo, lo arruinaste como siempre. ¡Tonto!

Golpeo el vidrio frente a mí, quebrándolo en mil pedazos. Gritar y romper cosas servían de algo en el pasado, calmaban la impotencia de no poder ser normal. Pero ahora esto ya ha dejado de hacerme efecto.

Necesito más, y más dolor físico para dejar de sentir el del alma.

Camino entre los vidrios saliendo del cuarto de baño, el gran ventanal ha sido como un portal en el tiempo para mí estos últimos meses. En el puedo ver el reflejo de lo que fui, lo que tengo ahora y lo que me espera si sigo así.

Soledad.

Nadie se acerca a un raro qué tiene una larga lista de psicólogos que ha visitado. Y qué ahora incluso no se acercan ni por lástima. Porque piensan que tuve algo que ver.

Porque claro, si siempre he sido un marginado y un raro porque también no un asesino.

Me da igual el frío o que alguien me vea, de que más podrían tacharme.

—Hijo, ¿estás ahí?

Toca la puerta suavemente, volteo en su dirección.

—¿Qué quieres?

—He llegado, pensé que querías platicar.

—Bajo enseguida.

La soledad me viene bien, la oscuridad es mucho mejor. Pero no puedo olvidar el tema que tengo pendiente con él. Me coloco lo primero que encuentro y me dirijo escaleras abajo.

—Iré al grano, ¿qué es lo que les dijiste en el hospital?

No termino ni de bajar los escalones y ya estoy tirando la pregunta a Will.

Pero cabello negro y botas gigantes negras entran en mi visión, no terminó de bajar el último escalón.

—Te buscan hijo —Will me hecha una mirada confundido y se encamina dentro de la cocina.

—¿Qué haces aquí? Ya es tarde.

—Uh, estás mojado, ¿no tienes frío? —se bota al mueble.

No seque mi cuerpo mucho menos mi cabello, y aún está goteando.

—Me estoy quedando un rato aquí. Me aburro en este lugar.

Culpable o inocente | En curso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora