Capítulo 20

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La energía no me cabe en mí cuerpo, quiero saltar como niño.

Sus hermosos ojos y ese flequillo que tanto me encanta vienen a mi mente, es como si esas lágrimas que derramé me hayan limpiado y ahora todo es más claro.

Cortejarla no será nada fácil, nada en mi vida es fácil, pero ya llegamos a esto punto.

Sigo pensando que todo esto que me ha pasado en estos días es obra de mi madre, se me hace una manera muy particular de ella, o es el destino que por fin quiere darme algo bueno.

—Estas coladicimo por ella —musita a mí lado. La miro, ella desvía rápidamente observando mi camioneta —. Es hora de ir a casa.

¿Qué debo decir ahora?

Me cuesta pensar en algo que decir, tiene algo que no entro en esta situación incómoda.

—Puedo llevarte si quieres, puedo soportar a tu prima —me pone de mal humor recordar a Nancy. Evito mirarla.

Cuando lo hago, sus ojos están llenos de lágrimas.

¿Qué hice?

Mierda, Sarah es una chica muy sensible, no me debe decir, lo leo claramente, al igual que yo usa una armadura. Se esconde detrás de su sarcasmo, el aparentar ser libre, hacerle la vida imposible a los demás de buen modo, vaya, me alegro haberla conocido.

—Lo sé.

—¿Qué sabes? —uno él entre cejo, me resulta interesante ver a una persona como lo que es, dando la cara verdadera.

Niega con la cabeza.

—Soy un tanto nostálgica.

—¿Un tanto?

La sonrisa que esboza toca sus ojos, ¿he dicho que me gusta ver sonreír a la gente?

Como que mi temperamento del infierno ha disminuido diez rayotas.

—¿Entonces?

—La verdad es que me estoy quedando en un hotel aquí cerca. Puedo caminar —todo rastro de humor se esfuma —. La estúpida de Nancy me corrió por no acatar sus órdenes. ¿Crees eso? ¡Yo! Sarah Molina acatando órdenes.

Niega con la cabeza con diversión en el rostro.

—Esa niña pija sabrá de lo que soy capaz.

—¿Seguir sus órdenes? —no entiendo nada, pero me gusta verla enojada.

Bueno fingiendo estarlo.

—No le conté nada de nuestra platica, sí, ella me mando a investigarte y a sacarte algo, pero... —me mira avergonzada —. Me caes de maravilla. No pude hacerte eso.

Es mi turno de reír, fingir que limpio mis lágrimas.

Ay, Frank.

Hace nada eras un amargado repulsivo sin control alguno.

Me pregunto, ¿qué es lo que vendrá a arruinar mi buen humor?

Soy muy pesimista cuando me lo propongo.

—Vivirás en mi casa —sentencio poniéndome serio —. Hay una recamara disponible —me encojo de hombros —, ¿qué dices?

Toca su pecho mientras sus labios forman una ¨o¨.

—¿Estáis hablando en serio? —no disimula su asombro —. La verdad es que no puedo negarme.

Arranca de mi mano la llave de la camioneta y corre en dirección al asiento del copiloto, nadie la persigue, parece estúpida haciéndolo.

Culpable o inocente | En curso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora