Horas después de mi desmayo y de confesarle a Luke gran parte de mi vida, sigo abrazada a él en el sofá. Nos hemos tumbado, con mi cabeza apoyada en el hueco entre su hombro y su pecho y su mano en mi pelo. Ni siquiera nos hemos molestado en poner la televisión, como si el movimiento continuo de sus manos acariciando mi pelo y espalda fueran entretenimiento suficiente. Nunca había estado tan a gusto con alguien.
Entonces suena el timbre y nuestra tranquilidad queda arruinada. Luke gira la cabeza hacia la puerta mientras coge mucho aire y luego suspira de golpe, justo antes de mirarme a mí.
- ¿Será tu madre? – parpadeo varias veces mientras me mentalizo para levantarme de su lado e ir a abrir.
-No creo, ella tiene llave. -el timbre vuelve a sonar mientras me estiro. Soy consciente de que estoy siendo extremadamente lenta, pero después de todo lo que ha pasado hoy solo quiero quedarme aquí tirada y que quien quiera que esté en la puerta me deje en paz. El maldito timbre vuelve a sonar, quien esté fuera es un impaciente. Subo las escaleras con cierta agilidad y abro la puerta, solo para ver mi porche vacío.
-Pero ¿qué...?
- ¿Quién es? -pregunta Luke desde el sofá, ya sentado.
-No hay nadie. -respondo mientras cierro la puerta. Todo esto es muy extraño y la paranoia cobra fuerza en mi mente. De repente la puerta de mi cuarto se abre de golpe.
- ¡Ya estoy aquí! -exclama a pleno pulmón Ari, que sale de mi habitación como si fuera lo más normal del mundo, con dos bolsas de plástico en los brazos. Pego un brinco del susto, golpeándome contra la puerta que acabo de cerrar.
- ¡Maldita sea, Ari! ¿Cómo ha entrado? -exclamo. Me llevo una mano al pecho, donde el corazón se me ha acelerado. La chica me mira como si estuviera preguntando una obviedad.
-Por tu ventana. -responde haciendo un gesto hacia mi cuarto. -Tardabas un montón en abrir, así que he entrado yo. -se encamina hacia las escaleras de caoba que dan al cuarto de estar y ve a Luke. -Oh, hola. ¿Aún estáis estudiando?
No oigo lo que le responde el chico, estoy demasiado ocupada pensando en lo que ha dicho sobre mi ventana. Da al techo del garaje, que está a la altura adecuada para que cualquier persona medianamente en forma pueda subir encima. Y si Ari ha podido, cualquier persona con un don podrá. Supongo que tendré que poner una reja.
-Ari, ¿Qué haces aquí? -pregunto cuando bajo con ellos.
- ¿Dónde tienes hoy la cabeza? Íbamos a ver Titanic, ¿recuerdas? -no me acordaba. De hecho, sé que hemos tenido está conversación esta mañana, pero han pasado tantas cosas desde entonces que parece que haya sido hace años.
-No os pega nada ver Titanic. A ninguna de las dos. -comenta Luke con una sonrisilla.
-Mierda, lo había olvidado.
-Tranquila, aún podemos verla. He traído helado y pañuelos. -empieza a vaciar las dos bolsas de plástico y yo no sé como pararla y decirle que no me apetece ver la película sin hacer que se sienta herida. -Y, para que conste, Titanic es una de las mejores películas de la historia y me encanta, ¿entendido, capitán? -le dice a Luke. Lo de que le llame por su puesto en el equipo de baloncesto se me hace raro. ¿Estará tonteando con él?
-Subcapitán. -le corrige él. Vaya, estaba casi segura de que era el capitán.
-Lo que sea. -contesta mi amiga mientras sigue a lo suyo con las bolsas que ha traído.
-Escucha, Ari, es que...bueno...verás...es que hoy yo no... -empiezo, pero me siento tan mal por lo que voy a decir que no consigo decir la frase entera. Luke se levanta del sofá y se acerca a mí mientras se estira.
ESTÁS LEYENDO
El don débil
Science FictionMuy pocos niños nacen con un don, y de estos casi ninguno posee el don débil, por lo que la probabilidad de tenerlo es casi imposible. Bien, pues Alexia es un caso casi imposible. Desarrolló su don a los diez años, cuando fue adoptada junto a su her...