Para cuando llego a la comisaría de policía ya no lloro. Tampoco siento pena, o añoranza, o dolor, no siento nada. Bonny me está esperando en la puerta cuando llego y me acompaña hasta su despacho, en el cual me siento en un de los sillones mientras ella discute con Max y con otro policía más. Por lo poco que oigo, están decidiendo si deberían ir a por Trent y Éter ahora que saben dónde están o dejar que les lleven hacia los demás. No presto más atención, si necesitan algo de mí ya me lo harán saber; al fin y al cabo, llevo aquí casi cuatro años y nunca han querido mi ayuda. Encojo las piernas hasta apoyar los pies en el asiento y la barbilla en las rodillas.
Que tonta he sido. Debería haber apartado de mí a Luke hace días, justo cuando supe que Arthur sabía donde estaba, en vez de explicarle mi pasado. Y no solo a él, Ari también estará mejor lejos de mí y... Miro a la mujer de pelo rubio hasta los hombros que está hablando seriamente con los otros dos policías, una mujer que se ha encargado de mi durante años como si fuera su propia hija. Una mujer a la que he llegado a querer como a una madre. Bonny también debe salir de mi vida, y su hijo Daniel con ella. Daniel, que ha llegado a ser casi como un hermano para mí, que me enseñó como actuar en el instituto cuando yo no sabía como funcionaba el mundo real, que me ha preparado el desayuno tantos días y con el que me he quedado tantas noches a ver una película. Dani, que tiene un lunar en la frente y se lo tapa con un mechón de pelo porque no le gusta. ¿Cuántas veces me habré reído de esa manía?
-Esto es un desastre. -sube la voz Max.
-Si creías que ibas a poder decidir sobre ellos sin que se movieran, ibas listo. Esos chicos están entrenados para desaparecer cuando quieran. -le reprende Bonny. Por lo que parece, se les ha hecho demasiado tarde para ir a por Trent y Éter, seguramente ya hayan notado que no estoy y se hayan marchado.
Max se marcha del despacho con gestos bruscos, aunque todos saben que está más enfadado consigo mismo que con cualquiera de los demás, es muy exigente consigo mismo. En cuanto nos quedamos solas, Bonny se sienta en su butaca y me mira con aspecto cansado. Yo la miro sin sentir nada, simplemente esperando a que hable.
- ¿Te encuentras bien? -pregunta. Yo me encojo de hombros.
-Sí, creo que sí. -no es verdad, pero tampoco mentira. No estoy bien, pero tampoco mal; simplemente estoy.
- ¿Seguro? Tienes mala cara. -me froto los ojos con las almohadillas de las manos, frustrada.
-No lo sé, Bonny. ¿Tu cómo te sentirías en mi lugar? -le espeto. Hay un largo silencio hasta que responde.
-No lo sé.
-Pues eso. -siento una punzada de culpabilidad por hablarle así en un momento tan tenso como este, pero luego recuerdo que tengo que alejarla de mi antes o después y no me parece tan mal. Doy un largo suspiro y me pongo de pie.
-Me voy a casa, a entrenar. -ella me mira con cautela y luego asiente con la cabeza.
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El don débil
Science-FictionMuy pocos niños nacen con un don, y de estos casi ninguno posee el don débil, por lo que la probabilidad de tenerlo es casi imposible. Bien, pues Alexia es un caso casi imposible. Desarrolló su don a los diez años, cuando fue adoptada junto a su her...