El don débil

CAPÍTULO 15: LA CRUDA REALIDAD. hace 6 años.

Arthur dice que todos los demás son más fuertes, rápidos y agiles que los seres humanos normales solo por tener un don. También me ha dicho que yo no soy así, y que por eso mi don es el más débil. "Con tu don no puedes protegerte, no es un arma como el de los demás." me dijo cuando hablamos en su cuarto "Tu única oportunidad es entrenar el doble, pero si te atrapan en una pelea estás muerta."

Así que entreno el doble que mis amigos porque, aparte de aprender a controlar mi don, yo tengo que entrenar mis reflejos, mi oído, mi tacto, mi velocidad y mi fuerza, cosas que ellos tienen sin esfuerzo. Al principio me pareció injusto y, en el fondo, todavía me lo parece, pero después de hablar con Jessy no me pareció tan mal. "Aprovecha todo lo que Arthur te enseñe. Es trabajo extra, pero de esta manera llegaras a ser la mejor" me dijo. "Si a ti te entrena más, estarás más preparada cuando llegue la hora de enfrentarnos a él." He de admitir que eso me asustó, pero si ella tiene razón en lo de que Arthur trama un plan en el que nos utiliza, no me parecería tan mal que le dijéramos que no a algo.

Los demás han avanzado un montón en el control de sus dones. James, por ejemplo, ya sabe como incendiarse un brazo entero sin que el fuego se extienda por su cuerpo, y lo mas importante: sabe apagarse. Éter a aprendido a cambiar su aspecto por el de cualquiera de nosotros y se entretiene gastándonos bromitas y haciéndonos creer que hablamos con otra persona. Arthur dice que llegará el momento en el que se podrá transformar en cualquier persona que vea o imagine, pero le ha prohibido que intente transformarse en él. Elizabeth todavía practica a congelar y descongelar solo sus propios dedos, pero con el tiempo podrá hacerlo con todo el cuerpo. Mei Ling carga y descarga baterías pequeñas y a veces lanza pequeños rayos que se desvanecen en el aire. Trent es el que más rápido ha aprendido: ya sabe convertir en acero todo su cuerpo, pero aún no sabe como conservar la movilidad, de modo que es como si se convirtiera en una estatua una y otra vez. Y por último está Brad, que es el más avanzado porque empezó antes. Revolotea por toda la casa y se hace pesado a su antojo, pero Arthur quiere que coja velocidad en los cambios de densidad.

Yo, por mi parte, no he cambiado mucho. Mi don no se puede medir de una manera física como los demás, así que se me hace más difícil aprender a controlarlo. La norma básica es que debo saber que quiero que haga mi don para que funcione, así que Arthur me hace buscar verbos en el diccionario para ampliar mi vocabulario y que mis ordenes sean más específicas, pero luego solo practicamos lo mismo una y otra vez: levantar, mover, dejar y aplastar. No doblo las cosas, ni las corto, quemo, abro, lanzo... Nada. No sé para que quiero lo del diccionario.

-Bien, Panterita, hoy vamos a hacer algo distinto. -dice Arthur. Ha empezado a apodarme así por el peluche que tengo, el que me regaló la supervisora del orfanato en mi cumpleaños. Arthur dice que las panteras son animales especiales entre sus especies, ya que pueden ser jaguares o leopardos y lo único que los diferencia es su pelaje. También son animales solitarios. Gracias a mi don, yo también soy especial entre los de mi especie, así que el apodo me parece acertado, pero no quiero ser solitaria.

Arthur pone unas cuantas canicas en el suelo delante de mí y me ordena que haga rodar una. Lo hago con facilidad y me manda que mueva dos canicas a la vez. Eso me cuesta bastante más porque no se bien hacia donde se mueve cada una. Después me hace mover tres, y esto si que me parece imposible. Al final del día no he conseguido mover más de cinco canicas al mismo tiempo, y no controlo para nada hacia dónde va cada una, pero Arthur parece muy satisfecho.

- ¿Por qué estás tan contento? No he hecho casi nada. -pregunto, arriesgándome a que me grite como ya ha hecho alguna vez con todos nosotros excepto con Lin, que aún no tiene su don. Él me mira y sonríe triunfante. Al parecer, no hay quien le desanime hoy.