Al día siguiente de mi pequeño numerito, me dirijo al despacho de Connor antes de la primera clase del día. No me parece que sea yo la que se tiene que disculpar, pero eso es por mi orgullo y el orgullo es algo que a veces hay que tragarse. Por desgracia me trago el orgullo para nada, porque mi tutor no está en su despacho. Así que no he conseguido hablar con él y encima voy a llegar tarde a clase, genial.
Me encamino hacia mi aula, que está casi al otro lado del edificio, intentando que no se me caiga la mochila mientras me quito el abrigo. Debería parar para hacer este tipo de acrobacias, pero tengo prisa. Cuando por fin consigo sacar el abrigo de debajo de la mochila, levanto la mirada hacia el pasillo y veo a un chico alto y encapuchado caminar hacia mí. Me tenso de miedo, pero me digo a mi misma que solo es un alumno y que siga con mi camino en lugar de ser tan paranoica. El desconocido pasa a mi lado, tan cerca que se choca con mi hombro.
-Hola, Panterita. -susurra. Casi me tropiezo al oírle. De primeras, esperaba que dijera perdón, no eso, y de segundas, ¿Cómo sabe este chico el mote con el que me llamaba Arthur?
Él empieza a caminar más rápido hacia el final del pasillo, y yo no me lo pienso dos veces antes de correr tras él. En cuanto ve que le sigo echa a correr él también, más rápido que ninguno de los alumnos del instituto. Eso solo significa una cosa: tiene un don. Yo, por el contrario, no puedo correr tan rápido a pesar de tener un don -por algo se llama don débil- pero corro todo lo que puedo para no perderlo de vista, incluso suelto mi abrigo y tiro la mochila. El chico para de repente delante de una puerta de emergencia, y yo me lanzo para agarrarle de un brazo.
- ¿Quién eres? -grito en un susurro, no me apetece que empiecen a salir alumnos al pasillo. Entonces él se gira y deja a la vista una mandíbula marcada con una barba de un par de días, una nariz recta y unos ojos azul grisáceo que conocí hace tiempo. Tengo que taparme la boca con fuerza para no gritar.
-Brad. -digo, porque necesito que me diga que es él, que esto no es un sueño. Acerco una mano a su cara muy despacio y le quito la capucha. Tiene el pelo rapado, pero es su pelo rubio de siempre, y puedo tocarlo de verdad, es real. Se me inundan los ojos y empiezo a temblar.
-Alexia. -contesta, y le tiembla un poco la voz. Me abraza con fuerza y todo me parece viejo y nuevo a la vez: abrazar a Brad es algo del pasado, pero ahora es bastante más alto que yo, y cuando le rodeo con los brazos me doy cuenta de que también es más ancho que antes. Su voz es más grave, tiene algo de barba, incluso su olor es distinto... pero es Brad. Ahora sí que me echo a llorar, y lo único que silencia mis sollozos es su hombro. Me agarro a él como si mi vida dependiera de ello.
-Te he echado tanto de menos. -digo entre sollozos. No sé cuánto rato estamos abrazados, pero de repente se separa lo suficiente para mirarme a los ojos.
-Yo también a ti. -me pasa una mano por el pelo y me besa la frente. -No puedo quedarme ahora, pero vendré mañana, te lo prometo. -Me agarro a él instintivamente, negándome a dejarlo ir tan rápido.
- ¿Cómo has sabido dónde estaba?
-Te lo explicare mañana. -y con eso se separa de mí y abre la puerta para irse, pero antes de desaparecer se gira una vez más. -y, Alexia, no soy el único que sabe dónde éstas. Si ves a Trent o a Mei Ling, corre.
Desaparece un segundo después, dejándome sola en el pasillo. Sus palabras aún resuenan en mi cabeza, "no soy el único". El terror recorre mi cuerpo en cuanto se me pasa por la cabeza que Arthur podría saber que estoy aquí. Y ¿Qué a sido eso de que corra si veo a Trent o a Mei Ling? ¿Qué ha pasado durante estos tres años?
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El don débil
FantascienzaMuy pocos niños nacen con un don, y de estos casi ninguno posee el don débil, por lo que la probabilidad de tenerlo es casi imposible. Bien, pues Alexia es un caso casi imposible. Desarrolló su don a los diez años, cuando fue adoptada junto a su her...