-Esto es una tortura, no lo entiendo. -se queja Luke. Ya llevo cuatro semanas dándole clases y hemos cogido mucha confianza, lo que significa que se queja mucho más.
-Deja de hacerte la víctima e inténtalo. No llevas más de dos minutos con ese ejercicio. -me río de él sin levantar la vista de mis propios deberes y oigo como suelta un gran suspiro. Hay que ver lo dramático que es.
-Para ti es fácil decirlo, todas las asignaturas se te dan bien. -le miro para indicarle que deje de hablar y se concentre, pero en vez de eso apoya la cabeza en una mano y se inclina sobre la mesa. -Quiero tu cerebro.
"Oh, Luke, si supieras lo que puede hacer mi cerebro y lo que he sacrificado por él, no lo querrías" pienso, pero por supuesto no digo nada. Me levanto y me pongo detrás de él.
-Si te hubieras esforzado durante toda la secundaria como lo haces ahora, tus notas serían mejores que las mías. – me mira incrédulo, pero no le hago caso. Apoyo las manos en sus hombros como si le fuera a dar un masaje. – Venga, ponte recto. -me obedece y le masajeo los hombros hasta que se relaja. De inmediato le sujeto la cabeza y se la agito como su fuese un cóctel. Cuando le suelto se ríe un poco.
-Pero ¿Por qué has hecho eso? – pregunta, sonriente.
-Para despejarte. -contesto, y le doy un par de golpecitos al papel que tiene delante. El pone los ojos en blanco, pero me hace caso y se pone de nuevo con el ejercicio, todavía con una sonrisa.
-Pues prefiero el masaje.
-Te aguantas.
Lo que más me gusta de Luke es que siempre está sonriendo, incluso cuando está concentrado o totalmente disperso sus ojos irradian alegría. Es algo tan contrario a cómo fue mi vida durante años, desde que tuve el maldito don, que no puedo evitar que me atraiga. Aunque no creo que eso signifique que me gusta Luke. Si, me gusta pasar tiempo con él porque me lo paso bien, y es una persona genial, pero de ahí a que me guste... Claro, que tampoco es que sepa mucho de esto, porque la única persona que me había gustado hasta ahora a sido Brad, y me empecé a fijar en él a los diez años. Es un punto de vista muy diferente.
Mis pensamientos quedan completamente desterrados de mi cabeza cuando empieza a sonar el teléfono antiguo que tengo en mi cuarto. Bonny está trabajando, así que ha debido de averiguar algo sobre Arthur y los chicos. Miro a Luke, que ya me está mirando como si me preguntara si pienso cogerlo o me voy a quedar ahí parada.
-Ahora vuelvo. -me disculpo, y salgo corriendo hacia mi habitación. Prácticamente me choco con la pared al lado de la mesilla en la que está el teléfono, y lo cojo con tanta fuerza que casi lo lanzo por los aires. Tres años y sigo esperando noticias de los chicos igual que el primer día.
- ¿Bonny? ¿Has sabido algo de ellos? -pregunto. Oigo mucho ruido al otro lado de la línea, deben estar con mucho trabajo en la oficina. O quizá está haciendo el trabajo de campo. Por favor, que esté en la oficina... No me gusta que Bonny esté en peligro constante en su trabajo.
-Sí. ¿Recuerdas el atraco del que te hable hace un mes? -contesto con un escueto "si", deseando que siga hablando. -Pues fueron ellos, ya no hay lugar a dudas. Han encontrado más grabaciones de una cámara escondida que no vieron. – por una parte, la noticia es buena, porque ya sabemos dónde están o al menos por donde se mueven, pero por otra... - Alexia, esto significa que Arthur a estado en la ciudad y que podría seguir en ella. Tienes que mantenerte completamente anónima, ¿Entendido? – asiento con la cabeza, pero luego recuerdo que estamos hablando por teléfono y que no me ve.
-Sí, lo entiendo. Tranquila, no llamare la atención. -aunque no sé a quién de las dos estoy tranquilizando. -Gracias Bonny. -Colgamos y me quedo sentada en mi cama, mirando el teléfono y con las tripas algo revueltas. No quiero que Arthur me encuentre, no quiero volver con él. Al contrario, lo único que quiero es que la policía lo coja, le meta en la cárcel por todo lo que ha hecho y por todo lo que nos ha hecho y quiero que se pudra en ella mientras mi hermano y los demás llevan una vida normal.
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El don débil
Ciencia FicciónMuy pocos niños nacen con un don, y de estos casi ninguno posee el don débil, por lo que la probabilidad de tenerlo es casi imposible. Bien, pues Alexia es un caso casi imposible. Desarrolló su don a los diez años, cuando fue adoptada junto a su her...