Magnus Bane solo quería vivir.
Alexander Lightwood solo quería huir.
Pero el destino se encargaría que ninguno de los dos pudiera lograr su cometido.
¿Serán capaces de afrontar las consecuencias de sus actos?
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-Ey pequeño, es muy temprano, ¿por qué estás despierto? –Preguntó Alec mientras preparaba el desayuno.
- ¿Por qué estás tú despierto? –Max devolvió la pregunta y Alec soltó una risita cantarina.
-Asmodeus tiene que ir a visitar a su hijo en el hospital, quiero que coma algo antes de que se vaya, ¿tú tienes hambre? ¿Qué quieres que te prepare?
-Creo que hoy tengo ganas de cereal, puedes darme un poco, ¿verdad?
Alec asintió.
-Sí, por supuesto. Es de Magnus y odia que lo toquen, pero será nuestro secreto.
- ¿Que será un secreto? –Preguntó Asmodeus llegando a la cocina y soltando un bostezo mientras estiraba sus brazos.
-Max quiere algo de cereal, ¿crees que podamos robarle algo a Magnus?
Asmodeo soltó una risita y asintió.
-Por supuesto, pero no lo digan o me matará.
- ¡Será un secreto! –Prometió Max sonriendo abiertamente pero luego frunció el ceño–. Tú eres un hombre muy bueno –le dijo a Asmodeus–. Tú no eres mi papá, ¿verdad? –Preguntó con voz infantil.
Tanto Alec como Asmodeus se miraron fijamente pero fue el ojiazul quien negó.
-No Max, tu padre... nuestro padre, se llama Robert. Robert Lightwood.
- ¿Él es un hombre malo? –Preguntó Max y Alec mordió su labio.
-Es un hombre... complicado –afirmó.
-Mamá dice que es malo y qué...
-Es suficiente Maxwell –interrumpió Maryse, quién se encontraba cubierta por una bata de seda negra. Su cabello estaba ordenado en un alto moño aunque dejaba caer un par de mechones que enmarcaban su rostro.
Asmodeus casi deja caer su mandíbula al suelo. Aquella mujer era simplemente hermosa.
Alec le dio un fuerte golpe en la parte trasera de su cabeza y el hombre se giró para verlo con reproche. Maryse fingió no darse cuenta de aquello y simplemente miro a su hijo menor con molestia.
