Teresa

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Me sentía tan vacía en aquella época. Mi vida era una monotonía constante. Sin emoción alguna, sin sobresaltos. Viviendo un matrimonio que era un total fracaso. Creía, que perdería la razón tarde o temprano. Así estuve por mucho tiempo, hasta que apareció él... Suelo decir que fue mi luz al final del túnel. Recuerdo como comenzó todo. Está tan nítido, que parece que hubiese sido ayer...

Me encontraba sola en casa, pues mi esposo estaba de viaje por cuestión de negocios. Aunque sabia que no era del todo cierto... Había más de fondo, pero preferí ignorar la verdad que había tras mis sospechas.

Eran cerca de las nueve de la mañana. No tenía mucho que hacer, puesto que era sábado. Sentí algo de frió, así que fui a en encender la calefacción. Para mi mala suerte, no funcionaba. Traté de resolver el problema, pero no tenía la más remota idea.  No teniendo más opción, llamé a la empresa que realizo la instalación. Les comenté la novedad. Ellos por su parte me dijeron que enviaran a alguien para examinar cual era el motivo del daño. Debía esperar al menos quince minutos. Mientras llegaba el técnico, subí a mi habitación y me puse un abrigo muy cómodo. Eso regulo mi temperatura. Luego me acomodé en un sofá hasta que pasaran los minutos.

Toc, toc. Escuché que tocaban la puerta, supuse que era el técnico. Inmediatamente me levanté del sofá y me dispuse abrir la puerta. Efectivamente era quien venía a revisar la calefacción. Lo que no esperaba, fue ver a un hombre tan atractivo afuera de mi casa. Alto, moreno, de complexión delgada, aunque algo ejercitado, cabello corto, labios pronunciados. Un excelente espécimen de hombre. —Hola–dije tímidamente. No sabía porque de aquella reacción, pero pronto lo averiguaría...

Él me devolvió el saludo, con una sonrisa que iluminó mi mañana. En medio de mi vaivén hormonal, le dije que podría entrar. Él gustoso lo hizo. Después de eso cerré la puerta y le pedí que me siguiera. Dejándose guiar, lo llevé hasta donde están las conexiones de la calefacción.
Por alguna razón me sentí observada por el joven. Podía capar su mirada sobre mí. Lo curioso es que no me molestaba en lo absoluto. Cuando le mostré las conexiones. Él se dirigió hasta el aparato, que se encontraba cerca de mí. Al acercarse pude oler su exquisita colonia.  Que aroma mas delicioso. Espontáneamente cerré mis ojos y me deleité con esa esencia.

—Creo que le gusta mucho la colonia que uso. —Me hizo reaccionar y percatarme de lo que hacía. Además, lo dijo con una sonrisa hermosa en su rostro. Me sentí avergonzada. No solo por que me descubrió, sino por cómo me miraba, por su sonrisa pícara y sus ojos marrones penetraban mi alma. Jamás nadie me miró de esa manera tan cercana y propia. Y lo que dijo continuación me dejó estupefacta.

—Disculpe que le diga esto, pero es una mujer muy atractiva. Me es difícil ignorar eso. Desde que la vi, irradia sensualidad. Perdone mi honestidad. —Su confesión puso mi cerebro en corto circuito y una sensación de calor inundó mi cuerpo. Yo trataba de conversar la calma, la cordura.

Evitaba lanzarme encima de él. —¡¡Como me dice estas cosas!! No cree que estoy algo mayor para usted.—Le mencioné, con el fin de hacerle desistir de esos pensamientos. Aunque en el fondo estaba halagada. Expresaba cosas que no solía decir a menudo, por no decir jamás. En ese punto ya no le tomé mucha importancia al daño de la calefacción. Mi mente estaba ocupada contemplando y escuchando aquellos halagos e insinuaciones del joven que tenía a mi lado.

Ninguna vez tuve interés en otros hombres, a pesar de estar casada con un hombre al cual le soy indiferente... Este es un caso fuera de lo común para mí. Algo dentro de mí, decía que lo abordara, que aprovechara la oportunidad, que dejara atrás mis inhibiciones. Y así fue. Quería liberarme y al parecer, él se empeñaba comedidamente a llevarlo a cabo también.

¡Pasión Desbordada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora