XII

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Vivir en una fantasía tiene sus ventajas.

No, en definitiva, no me veo para nada bonita con los mocos afuera. Ni ahora ni nunca. Lo que pasa es que tú estabas loco.

Y yo me aferre a tu locura. No lo negaré.

Porque ya no solo te buscaba en las mañanas para verte correr, en espera de que me aceptaras un dulce. Al fin teníamos algo en común.

A eso de las cinco de la tarde, cuando aún el cielo está azul y las nubes decoran con sus distintas formas, nos sentabamos uno al lado del otro en la banqueta del parque, esa que quedaba debajo del árbol de flores amarillas.

Ni  molestaré en disimular que disfrutaba ese tiempo, aunque casi no nos hablaramos, con solo saber que estabas sentado junto a mi, viendo lo mismo que yo y que de vez en vez, me señalaras alguna nube que te pareciera extraña, me bastaba.

En esa simpleza me encontraba cómoda, ¿sabes? No puedo explicar cuanto extraño eso. Solo sentarme ahí, contigo, y que los petalos amarillos cayeran encima de nosotros mientras miramos el cielo.

Y lo más importante aún, antes de que todo esto pasara.

¿Por qué no pudo quedarse el tiempo ahí? ¿Por qué?

¿Por qué tuvimos que arruinarlo todo?

El Chico Que Quería Ser Perfecto [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora