IV

98 20 14
                                    

Un "no" hubiera sido suficiente.

Vale, que vergüenza.

Pensé que podría alargar más el asunto, no sé. Incluso pensé en omitirlo, pero no puedo, ese pequeño y humillante detallle es muy necesario. Sin él no tendría que contar.

Ya no puedo ocultarlo más:

Soy tan buena corredora, como lo es un bebé apenas nace.

Mis pies torpes nunca han servido para más que para enredarse y hacerme caer.

Y eso, fue exactamente lo que pasó... Unas cinco, o seis veces.

A pesar de lo mucho que traté de disimular mi muy pésima condición física, los jadeos, el asqueroso sudor que escurria por mi cuello, axilas y pecho, y lo patético que resultaba cuando solo llevaba tres vueltas, no pude evitar la estúpida piedra.

Y tampoco pude proteger mi cara.

Ojo, que eso no fue todo. También me rompí la nariz, manchando mi hermosa franela blanca de sangre. Siendo por ese día el show de todos los corredores.

¿Qué podía salir peor? Pensé en fingir un desmayo, tal vez una convulsión o algo. Y lo hubiese hecho, de no ser que, cuando ya estaba poniendo los ojos en blanco para empezar, sentí unos delgados pero fuertes dedos rozar mi brazo.

Muchas veces he pensado que ese día yo morí, lo recuerdo de una manera tan fantástica que no puedo evitar la duda.

Levanté mi rostro golpeado, ladeandolo un poco para ver a quien se dirigía a mi, y fue cuando todo dejó de importar, y me dejé perder en ese cielo azul el cual eran tus ojos.

"Ey, ¿me escuchaste?", preguntaste tan pronto recobre los sentidos. "Hmm", fue toda mi respuesta.

Esa fue la primera vez que te escuché reír, y sigo creyendo que es lo más hermoso que haya escuchado. Pero luego recuerdo como me agarraste del rostros y repetiste "Te pregunté que si quieres agua".

El Chico Que Quería Ser Perfecto [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora