XVII

102 19 26
                                    

El hermoso arte de manipular.

No me querías cerca, eso dijiste cuando despertaste. Me echaste casi a patadas del lugar, me reclamaste por haberte llevado al hospital, y cuando el doctor quiso hablar conmigo le dijiste "ella no es nada mío, no pierda su tiempo contandole nada".

Debo admitir, que hasta el día de hoy, aún duele.

Quise llorar ahí mismo, pero aún mi dignidad no estaba tan pisoteada, así que luego de darte la razón me fui, sin esperar la explicación del doctor sobre porqué te habías desmayado, y sin atreverme a mirarte a la cara. Sabía que de hacerlo, no soportaría ver tus ojos azules llenos de frialdad.

¿Cómo había olvidado esa indiferencia que expresaba tú mirada? Pasar ese tiempo contigo había logrado nublar un poco mi mente... yo solo tenía la imagen del chico que se sentaba junto a mi en las tardes, a ver el cielo y sus nubes de formas amorfas.

.

.

.

Luego de ese desplante, debí haberme alejado. Era sentido común. Fue lo que me pediste.

Pero también fue tú culpa. ¡Tú sabías lo qué hacías!

Tal vez me lo repito para quitarme un poco la carga, pero, si no me querías cerca, ¿para qué me volviste a buscar?

Me habías echado del consultorio, luego me prometí no insistir en estar cerca de ti, y estoy casi segura que lo hubiera logrado. Estaba dolida, un poco ofendida y cansada de rogar. Pude haberlo alcanzado: Mi intención era matar el asunto y olvidarte, chico perfecto, estaba por dejarte en paz. Pero tú no pudiste soportar ver como yo no insistí, ¿verdad? Egoísta.

El Chico Que Quería Ser Perfecto [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora