Familia...?

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El atardecer se hizo presente y el cielo se colmó de un color rojizo y anaranjado, como las brazas del fuego mas intenso.
Allí, en una de las millones de casas de Providence, habitaba Jennifer, mirando por la ventana de su cuarto, insegura de si misma, desconfiando de todo y de todos.
Se movió hacia la cocina y encontró a sus padres haciendo la comida.
Ellos, estaban callados, David, el chico que Jennifer conocía por ser su hermano y como el mas ruidoso de la familia, también estaba callado, con su computadora.
Cuando él usaba tal maquina, siempre tenia el volumen al máximo y hablaba y comentaba todo. Hoy no fue así.
Jennifer tenia miedo, miedo a perder a su familia, miedo a caer sobre el ineludible, profundo y oscuro pozo de locura, colmado de una insoportable desesperación para discernir entre lo real y lo onírico.
No supo que hacer, pensaba, pensaba y pensaba. Al menos, tenia una finalidad, hacer ruido.
-H-hey David ¿Quieres jugar conmigo a algún juego de mesa? La computadora puede ser aburrida ¿N-no crees?- Sugirió la joven con un intento de sonrisa tranquila, de hecho, le temblaban las manos y su mente suplicaba con que el niño la acompañara.
-No- Dijo a secas, David sin siquiera mirarla. Sus ojos reflejaban una pantalla violeta con muchos cuadrados, todos con imágenes variadas.
Eran juegos, muchos de ellos amontonados entre si y acaparando cada rincón de la violacea pagina digital.

A pesar de que los ánimos de la chica cayeron en picada, volvió a intentarlo con sus padres.
-Ho-hola papá ¿Quieres que te ayude en algo?
-No, pero, puedes traer a casa a tu amiga... Rebecca.

Ese infernal nombre hizo infinito eco en Jennifer.
Dio media vuelta y se fue alejando de ellos.
No podía creerlo, no quería admitirlo.
Ya no era su familia, ella, la vil bestia desconocida, tomó sus mentes y la llenó de fanatismo infernal.
Se sentía sola, acosada por esa cósmica entidad, que parecía eterna.
Miró su celular y vio el mensaje de Katie. Dudando, por la sorpresa inesperada la cual planteaba su amiga, respondió.

Jennifer:
"Hola Kat ¿Que pasa?"

Al instante Katie respondió.
Katie:
"Bueno, vi una noticia en la que cinco perros fueron asesinados. Y uno de ellos estaba prácticamente vacío.
Yo se muy bien quien pudo ser. Hausen, ese monstruo mato a los pobres perritos ¡La odio! Debemos hacer algo ¡Y si lástima a mi perrita Pluma? Ay no, debo tener cuidado. Bueno, que piensas."

Jennifer:
"Katie, no quiero saber mas nada de esa cosa, estoy agotada, estoy sufriendo, sufro ver como mi familia se desvanece... Dejame un poco sola. Lo siento."

Al instante, la mujer llamo a Jennifer a comer.
En la pantalla del celular, aun en el chat, se veía el mensaje:
Katie:
"Lo siento. No quería molestarte..."

La joven Philips se sentía horrible, ella los condujo a este insalubre camino del horror. Temía por la salud de sus amigos. Se sentiría aun peor si a alguno de ellos, los atrapa la muerte... O algo peor.
Ella también fue a comer. Sintió el horrible silencio nuevamente.
Su padre y su madre la miraron fijamente y, luego de unos minutos, Katie habló.
-¿Ahora que hice?- Preguntó ella, confundida.
Su padre, con una expresión preocupada, le respondió tomándola de la mano.
-Katie- Dijo, para luego sonreír.- Te conseguimos una psicóloga... - Anuncio el hombre, contento.
La joven se encontró pasmada y algo ofendida, ante tal afirmación. Ella sentía que un psicólogo seria un gaste de dinero y tiempo inútil para este caso.
—M-mama, papá... ¡No estoy loca, todo lo que les conté sobre Rébecca es verdad, mi mejor amiga Jennifer se esta volviendo, demente gracias a ella, Richard fue atacado por ella! ¡Nos esta cazando, esta jugando con nosotros! Con nuestras mentes... No estoy loca. Auidenme...— Suplicaba Katie, con una expresión de real desesperación, enojo y tristeza.
— Katie, tranquila. No se de donde sale todo eso... Pero el psicólogo podrá resolverlo en tu primera sesión mañana a la tarde.

Repentinamente, Katie se levanta, furiosa, y camina a paso acelerado hacia su habitación, para luego dar un portazo.
—¿Que le pasa a mi hija, a nuestra hija?... Ya pasará— Dice el padre, Tom, hacia su esposa, buscando darle confianza y fuerzas en la anómala situación.

Richard estaba en la cena, intentando ignorar todo lo horrible que sucedió esa misma tarde. Pero su familia siempre le recordaba el suceso.
—Por favor, dejen de hablar del tema, solo me resbalé en RL bañó — Intentó aclarar el chico, cansado de los contrarios humorísticos y otras cuantas preguntas.
—Eso no explica la masa viscosa y rosada en el piso ¿Que era?— Cuestiona el padre, intrigado.
—¿Que voy a saber yo? Me caí y listo, no se que mas haya pasado. Enserio, esto empieza a cansar.
El silencio volvió y la cena se relajó, cuando apareció un comercial de aderezos de dudosa calidad.
Pero, los ojos de Richard vieron como, del pasillo en donde se encontraba el baño, se escurría lentamente un líquido rosado hacia la habitación de sus hermanas.
Temeroso, decidió ignorar esa situación, pero, sus hermanas estaban en riesgo.

A casas y casas lejos, Ethan estaba en el garaje discutiendo con su padre.
Él estaba enfurecido, era la segunda vez que su auto recibió un daño.
—¡Por dios Goodman! ¡Es la segunda vez que este cacharro, antiguo y valioso, recibe daños! De ahora en mas, no lo usarás mas si yo no te doy permiso. Eres un maldito peligro... ¿Y que es ese olor a alcohol? ¿Estas tomando otra vez? ¿¡Que te dije sobre eso!?— Protesta el hombre, agitando sus manos enfurecido.
Intentaba mejorar su relación con su hijo, su escandaloso hijo. Pero, le resultaba imposible.
—Paul, no es nada, eso fue solo un accidente. Además, lo necesitó hoy, me veré con una chica. No sera mucho, la llevare a la esquina— Explica el joven, mirando el auto y acariciando su capó.
Paul lo pensó tres veces y, intentando darle otra oportunidad, le dio las llaves.
—Que esté impecable cuando vuelvas ¿Entendido? Me voy a dormir. Hoy, fue un largo día, y pesado, uní de mis compañeros de trabajo murió de forma extraña... No tenia órganos. La policía debería hacer algo, ahora lo extraño. Bueno, adiós— Se despide el hombre, cuarentón, caminando al comedor a oscuras.
Y allí lo sigue Ethan, sentándose en el sillón y mensajeando a esa chica, con la que probablemente lleve una de muchas otras noches de pasión.

Creyó escuchar algo en el garaje. Alguien, de alguna forma imposible, logró escabullirse e ingresar.
El chico agarró una escoba y caminó entre la oscuridad, hacia su desordenado garaje.
Abrió de golpe la puerta, con el fin de asustar al intruso. Pero no vio a nadie. Se paseó por la sala llena de chucherías, buscando al "ladrón".
Nada, solí silencio, y un ambiente que rápidamente se volvió pesado, agobiante. No veía explicación a tal cambio. Pero, no se pondría a analizar tal cuestión.
Simplemente se retiró y siguió con su vagancia, esperando a la joven.


La chica de lentes rosadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora