Ataque

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-Digame, señor Goodman, ¿Que fue, exactamente, lo que paso?- Insistió el oficial Laggreese, serio, decidió a exprimirle la verdad.
El joven miro a una esquina, inmaculada pero oscura, de las cuatro blancas paredes que los rodeaban.
-Yo...- Esbozó Ethan, en tono bajo.- Estaba con mi chica... Haciendo cosas, sucias, claro. Ya sabe, el delicioso jeje.
-!Concentrese¡ - Exclamó Laggreese con voz tronadora.

El joven siguiente, lentamente.
-Bueno, nos abrazábamos, nos acariciamos y, de repente... Yo.
-¿De repente tu que?
Y un abrumador silencio se hizo presente.
Ethan no sabia si decir la verdad. No le creerían tal locura. Si mentía, habrían muchas incongruencias y podrían acusarlo de presunto asesino.
Su libertad, y quizás su vida, estaban en juego. Tenia que pensar en las palabras apropiadas, para salir del aprieto.

-No lo se, oficial... Solo, me desmaye. Y cuando desperté, ella estaba muerta....
-Ya veo. No lo recuerdas ¿No?
-No, oficial- Respondió, mirando a la lampara del techo. Tan brillante, tan pura. Titilo brevemente.
-Hicimos una autopcia al cadáver de ru chica. Se asquearon al ver lo que quedó de ella. Sólo, líquidos de muchos colores, viscosos, carente de órganos. Como si un insecto hubiese licuado lis órganos de una mosca... Solí dejó su piel y algo de tejido muscular y hueso ¿Que clase de monstruosa persona haría eso... Y como?
-Solo soy un chico de 18. No se nada de química, es mas, la reprobé - Acotó Ethan, intentando demostrar su inocencia.
El oficial miraba la blanquecina pared con sus manos atrás. Pensaba, lo analizaba. Hasta que, con su ronca voz, habló.
-Te entiendo... Pero, no dejas de ser sospechoso. Si sabes, tienes un gran historial de conducta algo... Muy delincuente. Rompiste varias veces propiedad privada. Ingresaste a zonas restringidas por el mero deseo de sentir adrenalina... Ahora ¿Un asesinato? Mira señor Goodman. Lo anterior se lo puede dejar pasar, pero, un asesinato es inconcebible. Una atrocidad ¿¡Me entiendes!?- Vociferó de forma sorpresiva, asustando al escandaloso casi adulto.
-¡Pero oficial, ya le dije mil veces que yo no fui!- Exclama Ethan parandose, furioso. No podía creer la situación en la que estaba. El problema no era el estar en una comisaría, donde estuvo muchas veces, sino, ser acusado de asesino. Cosa que el, en su sano juicio, no haría nunca.
Pero, ya ni el sabe si esta cuerdo.
La atmósfera peso como yunque, se sofocaba, tenia calor y un gran sentimiento de desasosiego. Sentía su caótica presencia cerca.

-No importa, por ahora estarás aquí, en la comisaría. Hasta que vengan tus padres e investiguemos. Adiós Goodman. Y que tenga un buen día- Se despide el oficial, haciendo un ademán a sus compañeros, para que lo devuelvan a su celda provisoria.

El sol bajaba con rapidez, las luces de las calles se encendieron, así como las de las viviendas.
En una de ellas, sonaba una radio.
Jennifer se encontraba sola, escribiendo algo en la mesa y siendo acompañada por el ruidoso aparato.
Su salud empeoraba, se le podían notar grandes ojeras, estaba pálida hace días y siempre temblaba. Ya no era que antes fue. Y eso, entristecía a la joven.
Ya no podía salir a la calle tranquila, pero, de todas formas, el hogar también era peligroso. Convivía con los vestigios de su familia, ahora con sus mentes carcomidas por la bestia rosada.
En cualquier momento, algo horrible podía pasar.
La luz comenzó a fallar, igual con la radio, la cual daba una versión extraña y sombría de la canción que antes se escuchaba.
Jennifer se paro y fue a detener los horribles sonidos que emanaban de tal maquina. Pero no pudo. No tenia sentido, ella desconectó el aparato, pero aun sonada. Y mucho peor, la melodía se distorsionaba aun mas y mas, volviéndose insoportable, Jennifer rogaba que se detuviera, que todo acabara de una vez, aunque el deseo era casi imposible.
Instantáneamente y luego de unos infinitos minutos de la horrísona nelldia, la luz desaparecí y reapareció en pocos seguntos. Parpadeaba. Jennifer camino por el pasillo con el fin de encontrar algo que la ayude. Pero, en el camino, encontró algo en el suelo. Unís lentes.
Cuando la chica los agarró, sus ojos se colmaron de horror: ¡eran lentes rosados!
Temblando, Jennifer los arrojó al piso y lis pisó con furia. Instantáneamente, una gota cayo a su cabeza, una, dos, tres y ahí, Jennifer al mirar al techo, vio a la hórrida bestia abriendo su boca llena de dientes filosos.
Rápidamente, Jennifer corrió hacia la cocina, agarro con dificultas un cuchillo y apuntó al pasillo.
En el incesante parpadeo de las luces, Hausen mostraba su eterna sonrisa en la oscuridad, sin embargo, en cuestión de segundo y en medio de las incontables penumbras, la horrible bestia rosada se lanza hacia la joven Tanner.



La chica de lentes rosadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora