Enfrentando al horror

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Los truenos rugían con furia, la oscuridad arraso sin piedad las calles de la mojada Providence. Cambien, marchito y destruyo el corazón de Katie, el de Ethan por igual. Pero Richard, estaba por sentirlo fuerte. Porque el horror estaba allí mismo, en su casa, en su mesa, pero no en una forma que el reconociera como amenazante. Cenaban con felicidad, como todas las noches, excepto Richard, que miraba la ventana y las innumerables gotas que golpeaban el balcón. La horrible e injusta muerte de Jennifer lo dejo desconcertado, marco un antes y un después en su mente, en su personalidad. Los demás actuaban como si nada, como si todo fluyera como siempre, como si nada hubiese cambiado. Como si la tormentosa atmósfera que caracterizaba ese monstruo rosado, no les afectara.

Richard no solo sentía frió, melancolía y furia, también calor, pesadez en su cuerpo. Estaba indispuesto, no podía comer con comodidad. Por lo tanto, decidió omitir la cena. Pero, sabia que, probablemente, este sea el ultimo día en el que vería a su familia. Seria la ultima vez que vería las locuras de su hermanita, los fanatismos rockeros de su segunda y mas grande hermana, su padre, tan amistoso como siempre lo conoció y su madre, tan compañera como lo fue desde su nacimiento. Y como olvidar a su mascota tan preciada, la cual peligraba en cada segundo, por la invisible presencia del horror rosado. No podía pensar bien, la presencia de aquella bestia lo atormentaba, no podía ver a la terraza, ya que sentía que allí se encontraba parada, la aberración rosada que tanto los perjudico. Penso en irse a su cuarto e intentar descansar, era una buena idea, así que lo hizo. Fue a su habitación, cerro la puerta y encendió su computadora. Quiso olvidarse de todo, perderse en las melodías que le ofrecía el Internet, acompañado de los truenos, los relámpagos y las resonantes gotas que provenían del magistral e infinito cielo oscuro. Pero, luego de horas de relajación, ya no se sentía en su habitación. Abrió los ojos y se encontraba en la cocina de su casa. Anonadado, camino al comedor y, con todas las luces apagadas, vio a Rebecca, inerte, sentada en la mesa junto a su familia. Una voz muy conocida suya le hablo, era su hermana.

-¿Quien conoce el fin? Lo que ha emergido puede hundirse y lo que se ha hundido puede emerger. Lo desconocido espera en el fondo del mar y sobre las ondulantes ciudades, navega el poder absoluto. el apocalipsis. Pero no necesariamente es malo, es una nueva fase, una en la que todos mejoraremos, cambiaremos y nos transformaremos en algo nuevo, adaptados a las nuevas leyes que nos otorgara Madre junto a su semilla...- Afirmo Madison, su hermana mejor, mirando a su plato, en el cual había un extraño y viscoso liquido rojo. Rebecca miraba fijamente a Richard, sus ojos, celestes e infinitos, tan clavados en el, lo inquietaban a grandes amplitudes. La extraña sonrisa de Madison y sus lagrimas rosadas daban a entender algo claro y desolador. Richard tenia razón. Seria la ultima vez que los vería con vida, o siendo ellos mismos. Porque, al parecer, algo milenario se acercaba. La luces se encendieron y los cuerpos, deformes, irreconocibles y horribles de su familia se alzaban con lentitud hacia Richard. Hausen se reía incesante, mirando como los bestiales miembros de la familia Terryson se dirigían con odio y frenesí hacia Richard. Afortunadamente y antes de que alguna de esas aberraciones dañara al chico, despertó agitado. Agradeció con todo lo posible el hecho de que haya sido una pesadilla. Pero tenia el presentimiento, de que solo era una proyección de la tragedia que se vendría a pocos minutos. 

Sus atormentados oídos comenzaron a escuchar gritos, risas, golpes y algo filosos arrastrándose por alguna superficie. Richard vacilo si interferir o no, estaba asustado, nervioso, paranoico y muchas otras deficiencias a causa de toda esta locura rosada. Decidido, agarro su katana falsa que le hizo su padre hace tiempo y salio con prisa. Instantáneamente, vio como su padre, tendido en el piso, era degollado por su madre mientras sus hermanas le abrían el estomago, liberando sus intestinos. Todas reían y festejaban ante el morboso acontecimiento. Richard, en shock, empuño con fuerza su "katana", sus lagrimas salían de sus hinchados y asqueados ojos. Tenso sus músculos y corrió a ellos.

La chica de lentes rosadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora