Miedo a lo desconocido

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El auto manejaba , defendiendo de las tinieblas con sus luces.
Dentro, dos jóvenes se besuqueaba y acariciaban en ciertos momentos.
En un momento, Ethan estaba lo suficientemente distraído como para no ver a una chica que, al parecer, cruzaba.
El auto hizo sentir el impacto y la misteriosa joven fue arroyada a muerte por las terribles ruedas del auto.
Ethan y su compañera, miraron el cuerpo, impactados y culpables.
Pero, el chico la reconoció al instante. Se trataba de Rebecca, con su cuerpo torcido y dañado por el accidente, su cabeza miraba hacia el lado opuesto al pecho. Estaba al revés.
Ethan dejo de mirar y comenzó a procesar la situación ¿La mato? ¿Estara bien? Poco probable, pero confianzudo, decidió tomar su teléfono y llamar a una ambulancia.
Pero, antes de empezar a discar, su compañera comenzó a llamarlo de forma desaforada. Desde el espejo retrovisor, veía como Hausen movía sus ojos, sus extremidades. Algo salia de sus pechos, algo negro y punzante. Se comenzó a levantar de una manera terrible, su cara lentamente paso de ser la siniestra sonrisa, a la monstruosa boca de mil dientes y ocho tenazas. Sus patas estaban dadas vuelta, sus brazos se torcieron para dar impresión de patas de mantos, balanzas como su ropa, que acababan en garras picudas y terribles.
De repente, rugió mientras unas garras, similares a alas, salieron completamente de sus pechos. A gran velocidad, corrió como insecto hacia el auto, salto y llegó al techo.
Ethan estaba aterrado, mucho mas su compañera, que se aferraba a él con terror. Pensó en acelerar, pero ni arrancaba, el auto se apagó.
De suerte, su padre siempre deja un arma en el auto, el joven la encontró y apunto a la ventana, tembloroso, esperando a que la terrible chica saliera disparada hacia ellos.

Pasaron largos minutos, el silencio era profundo y la chica que acompañaba a Goodman, fue a su asiento y abrazo sus piernas.
Miró a la ventana y se llevo un gran susto al ver a Hausen, poseeyente de esa terrible sonrisa, mirándolos por esa misma ventana.
Comenzó a golpearse a si misma con el vidrio, uno dos tres golpes y el vidrio recibió un gran quiebre. Cuatro cinco, seis siete, ocho nueve golpes y Hausen daba risitas estremecedoras, mientras su boca se volvía a transformar en la anterior aberración.
Diez, once doce y el vidrio se destruyó.
Hausen portaba ojos vacíos, blancos, rodeados de un rojo atroz. Sus tenazas se juntaron y, luego de unos minutos de tensión, las tenazas se dispararon hacia la chica y el tentáculo picudo salió para enterrarse en la cabeza de su víctima.
Ethan apuntó y disparó varias veces a Hausen, el daño era mínimo y su compañera comenzaba a derretirse por dentro.
Sus ojos se colmaron de sangre y espuma, al igual que su nariz boca y oregas. Así, hasta que se volvió un saco de piel, algo de músculos y huesos.
Rápidamente, Hausen se alejó, gracias a los repetitivos disparos y los exuberantes gritos de Ethan.
Todo acabó, el auto olía horrible y su compañera murió de la forma mas horrible conocida.
Ahí comprendió a el horror que Katie enfrentaba.
Además, tendría problemas con su padre.

A la mañana siguiente, Katie se levantó con fatiga, no se sentía ella. Pero, debía concurrir a la escuela. Sin ganas, se vistió, se preparó como siempre y salió, alerta de cada ser en su entorno. Atenta a ver si Hausen o algo peor estaba detrás suyo.
Afortunadamente no había nadie. Sin embargo, los perros que siempre le ladraban ya no estaban. Sentía pena.
Decidió ignorar tales tragedias y seguir el camino.
Llegó a la escuela y se encontró, como siempre, con el gran rubio Richard.
-¡Hola! ¿Como te sientes?-Consulta Katie, recordando el mal estar que tuvo el chico anteriormente.
-Bien, algún dolor me habrá quedado. Y mas con el ataque de Rebecca. Casi me mata la perra. Es un peligro- Responde Richard caminando con ella por los pasillos.
-¿Y Jennifer? No vino. Aunque bueno. No se siente para nada bien. Esperó que no le pase nada malo...
-En lo posible. Debemos buscar una forma de quitarnos a esa cosa de encima. Si no nos mata a base de mordidas y garras, nos induce al suicidio- Comenta Richard, mirando a todos lados.
-Es un viernes complicado. Tengo dos pruebas, y psicóloga luego de esto- Informa la chica, observando a cada persona.
Discretamente, la rosada presencia de Rebecca les producía escalofríos. Sentían que estaba cerca y Richard podía percibir los fríos y muertos dedos de Hausen, rodeándole el cuello.
Él se volteo y, horrorizado, vio a Rebecca, entre la densa muchedumbre, mirándolos, inerte, con una sonrisa entre abierta.
-Vamonos...- Dijo Richard, apurando el paso.
Caminaron unos cuantos metros y vieron nuevamente a Rebecca, mas cerca todavía.
Su mirada, vacía, inhumana, penetraba en sus consciencias ya frágiles. Los aterraba su sola presencia. Sin embargo, lo peor era el hecho de ser los únicos, contando a Goodman, que sabia que clase de persona, o criatura, era Rebecca Hausen.

Afortunadamente, cada uno llegó a su respectiva clase. Katie se sintió aliviada por un momento, pero sus pelos se erizado cuando vio como Hausen pasaba por la puerta. Lastimosamente, recordó que esa abyecta criatura infernal, moraba también en su clase.
Rezó con que no hubiese contacto visual con semejante monstruo. Su sola mirada, le mostraba una versión horrible y demencial de esta realidad.

Goodman miraba a todos lados, por primera vez, se sentía asechado todo el tiempo en todos lados. Sus amigos no estaban, su futura pareja fue devorada por la aberrante Hausen y estaba llegando tarde.
Entró, con cautela, al salón y vio con horror a Hausen, esperándolo, en su asiento.
Miro a todos, dándose una vista panorámica del salón y, luego de minutos pensando, eligió un nuevo lugar.
Lejos de Hausen, Ethan se sentía mas seguro. Pero ni debía bajar la guardia.
La silenciosa clase comenzó, cuarenta minutos de intenso silencio. El profesor escribía y explicaba el tema, haciendo incómodas pausas, largas, como si estuviese esperando el momento perfecto para hacer repentinas atrocidades con los jóvenes que tenia en frente de sus vacíos ojos.

El reloj hacia tic toc todo el tiempo, repetitivo, monótono, abrumador.
Katie, insegura de todo, miró a Hausen y luego al profesor.
Notó como la cabeza de la chica rosada se movía levemente en la misma dirección cambiante de la mano del profesor, que escribía.
Helada, miró a Ethan. No podía creerlo. El gran chico malo de la secundaria, el bulli sexi, el patán el cual toda fémina quería seducir, estaba asustado, temeroso.
Goodman entendió, luego del horrible suceso en la noche, que se enfrentan a una aberración mas allá de la comprensión humana.

La chica de lentes rosadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora