#42 ¿Qué es lo que quieren?

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4:30 am

-Toma, te va a a hacer bien.- dijo Azucena entregándome una taza caliente de te.

La mire y deje el té en la mesa.

El lugar no había cambiado en nada, humilde y pintoresco.En cuanto llegue a la Vecindad los inquilinos quisieron sacarme por la fuerza pero Don Jaime los detuvo.

Saul estaba sentado a lado mio, yo simplemente veía a la nada.
Estaba en shock, no sabía que hacer, donde buscar o a quien culpar.

-La vamos a encontrar- dijo Saul tomándome de la mano pero la aparte bruscamente y me pare del sillón.

Altagracia: ¿Viva o muerta?- ironice.- Porque aquí sentada no voy a lograr ninguna de las dos.

Me dirigí hacia la puerta decida a salir a buscarla pero Azucena tomó de mi brazo.

Azucena: No vallas.- dijo penetrando mi mirada.- Piensa en tu bebe.

Jaime: Hay que dejar que las autoridades hagan su trabajo.

Altagracia: Las autoridades de este país son niños de Kinder comparados con esos hombres y no se que pretendan con esto... o quienes sean pero...- se quebró mi voz. Tome aire tratando de mantener la calma.

Saul: Altagracia tienes que descansar.

Pase una de mis manos por mi rostro quitando las lágrimas que había en el y asentí. Saúl me tomo de la cintura guiando mi camino.

Saúl: Voy a llevarla a mi departamento.-Sus padres asintieron.

El camino se me hizo eterno, mis piernas flaqueaban a cada paso y al subir las escaleras sentía que en cualquier momento caería.

Cuando Saúl abrió la puerta escuche el fierro de esta crujir. Sin siquiera decírmelo me abrí paso entre el pasillo que conectaba entre la sala y las recámaras. Me quite el saco y lo aventé sobre el sillón. Tenia los labios secos y mi mente deambulaba en busca de respuestas. De alguna forma mi cuerpo estaba presente pero mi mente no.

Saúl: Puedes dormir en la recámara.- dijo haciendo que volviera a la realidad.-yo dormite en la sala.

Rodee los ojos.

Altagracia: No hay nada que no te conozca ya. Seguramente ni siquiera tu mismo sabes que tienes un lunar en la parte baja del abdomen.- alce una de mis cejas en cuanto mis palabras hicieron que nuestros ojos conectarán.

El se quedó callado mientras pasaba una de sus manos por su cuello, tratando de disimular su evidente incomodidad.

Mi mirada no tardó en inspeccionar el lugar.

Saúl: ¿Quieres un vaso de agua?- soltó al fin, rompiendo la tensión que se estaba generando entre nosotros.

Fruncí el ceño-.¿No tienes algo más fuerte, whisky tal vez?- el me miro con cara de pocos amigos y dirigió su vista hacia mi vientre.

Asentí con un leve gesto de cabeza y una pequeña sonrisa en mi rostro.

Altagracia: El agua está bien.

Mientras se dirigía a la cocina volví a la tarea de inspeccionar el lugar. Todo estaba justo como lo recordaba, los marcos en su sitio, los papeles revueltos y las lámparas de la recámara encendidas sobre las mesitas de noche, me detuve sobre una de ellas, y por primera vez agradecí que Saúl fuera el padre de mi hija. Tome el marco entre mis manos temblorosas, Saúl la habría tomado cuando estuvimos en la casa de París, era la fotografía perfecta, una Luci sonriente con el uniforme del jardín de niños abrazada por mi, mientras la llenaba de besos. Sonreí y no pude evitar dejar caer una lágrima.

La Doña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora