Las sonrisas eran lo único que curan la tristeza. Si lo piensas, son lo que demuestran todo lo bueno, todo lo alegre. Nadie se saca fotos con mohines tristes, siempre dicen antes: "¡Sonrían!".
Claramente eran la cura de todo.
A Mingyu le gustaba ver las sonrisas de las personas cada vez que veía como la gente disfrutaba de sus deliciosos pasteles y de los hermosos panes calientes que vendía por la mañana y tarde, que favorecían en la hora del té o del desayuno a los compradores. Eso lo hacía feliz, siendo un dueño de una panadería pequeña pero bonita, hermosa, como siempre.
Un chico fiel a aquella panadería, compraba a veces croissants, o pasteles, incluso chocolates que siempre se le apetecían cuando investigaba, o tenía que seguir estudiando en su trabajo de astrónomo.
Ambos tenían vidas completamente paralelas.
Wonwoo el astrónomo, poco conocido, y completamente nuevo en todo.
Y Mingyu el dueño de la reconocida panadería de la comunidad cercana. Se sentía orgulloso de eso.
Era un día un poco nublado, pero de todas formas la gente pasaba por la puerta de marco de madera de la cálida y olorosa panadería. Una señora entró con su hijo. Aquel pequeño revoltoso, pasaba por el mostrador, donde Mingyu sacaba las cuentas de el día anterior. Mingyu dejó a un lado los números, las cuentas y el lápiz. Rodeó la caja registradora viendo al pequeño niño que lo admiraba mirándolo hacia arriba por su baja estatura.
—¡Hola pequeño! ¿Buscas algo?—El pequeño niño negó. El mayor se agachó, mientras tomaba en brazos al pequeño niño, viendo a su madre sacando pan con unas tenazas y la bolsa en la otra mano. Dejó al pequeño niño sobre el suelo, sorprendiendo a su madre.
—¿Ya te has portado mal? No vendremos nunca más a esta panadería si andas corriendo y molestando a el joven Mingyu. Perdón, anda muy revoltoso.—La señora cansada miró a el joven panadero, mientras este sólo sonreía enternecido por el pequeño que agachaba su cabeza por el regaño.
—No pasa nada. Sabe que cualquier día lo puedo cuidar. No vivo lejos de aquí. Si algún día necesita algo, puede acudir a mi, señora Han. El pequeño Shin sabe que cuenta conmigo. ¿No?—El pequeño sonrió, y Mingyu sólo tomó un pequeño croissant y se lo entregó a el pequeño.—Toma, no lo tienen que pagar, es sólo de mi cortesía.—Sonrió, asintiendo a la joven mujer que sólo veía la enternecida sonrisa de joven gentil. Agradeció y pagó el pan que antes sacaba con cuidado.
Quedó vacía la panadería.
Era obvio que a esta hora de la mañana no habría nadie, era obviamente aburrida. Sacaba cuentas con una cara seria, y con sus ojos achicados por el cansancio. Estaba sin tiempo. Las horas que estaba en su departamento eran para administrar cosas de su negocio. Pero no era tan terrible. Vivía agradecido, con un buen trabajo.
La campanilla sonó al escuchar como alguien entraba en la tienda vacía que desbordaba un olor que hacía babear a todo el que pasara cerca. Un chico de casi la misma altura que Mingyu, de cabello azabache, rasgos afilados y serios, con una nariz recta, unos labios finos y unos ojos afilados que intimidaban a cualquiera. Mingyu sabía que había visto en alguna parte a aquella chico de rasgos afilados. Este respiró de aquel aire cálido que el más alto amaba. Se paseó mirando cada uno de los pasteles, sonriendo por algunos que tenían forma o tenían buen aspecto.
Luego de un rato de pasearse, y de un Mingyu distraído de sus cuentas, el chico sacó tres pasteles y una barra de chocolate.
—Aquí tiene. ¿Quiere una bolsa?—Preguntó el de cabellera castaña al chico comprador de aquellos dulces encantadores.
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My little star; Meanie
FanfictionDos personas, y varias estrellas que brillan sobre ambos... Ambos tenían que degustar del dulce sabor de las estrellas. Con la luna sobre ellos y un par de pasteles en sus manos. 🍰Meanie (Mingyu y Wonwoo) 🍰Historia original. 🍰No se permiten ada...