Capítulo dos: Un kilo de sonrisas, y un litro de lágrimas.

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Ambos chicos fueron a sus trabajos. 

Mingyu a su panadería, la cual abría más tarde los jueves. Estaba feliz por lo bien que le estaba yendo. Se sentía feliz de pequeñas cosas, pero era genial. 

Wonwoo en su laboratorio, como si fuera un científico de los buenos. Se sentía genial y logrado. 

Mingyu estaba en la caja registradora, no todos los trabajadores venían los jueves, por lo que él se encargaba de la caja registradora esos días. Era divertido para él. Algunos trabajadores repusieron los panes recién hechos, y los pasteles recién preparados también. Una pequeña y tierna anciana entró mientras Mingyu miraba la caja registradora sólo pensando. 

La señora rápidamente compró, dejando la panadería vacía. Era temprano. 

Las horas pasaron, quizás los minutos se hacían completamente eternos, la emoción de la mañana ya no existía y cierto aburrimiento existía en su pecho.

El chico de pelo azabache de la otra vez, había entrado por la puerta haciendo sonar la campanilla que siempre sonaba con cada cliente. Le daba un toque hogareño. Él hizo una leve reverencia a Mingyu con la cabeza. Se paseó viendo pasteles. Unos buenos minutos, pensando y decidiendo. El trabajador y dueño del lugar lo miraba entretenido por la indecisión del azabache que tenía un dedo en el mentón sonriendo. 

Cuando decidió, sólo le pagó a Mingyu.

—Es todo. ¿Necesita algo más?—Preguntó el más alto, sintiendo la mirada perdida pero enfocada de aquel azabache dueño de las miradas aburridas de Mingyu.

—Quiero la receta de estos pasteles. Soy adicto. Ah, y un kilo de pan.—Asintió, riendo. Mingyu rió también, sacando con tenazas los mejores panes que encontraba. Wonwoo miraba con deseo esos pasteles ya guardados en una bolsa de papel. Mingyu pesó el supuesto kilo de pan, y cuando puso el precio, se lo dio a el deseoso Wonwoo, este pagó todo, con la bolsa de papel en un brazo y una sonrisa en el rostro sólo quedó encantado.—Muchas gracias, querido Mingyu. Nos vemos, ya vendré.

—Adiós... Ni siquiera sé tu nombre.—Lo detuvo cuando estaba llegando a la puerta.—Si no te molesta decírmelo, fiel cliente.—Sonrió con ternura en su mirada. Wonwoo sólo rió levemente, subiendo la bolsa más arriba de su brazo. 

—Me llamo Wonwoo. Adiós, nos vemos...—Salió, con la sonrisa en alto, la nariz arrugada por aquella sonrisa, y su cuerpo erguido. Mingyu lo siguió con su mirada hasta que se le fue de su vista. 

Quedó aburrido todo el resto del día. Pero no importaba, tuvo su kilo de sonrisas. 

[✨]

Wonwoo estaba ya de vuelta a su casa. No tenía mucho trabajo, así que se fue a casa con permiso de su superior. Fue a comprar donde su panadería favorita, estaba feliz de ir, por alguna razón, le gustaba ir, tanto que se demoraba mucho en decidir sólo para pasar tiempo ahí. Era absurdo, pero le llamaba la atención aquel lugar. Se comió un pastel, con su gata Libra a su lado quien ronroneaba con dulzura. 

—Libra, ven a comer.—Dijo con tono alto, viendo a aquella gata llegar inmediatamente. Maulló, mientras él le servía su comida. 

El dueño de aquella gata tomó la basura, y fue a dejarla en el conducto de basura de afuera. Y cuando abrió la puerta de su departamento, aquella gata negra salió disparada hacia afuera. Botó la basura, y corrió a buscar aquella gata traviesa. Tenía miedo de que saliera del edificio, aunque fuera imposible. Bajó por las escaleras aquella gata, puesto que la puerta de emergencias estaba abierta. 

Wonwoo corrió sin dudarlo. Y cuando estaba por bajar unas escaleras, se encontró con la persona menos esperada, pero a la que ansiaba para tener un nuevo kilo de sonrisas. 

My little star; MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora