Capítulo tres: Deberías de sonreír más seguido...

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Con esos remordimientos atrapados en el corazón de Wonwoo, él sólo trataba de olvidarlo, deseando tener algún tipo de golpe para que le diera amnesia pero sólo para olvidar ese recuerdo. Ese recuerdo que estaba seguro de que se tenía que evaporar.

No tenía más sentido seguir viendo cosas que esa persona había dejado, esa persona que sólo había dejado una huella en su corazón. Una huella que nadie podía quitar ni con el mayor de los esfuerzos. Era una culpa, que no cualquiera podía soportar. Una culpa que cargaba como cruz cada vez que lo recordaba. Era terrorífico.

Era por la mañana, un sábado. Ambos estaban tirados en sus camas sin hacer nada. Un fin de semana sólo para ellos. Wonwoo salió a buscar el periódico, estaba con una bata gris, y el pijama debajo. Mingyu en cambio, fue a botar la basura que por el cansancio del viernes no alcanzó a depositar. Salió con aquella bolsa, encontrando a Wonwoo quien estaba tan desaliñado como para posiblemente ver la almohada pegada en su nuca.

—Buenos días, Wonwoo.—Dijo Mingyu con su voz levemente cantarina aunque grave por la madrugada.

—Buenos días, querido Mingyu. ¿Cómo estás?—Mingyu alzó su pulgar, cerrando el conducto de la basura.—Los sábados no abres la panadería. ¿Cierto?—El chico en cuestión negó, mientras que Wonwoo asentía comprendiendo.

—¿Ya tomaste desayuno?—Dijo Mingyu, mientras sonreía.—Porque yo lo tengo preparado, e hice muchos huevos revueltos. No tengo tanta hambre. ¿Quieres pasar?

—No he comido... No quiero aprovecharme de ti tampoco.—Mingyu sonrió, acercándose al desaliñado Wonwoo que se mantenía con su bata gris.

—No pasa nada. Por algo te invito. Eres mi vecino, al menos puedo darte una taza de té. ¿Quieres?—Wonwoo terminó asintiendo, logrando que el menor sonriera como un niño pequeño victorioso de convencer a su madre por un nuevo juguete.

Se instalaron en el departamento de Mingyu. Júpiter no había entrado o deambulado por ahí, pero de todas formas, Wonwoo estaba atento por verlo.

Cuando estaban comiendo el nutritivo desayuno, aquel gato peludo y gris subió a las piernas de Mingyu ronroneando y pidiendo por su propio desayuno.

—Ayer, estuve investigando de los planetas con un compañero de trabajo. Me enteré de que hace pocos años, se descubrieron más satélites en Júpiter. Me acordé de el gato, y de ti. Fue gracioso.—Rió, mascando una nueva tostada.

—¿Ah sí? Que divertido debe ser trabajar ahí.—Sonrió, atento a la mirada afilada de Wonwoo aunque tenia una sonrisa en el rostro.

—Amo mi trabajo, en verdad...

—¿Y cuantos satélites tiene?—Preguntó con la curiosidad clara en su sonrisa.

—Más de sesenta y nueve satélites. Posiblemente tenga más.—Se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa. Mingyu quedó sorprendido.

—Y yo que pensaba que la luna era genial. Debe ser cool Júpiter.—Wonwoo rió, mientras que Mingyu quedaba igual de extrañado que su gato.

—Prefiero vivir en la tierra que en puras tormentas de Júpiter.—Ambos rieron bajitos, tomando luego de sus tazas.

Había sido un desayuno relajante, tanto que hablaban de cosas. Mayoritariamente de sus trabajos, eran el centro de todo. No comentaban más allá de eso, de sus trabajos y de sus rutinas. Se levantaban en casi el mismo horario. Y no comentaban nada de interesantes, nada, nada más allá de sus trabajos que disfrutaban, o de sus gatos incluso. De sus propios departamentos, pero nada más allá.

Wonwoo se levantó, se despidió con una leve caricia a Júpiter, y se quedó en la puerta con Mingyu quien trataba de detenerlo. El chico con la bata gris y el estómago lleno abrió la puerta esperando a que Mingyu se despidiera de él.

My little star; MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora